Han venido a San Antón para poder cenar, pero se han quedado a escuchar
(Lucía López Alonso).- El cardenal Sistach viajó a Madrid para visitar la madrileña parroquia de San Antón, la iglesia del Padre Ángel, y protagonizar la primera tarde de «Encuentros en Emaús» -charlas cuaresmales en S. Antón- con su conferencia «María, Madre de Misericordia».
En un año especial, el Año Extraordinario de la Misericordia convocado por el Papa Francisco, Don Lluís Martínez Sistach conoce de cerca una iglesia especial: «Igual que cuando vas a algunos ayuntamientos hay municipales en la puerta y no siempre te dejan entrar, San Antón es diferente porque está más abierta», confiesa el cardenal emérito de Barcelona, sentado con toda naturalidad en una de las mesas camilla.
Mesas que a los sacerdotes de San Antón sirven para escuchar en confesión pudiendo mirar a los ojos, pero que están abiertas a tener más funciones. Durante la misa, quien quiera puede tomarlas como asiento, por ejemplo. Y a nosotros, los que nos dedicamos a pedir palabras para poder escribir, las mesas camilla nos sirven para las entrevistas.
¿De qué cree que es testimonio esta iglesia del fundador de Mensajeros de la Paz?
«Esta iglesia es testimonio de amor. Demuestra que, aunque nos quedemos sin casa, nunca estamos solos. No he podido saber de ella mucho todavía, pero me gustaría que su espíritu pudiera ser exportable a otras parroquias. Es todo muy intenso, pero a la vez muy comprensible».
El Padre Ángel le acompaña. Le señala los detalles de la iglesia entre sonrisas. Le pregunto al cardenal qué piensa de un sacerdote como el Padre Ángel García, presidente de Mensajeros de la Paz. Me da la misma respuesta que antes había aplicado a su iglesia: «Cuando uno ama, siempre se hace entender. El Padre Ángel es de esos carismas inteligibles porque hablan de amor. Como Madre Teresa, que hablaría inglés o no sé lo que hablaría, pero todos la pudimos comprender porque era el amor el que hablaba en ella». Y qué curioso que hayamos acabado hablando de una «madre», la Madre Teresa de Calcuta, la tarde que el religioso viene a hablar de la Virgen María, madre de Jesús.
La sacristía, preparada como sala de conferencias, tiene forma circular. Parece que estamos en un vientre materno. El cardenal Sistach mira a las personas sin hogar con los ojos -claros- de la misericordia. Nos mira a todos por igual. Y por si alguno seguía pensando que él no era el público que un cardenal se esperaba, comienza sus palabras con rotundidad: «Tener fe es un autoestima. Si Dios nos pensó, es que tenemos un valor. Los padres aman a sus hijos no porque tengan todas las cualidades del mundo».
Y entonces de nuevo cita a las madres, siempre atentas a lo que pueda faltar, como María en las bodas de Canaá. Y esto no es algo que suceda solamente en la Biblia: cuántas veces nuestras madres se han levantado de la silla para hacer más café. «Es que la presencia de María Madre es una presencia de atención y de amor», dice el cardenal. Observa, encuentra, y entonces se solidariza: «en la boda no hay vino y ella no expulsa de sí el problema de los novios, incluso a riesgo de ponerse donde no le toca», dice Sistach. «Porque todos somos sociales, el problema de unos repercute en los otros; y porque somos solidarios, también somos de alguna manera responsables de los problemas de los demás».
Por último, para el cardenal catalán María es «presencia de fe»: «Fe en su hijo, cuando dice Haced todo lo que Jesús os diga a los que servían, que somos nosotros». María no había visto a Jesús obrar un milagro todavía, pero creía en él. «Y su hijo, a su vez, entendió lo que María le pedía. Ella le comentó: Se han quedado sin vino. Pero no era sólo un comentario. También él la conocía«.
La Virgen puso, así, a su hijo en un aprieto. De pura solidaridad hacia los novios, les puso antes que a su hijo, al que aventuró. Aún no ha llegado mi hora, había dicho Jesús. «Pero María le hizo avanzar. El reto de Jesús lo provocó su madre», dice el cardenal. Esto también es algo que pasa en todas las casas.
Y en la casa de San Antón, todo lo que empieza, aunque empiece de otra manera, termina bien: entra en la sala de conferencias Pelayo, el perro del Padre Ángel, y se deja acariciar por todos sus amigos en situación de calle. «Jesús incidió en lo espiritual salvando primero lo material: por supuesto que el vino importaba», concluye Sistach.
Entonces me doy cuenta. Todos los sintecho que me rodean, han venido a por su bocadillo. Han venido a San Antón para poder cenar. Pero se han quedado a escuchar, y nada menos que un cardenal -«Sí, sí, casi como el Papa», les aclara sonriendo el Padre Ángel- les ha hablado de la misericordia de María. Y aquella agua se convirtió en el mejor vino.
La Semana en San Antón continúa hoy, con una conferencia de Luis Ángel de las Heras, cmf, presidente de Confer, sobre «Misericordia Quiero y no sacrificios». Mañana, tendrá lugar la presentación del libro «Entrañable Dios», de Xabier Pikaza y José Antonio Pagola (Verbo Divino). Jueves y viernes los encargados de las ponencias serán los sacerdotes Manuel María Bru y Fernando Prado, cmf. Todas las actividades tendrán lugar a las 19,30 horas en San Antón.