Insistimos mucho en la formación espiritual y en la sacramental, pero descuidamos la formación ética
(Jesús Bastante).- Hoy nos acompaña Roberto Noriega, fraile agustino. Su labor sacerdotal ha discurrido entre la parroquia y la formación. Esto le ha permitido realizar observaciones que enlazan la formación con el ministerio. El resultado, el libro que nos va a presentar, «La responsabilidad ética en el ministerio sacerdotal. El arte de servir» (Desclée).
Roberto, bienvenido. Se habla mucho de las funciones del sacerdote. Tendemos a pensar que se trata de administrar los sacramentos y llevar un estilo de vida más o menos apropiado.
Muchas gracias, es la primera vez que estoy con vosotros y es una alegría. Os sigo en internet.
Tenemos amigos comunes como Pedro Langa y monseñor Castellanos.
Nicolás me ordenó sacerdote y Pedro Langa fue mi profesor de ecumenismo. Un magnífico profesor. Guardo gratos recuerdos de estos dos amigos de esta casa.
Y dos buenos referentes. Vienes a presentarnos un libro extraño, pero muy necesario: «La responsabilidad ética en el ministerio sacerdotal. El arte de servir» que publica la editorial Desclée.
Me ha llamado mucho la atención el título. ¿Por qué la responsabilidad ética y cuál es?
He trabajado la mitad de mi vida sacerdotal en parroquia y la otra mitad en el campo de la formación. Me he dado cuenta de que tendemos a preocuparnos de los aspectos religiosos, de la dimensión espiritual e incluso de la dimensión de servicio. Pero no hemos cuidado tanto de nuestros deberes y obligaciones, de nuestra responsabilidad como sacerdotes. Y tenemos que estar a la altura. Para este libro, he aprovechado la ética aplicada de otras profesiones porque creo que nos pueden ayudar para profundizar en el ministerio sacerdotal. En los aspectos de comportamiento y de actitudes de servir a los demás.
Como una profesión.
Hay una formación específica. Estos aspectos los compartimos como una profesión normal, aunque el sacerdocio es una vocación.
La responsabilidad ética, ¿hacia quién va dirigida? Es del sacerdote, pero, ¿ante quién tiene que responder?
Las cuestiones éticas siempre son cuestiones que hay que dirimir en la propia conciencia. Pero esa conciencia tiene que analizar las responsabilidades: hacia la Iglesia, hacia las personas que están esperando algo de ti, y en último lugar hacia uno mismo. Responsabilidades como sacerdote que tiene que responder a una vocación o a unas peticiones de vivir la voluntad de Dios en su propia vida. Son las tres ámbitos de la responsabilidad ética. Y la intuición del libro es la siguiente: la sociedad tiene unas responsabilidades éticas. Fijarnos en esas posibilidades nos puede ayudar a los sacerdotes a cumplir también nuestra responsabilidad. A depurar y afinar nuestra sensibilidad ética.
Es complicado. Fijarse en el mundo cuando la Iglesia siempre te ha enseñado eso de «estar en el mundo pero sin ser del mundo»
Yo soy agustino. San Agustín, en «La ciudad de Dios» habla de que la ciudad de Dios y la de los hombres está mezclada. Él habla de la «permistio». Vivimos en la ciudad de los hombres, en un ámbito secular. Hay aspectos de este ámbito que compartimos desde la Iglesia como institución, y como ciudadanos. Y en los cuales nos podemos fijar porque además nos ayudan a vivir la ética sacerdotal. Porque hay gente similar a nosotros, que realiza un trabajo parecido. Unos se preocupan por la gente, otros comunican, como los periodistas. Gente del ámbito educativo, del sanitario… Tenemos muchas dificultades comunes, y si buscamos las respuestas en común nos enriquecemos todos.
Esta responsabilidad ética, por ejemplo en el caso de un sacerdote en una parroquia ¿implica también esa participación con otros grupos expertos en materias? ¿Cómo se articula, y desde tu experiencia qué cosas podemos mejorar?
A veces los sacerdotes tenemos que tomar decisiones muy complejas, como todo el mundo. Tanto en la vida como en el trabajo. Por eso, desde la experiencia de ellos, el compartir y el diálogo, podemos encontrar soluciones.
Lo primeo es leer, estudiar. Es decir, yo tengo unas dificultades y unas decisiones que tomar, voy a conversar, voy a estudiar y fijarme en lo que hacen otras personas para ver cómo eso me puede ayudar a mí.
Hablas de un código ético propio de un sacerdote. ¿Existe?
El código ético puede ser institucional o personal. Yo tengo mi propio código ético personal. Es fruto de un seminario donde el trabajo consistía en que los seminaristas elaborasen su propio código ético. Nos podemos fijar en códigos de otras profesiones institucionales, e incluso personales. Es la idea.
¿Qué claves puede tener un código deontológico del sacerdote?
Lo primero es que el sacerdote se dé cuenta de que es un hombre entregado a las cosas de Dios y de la Iglesia, y al servicio también del mundo. Es el Concilio Vaticano II: dar fruto de caridad para la vida del mundo. Y a partir de ahí, decir: la esencia del sacerdocio es la fe, que los fieles confíen en mí. La esencia ética, por decirlo de alguna manera. Trabajar un poco esa confidencialidad, y esa confiabilidad. Que el sacerdote sea un hombre entregado, dedicado. Un hombre que respeta. Que maneja muy bien la información, como es el secreto de confesión. Saber manejar esos aspectos, como los médicos o los psicólogos. Eso nos puede ayudar a situarnos bien en la parroquia y a ser hombres más dedicados y entregados. A servir de ayuda a la parroquia y a los ciudadanos.
Es una profesión muy delicada en ese sentido. Lo comparas bien con los médicos o los jueces, ese tipo de profesiones que son vocacionales y que suelen tocar lo más íntimo de la persona. ¿A la hora de formar a los sacerdotes, estos criterios se tienen en cuenta?
Como te comentaba al principio, creo que hemos insistido mucho en la formación espiritual y en la sacramental pero a veces no nos hemos preparado para manejar este tipo de informaciones tan sensibles. Por eso es un libro extraño. En España no hay mucho. Se ha trabajado algo más en EE.UU., un poco en Latinoamérica, y también en Portugal. Por eso me lancé a escribir el libro.
Me parece que esta intuición es buena para todo el mundo. Es un trabajo para formación de seminaristas y para sacerdotes que quieren depurar su sensibilidad ética para cumplir su ministerio. Aunque en España todavía no se ha hecho mucho, incluso en la Iglesia. Hay deberes éticos que no están tan insistidos. En los documentos de la Iglesia no aparecen o aparecen muy poco.
Si tuvieras alguna responsabilidad en cambiar los planes de formación del seminario. ¿Por dónde empezarías?
Lo primero es definir el sacerdocio. El sacerdocio no es una carrera. El papa Francisco ha insistido mucho en esto. Es una vocación de entrega. Y a la hora de servir a los demás, hay que ser muy sensibles y muy sensatos. Uno no lo sabe todo y tiene que aprender. Conocer a la gente con la que va a trabajar.
Estar siempre en preocupación de fijarse en la perspectiva del otro. Este es punto de partida para seguir profundizando esa sensibilidad.
A veces tenemos desde fuera la percepción de que los sacerdotes que empiezan, van de superhéroes por la vida. Que es gente que ha tenido una gran visión para entrar en el seminario, y lo dejaron todo por los demás. Y por eso, los demás tienen que obedecerle y tomarle como una persona distinta al resto. Esa sensación de estar un poco por encima de la comunidad, supongo que tiene que ver con esa falta de comunicación.
Esto ha estado muy presente en la historia de la Iglesia. El sacerdocio o la vida religiosa, se consideraba superior. Somos consagrados, nos entregamos totalmente a Dios sumamente amado, como decimos en nuestra fórmula de profesión. A mí me ayudó mucho la experiencia de un sacerdote, que ya falleció. Él decía: el sacerdocio es una cosa muy fácil; pensar mucho en los otros y poco en sí mismo. Entonces sí uno tiene sus estudios, y se ha preparado y estudiado para conocer todas las cosas y entregarse y servir mejor a los demás.
Pero se trata de pensar también mucho en los otros. En cómo los otros se acercan a mí, qué es lo que necesitan. Cómo los puedo hacer ver el evangelio. La humildad. Y vuelvo a San Agustín, que es mi padre: «Primera virtud, la humildad. Segunda virtud, la humildad. Tercera virtud, la humildad…». Es el arte de servir a los demás, acercarse con consejos y con sencillez. Es decir, yo soy un pastor que camina junto a mis ovejas.
Como dice el papa Francisco: «ni delante ni detrás, a veces delante, a veces detrás, y siempre con».
Caminamos juntos. Los sacerdotes también tenemos nuestro corazoncillo, y éste camina junto con la vida de la parroquia y de la gente que está cerca de nosotros. No se trata de dar lecciones a nadie. He trabajado siete años en las favelas de Brasil. La gente sencilla me ha dado unas lecciones magníficas.
¿Cuáles son los principales problemas de gestión, que experiencias como las que narras en tu libro podrían contribuir a solucionarse?
Un primer problema de gestión es la selección vocacional. Muchas veces nos hemos equivocado. Yo he sido formador y ves un poco las deficiencias que traen los jóvenes. No todo el mundo sirve para sacerdote, aunque suene duro. Y me parece que es necesario hacer una primera selección vocacional. Y a partir de ahí trabajar la formación, los aspectos académicos y los espirituales. Pero también los éticos. Hacer materias más prácticas, más digestión. Y no siempre se hace. Lo echo en falta, y precisamente la idea del libro es ayudar a la gente a que se dé cuenta de que hay una serie de exigencias que tenemos que cumplir.
Primero una selección de personal, y una buena formación que también incida en aspectos éticos. Es bueno que el seminarista o sacerdote, lo mismo que tiene un proyecto personal de vida tenga un código ético de vida y de persona. Son cosas compatibles y serían estupendas.
¿La cuestión de la crisis vocacional tiene algo que ver con lo que estamos hablando?
Hay algunos aspectos y aparecen en el libro. Porque los sacerdotes hacemos muchísimas cosas: somo gestores, somos constructores de parroquias, somos albañiles. Por otro lado somos profesores, y un poco psicólogos. A veces tanta actividad nos hace perder el rumbo. De hecho hay mucha gente que se ha desorientado en ese sentido y ha abandonado el sacerdocio. Esto tampoco ayuda. El tener que saber de todo asusta. También la imagen del sacerdote que damos es la de una persona alejada, de un superhombre y esto a la gente la intimida.
Yo confiaría más en un sacerdote que tiene su propio código ético. Esto da una entidad, una seriedad. Da un peso a la vida y una seguridad. Una confianza. Independientemente de que uno se equivoque a la hora de tomar decisiones. Y creo que esta deficiencia ética afecta a la vocación. Independientemente de los escándalos.
Se está estudiando la posibilidad de aumentar la edad mínima para ordenarse sacerdote. Incluso un periodo de pre-formación antes de ingresar en el Seminario Mayor. También se están dando más casos de sacerdotes que entran al seminario después de haber estudiado alguna carrera, de haber tenido experiencias más insertadas en el mundo. ¿Cómo ves esas dos opciones?
Creo que no se trata de edad, sino de madurez para asumir esas responsabilidades. Creo que la gran mayoría de los casos tendría que ser así. Yo entré con once años al seminario. Entramos cincuenta y cinco chicos. Sólo quedo yo. Si el esfuerzo que se utilizó con aquellos niños se emplea con adolescentes o con jóvenes en pastoral universitaria, aunque se retrase un poco la edad del sacerdocio se ganaría en madurez, en integridad, y en experiencia de vida. La gente estaría más preparada y sería más responsable en línea de principio. Sería bueno.
Si ahora le dices al obispo que en los próximos años no va a tener ordenaciones porque van cambiar los planes de estudio…, esto es muy complicado también.
Es cierto. Pero la responsabilidad que aparece aquí, aunque está más dedicada a los sacerdotes también la tienen los obispos en sus decisiones. La intuición sigue siendo la misma. Del mismo modo que el gestor de una empresa tiene unos códigos y un modo de actuar ético, esto también debería servir para la gestión episcopal. Aunque la sociedad de la Iglesia no sea democracia, sino jerarquía, hay elementos de ese sistema democrático que nos pueden servir para mejorar nuestra sensibilidad ética.
Una de las revoluciones de este papado, es que no está haciendo tanto de normativa como de actitud. Es un Papa que está convenciendo con la forma de presentarse ante el mundo. ¿Es un Papa con responsabilidad ética?.
Creo que sí, porque da principios más que normas. Criterios de acción, que es una de mis preocupaciones. Podemos decir que Francisco es un hombre responsable de su papado. Habrá gente a la que no le guste porque prefiera las cosas más hechas. Pero en cuestiones éticas, a veces nos encontramos con problemas tan tremendos que cualquier solución que tomemos es válida. Y eso depende de la propia conciencia, que tiene que estar muy bien formada. Francisco va por ahí, es un papa del concilio en el sentido de aproximarse a los laicos. De que el pastor sea pastor y no huela a aeropuerto. Ya planteó por ejemplo el tema de la jerarquía de valores. No solo dogmáticos, también éticos que tienen un calado tremendo. Hay que seguir trabajando en esta línea. Un poco la idea de ordenar los amores, que decía san Agustín.
Volvemos a san Agustin…
El libro es autobiográfico, hecho desde mi experiencia. Llevo veinticuatro años de sacerdote y treinta de fraile, y uno ya tiene ciertas experiencias del ámbito formativo. Pienso que hay que orientar un poco este tema. Es bueno para la gente.
Pues muchas gracias Roberto.
«La responsabilidad ética del ministerio sacerdotal. El arte de servir», de Desclée. Un placer, y ojalá que estas orientaciones y estos principios continúen calando en la labor sacerdotal y parroquial. Será más útil para la sociedad.
Muchas gracias a vosotros. También recordar que en esta tarea de desarrollar esa sensibilidad ética en los sacerdotes, vosotros sois una gran ayuda. Tenéis una experiencia de responsabilidad ética de trabajo y de manejo de la información. Subíos al carro de la formación de los sacerdotes y de los seminaristas. En el fondo es hacer que el reino de Dios se haga presente entre nosotros. Gracias por vuestro trabajo.
Otros titulares:
No todo el mundo sirve para sacerdote, aunque suene duro
Hacer materias más prácticas, más digestión
Francisco da principios más que normas
La ética aplicada de otras profesiones nos puede ayudar para profundizar en el ministerio sacerdotal.
Las cuestiones éticas siempre son cuestiones que hay que dirimir en la propia conciencia. Pero esa conciencia tiene que analizar las responsabilidades.
Lo primeo es leer, estudiar.
La esencia del sacerdocio es la fe, que los fieles confíen en mí.
Un sacerdote tiene que estar siempre en preocupación de fijarse en la perspectiva del otro.
La gente sencilla me ha dado unas lecciones magníficas.