Agustín Ortega

Comprender la fe en la vida y la moral

Celebrando el tercer aniversario del Papa Francisco

Comprender la fe en la vida y la moral
Agustín Ortega

El pecado del egoísmo con sus ídolos del poder y de la riqueza

(Agustín Ortega).- Se cumplen tres años de la llegada del Papa Francisco al ministerio de Pedro, como Obispo de Roma, como el que preside en la caridad y el servidor de los siervos de Dios, garante de la fe y comunión en la Iglesia. Es buen momento para hacer un balance, síntesis y perspectivas de estos tres años de ministerio, del proyecto de fe, de misión evangelizadora y pastoral que nos está presentando el Papa Francisco.

Y podemos comenzar diciendo que, siguiendo a la tradición de la Palabra de Dios y de la Iglesia- a los Santos y Doctores como por ejemplo Tomás de Aquino-, el Papa Francisco nos muestra la entraña y el corazón de la fe. Esa entraña y alma de la fe no es otra que el don del encuentro personal, espiritual y místico, con el Dios revelado/encarnado en Cristo y su Espíritu. El Dios de la misericordia y de la compasión, del amor y la justicia liberadora con los pobres de la tierra, de la paz y de la creación, de la solidaridad, de la vida y la alegría; frente a todo pecado, mal e injusticia, el pecado del egoísmo con sus ídolos del poder y de la riqueza, del ser rico y poderoso, de la violencia y de la guerra…Siguiendo al Evangelio de Jesús Pobre y Crucificado (cf. Mc 10, 17-27; Lc 1,46-55. 6,20-23.16, 19-31; 2 Cor 8,9, etc.).

Desde los Padres de la Iglesia, como los Griegos o Latinos- como por ejemplo San Jerónimo con su recordada Epístola a Hebidia (cf.121,1)-, los Santos y Doctores de la Iglesia, hasta llegar al Vaticano II (cf. GS 69) o S. Juan Pablo II (cf. SRS 31): la fe e Iglesia nos enseña como la riqueza, el ser rico es incompatible con el seguimiento de Jesús y la fe; ya que el Evangelio nos llama a la vida espiritual y fraterna, desde la pobreza solidaria en el compromiso liberador por la justicia con los pobres de la tierra.

De ahí que el Papa Francisco nos presenta la realidad de la Iglesia de Jesús, Iglesia misionera al servicio del Reino de Dios y su justicia con los pobres, Iglesia en salida hacia las periferias, Iglesia pobre con los pobres. Iglesia de la misericordia, del perdón y de la alegría. Como se observa, en la línea de los anteriores Papas, Francisco actualiza y profundiza el Concilio Vaticano II que, como nos transmite la Iglesia, es la guía y la brújula de la fe católica.

El Papa Francisco nos manifiesta, pues, una fe que busca la santidad y la conversión en el amor fiel a Dios en Cristo, a la iglesia y a los pobres, claves de la identidad cristiana. Lo que evidentemente ha encontrado y encontrará resistencia u oposición que ejercen los diversos tipos de fundamentalismos e integrismos o relativismos, cuyos extremos se tocan en una cerrazón totalitaria, del poder y de la riqueza, de los poderosos y ricos de esta tierra.

Como nos testimonia el Papa, la fe siempre es revolucionaria, transformadora y liberadora, la revolución de la ternura y de la alegría en el Dios e Iglesia pobre con los pobres. Lo cual siempre encuentra oposición y persecución por parte de los poderes de todo tipo, de todos estos fundamentalismos, integrismos y relativismo que rechazan al Dios del amor misericordioso, de la vida y de la justicia con los pobres, de la paz y no violencia. Como nos enseña las bienaventuranzas e iglesia, por ejemplo el Concilio Vaticano II (cf. LG 8, GS), es la condición de seguir a Jesús Pobre y Crucificado que, en la entrega de su vida por la salvación liberadora en el amor y justicia con los pobres, es calumniado, perseguido y maltratado hasta la muerte en cruz. El Dios que en Jesús Pobre y Crucificado, nos salva y libera integralmente.

De esta forma, en la línea de la teología y enseñanza actual de la Iglesia, el Papa Francisco nos muestra cómo Dios y la persona, lo humano y divino. La gracia y la acción, la fe y la razón, la espiritualidad y lo bueno del mundo donde habita el Espíritu, la mística y la justicia con los pobres, el amor misericordioso y la moral, lo trascendente y lo material, etc. lejos de oponerse: se armonizan, fecundan y plenifican. Es la fe y la espiritualidad de encarnación que, a semejanza del Dios-Verbo Encarnado en Jesús, se manifiesta y realiza en la vida. El Dios que en Jesús asume todo lo humano e histórico para salvarlo en el amor, en la caridad política y justicia con los pobres, e irnos liberado de todo pecado, mal e injusticia. El Papa Francisco nos transmite así este corazón de la fe. Con una cosmovisión global, que conjuga e inter-relaciona la gracia de Dios con la libertad comprometida del ser humano, el don y misericordia de la salvación con la santidad en la conversión al Evangelio y su Reino de amor, paz y justicia con los pobres.

Nos muestra a un Dios misericordioso que nos perdona, que nos regala la filiación y salvación universal, para todo ser humano que es hijo de Dios y que, desde esa gracia, debe acogerla en un proceso de conversión a Cristo, a la santidad y justicia con los pobres. Ciertamente existe la posibilidad real de que el ser humano se encierre en el mal y en el pecado, que definitivamente rechace a Dios. Lo que la iglesia cree y denomina como infierno, fruto la sagrada libertad del ser humano con su conciencia. Aunque hay que dejar claro que la iglesia no nos enseña que eso haya sucedido, desconoce o no juzga si hay realmente alguna persona concreta, con nombres y apellidos, en el infierno. Es el ser humano el que, con su libertad, puede rechazar a Dios y no al contrario, no es Dios quien pena y castiga a las personas con el infierno. Y hay que confiar y esperar sobre todo en la salvación universal, en la gracia y el perdón de Dios que prevalece sobre el mal y el pecado.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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