Con su sentido del humor, tan característico, mossèn Ballarín decía que "el peor pecado es creerse importante". Y el peor defecto es "no tener sentido del humor"
(Josep M. Bausset osb).- Esta madrugada, a los 96 años, ha muerto mossèn Josep Mª Ballarín, sacerdote, escritor, aficionado al Barça y sobre todo, hombre lleno de bondad, que con su buen humor hacía la vida más amable y más acogedora a todos aquellos con los que trataba.
Mossèn Ballarín, que nació en Barcelona el 8 de febrero de 1920, formó parte de la Quinta del Biberón durante la sangrienta guerra civil. Recluido en un campo de concentración al acabar la contienda, el obispo de Solsona, Vicent Enrique i Tarancon lo nombró capellán custodio del santuario de la Virgen de Queralt, donde estuvo desde 1953 a 1988, año que pasó a ser vicario del pequeño pueblo de Gósol.
Hombre que seguía con fidelidad y pasión los partidos del Barça y amante del puro después del almuerzo, en una memorable entrevista en TV3, «El Convidat, mossèn Ballarín», con su sencillez tan característica y con su buen humor, recordaba que con su libro más famoso, «Mossèn Tronxo», con 100.000 ejemplares publicados, había ganado diez millones de pesetas, aunque al cabo de un año «ya no me quedaba ni una», ya que repartió el dinero a gente necesitada. Mossèn Ballarín confesaba que «un sacerdote no podía tener tantos cuartos», y por eso lo repartió todo.
Después de los años al santuario de la Virgen de Queralt, el 1988 mossèn Ballarín pasó a vivir entre Berga y Gósol, donde todos lo conocían, un lugar donde la soledad no existía. En la entrevista a Albert Om, mossèn Ballarín aseguraba que la gente se siente más sola en Barcelona que en Gósol, debido a la indiferencia y al anonimato que hay en las grandes ciudades.
Enemigo de clericalismos, mossèn Ballarín decía hace unos años en el programa «El Convidat», que los sacerdotes están «demasiado preocupados por el papa y por los obispos», y que lo que habrían de hacer «es tratar a la gente». Crítico con los papas, en una entrevista al diario Avui (20 de noviembre de 2013) Ballarín creía que de todos los papas, era Juan XXIII el que se «salvaba», y también «el de ahora», el papa Francisco, «un hombre que llegó a obispo y a cardenal, pero no dejó de ser cura».
Mossèn Ballarín, que consideraba la pederastia como un delito que merece un castigo, le gustaba que la Iglesia no fuese «tan aburrida», y por eso rezaba para que Dios le concediese «el sentido del humor», que es lo que nos salva de la rutina.
Para mossèn Ballarín, la misión del sacerdote es «ser amigo de todos», para dedicarse por completo a los otros. Mossèn Ballarín afirmaba también que «lo que importa es la gente y tener las puertas abiertas. Defensor del celibato para los presbíteros, moceen Ballarín era crítico con los sacerdotes más jóvenes, asegurando que «los que salen ahora son más carcas que nosotros».
Y es que «la Iglesia ha perdido agilidad» y por eso le cuesta tanto adaptarse a los cambios. De aquí que defendía que «para recuperar el frescor en la Iglesia, haría falta que la enseñanza en los seminarios fuese fresca. Y no lo es». La misión del sacerdote, cuando trata con la gente, como quería y hacía mossèn Ballarín, es «ayudar a descubrir lo que tienen de bueno».
Además de «Mossèn Tronxo», mossèn Ballarín escribió otras obras como «Francesco», «Sant Benet, mil cinc-cents anys», «Mossèn Ballarín per ell mateix», «Pluja plena de bassals» o «Ai Francesc, si aneu a les valls d’Andorra». Pero el mejor libro de mossèn Ballarín, según el P. Bernabé Dalmau, monje de Montserrat, es «Paràboles del retorn», ya que en esta obra Ballarín se adelantó al papa Francisco, en sus intentos de salir a las periferias existenciales.
Ballarín colaboró también con diversos artículos en el diario «Avui», en la revista «Serra d’Or» o en el diario «El Matí digital». El 1995 recibí la Creu de Sant Jordi y en 1996 el Premio Ramon LLull.
Con su sentido del humor, tan característico, mossèn Ballarín decía que «el peor pecado es creerse importante». Y el peor defecto es «no tener sentido del humor». Una de las reflexiones, llena de sabiduría de mossèn Ballarín y que todos habríamos de tener en cuenta, es que «la vida no es como te la dan sino como te la coges». Para mossèn Ballarín la llave de la felicidad está en «no buscarla».
El recuerdo y el ejemplo de libertad evangélica de mossèn Ballarín, así como su compromiso con la lengua y cultura catalana, es para todos los que lo conocimos, personalmente o por medio de sus obras, un estímulo a ser más honestos y más comprometidos, tanto por lo que respecta a la Iglesia como también al País.