Cada vez que muere alguien como consecuencia de la injusticia, es Jesús quien vuelve a morir injustamente
(Diego Pereira).- La muerte es un tema que nos preocupa a todos. Nos preocupa sí, pero sobre todo a nivel personal, cuando tiene que ver con nosotros mismos, cuando está en peligro nuestra propia vida. Al morir algún ser querido experimentamos ciertos sentimientos de miedo, de resignación, incluso de enojo por la supuesta injusticia. Muchos seres queridos se nos mueren injustamente por enfermedades, por accidentes, incluso mala praxis médicas.
Algunos por que les llegó la hora, pero aún así no logramos comprender. Sólo cuando nos toca a nosotros estar en situaciones cercanas a la muerte es cuando nos interpela profundamente. Algunos creyentes se aferran a Dios y le suplican por sus vidas, algunos que no creen quizá sea la oportunidad para aferrarse a algo.
Dije «nosotros» y me referí a los que somos ciudadanos de las polis capitalistas y que vivimos en el centro del huracán del neoliberalismo donde corremos día a día bajo los intereses del mercado. Para nosotros, que seguimos creyendo que el dinero nos asegura un buen presente de comodidades y donde invertimos en el futuro financiando viajes a hermosos lugares, que nos hacen creer que nos alivian los males del alma.
Para nosotros que seguimos aceptando la esclavitud de los impulsos caprichosos de nuestros antojos, bajo la bandera: «la vida es una sola y hay que disfrutarla ahora». Para nosotros que nos dejamos ilusionar con propagandas de productos que nos regalan una longevidad. Para nosotros que nos distraemos con tantas cosas superfluas, la muerte pasa por nuestro lado y nosotros evitamos percibirla. Queremos vivir y tenemos derecho!
Pero ¿qué pasa con los que conviven diariamente con la muerte?, ¿qué sucede con los que día a día se encuentran en el filo de no poder elegir si vivir o morir? Este grupo de personas que no entran en el sistema pues no tienen capacidad de consumo experimentan que no tienen opciones para escapar de la muerte, y, en un primer momento, podemos decir que ni siquiera ellos mismos tienen en sus manos las posibilidades de decidir qué hacer con ellas.
No consumen, no viajan, no tienen servicio de salud, no tienen fiestas distractivas, no comen…lo hacen de forma salteada, muchas veces las sobras de otros. Su condición en el mundo no les permite ser indiferentes a la muerte pues la muerte es la noticia diaria, el pan de cada día. Cada mañana se despiertan contando a los miembros de su grupo pues cada día puede ser que uno de ellos no esté más.
Para leer el artículo completo, pinche aquí