Blande la espada de la paz por la justicia y la verdad en favor de los desheredados de este mundo
(Francisco Gómez García Fidalgo).- Los resultados, día a día, de un proyecto iniciado, reflejan la identidad integral, buena o mala, de las personas públicas o privadas que lo ponen en marcha. Un día, más pronto que tarde, terminan por hacer hablar a los ciudadanos con lenguaje común.
En el caso del Papa Francisco no es diferente porque le siguen los medios, no sólo del Vaticano, en las reformas necesarias que se ha marcado. Se trata de una persona sencilla, afable, humana, sensible, con paso firme y decidido, tallado mitad monje, mitad soldado, en la misión cristiana ignaciana, consciente de una sociedad en decadencia política, cultural, empresarial y religiosa, al menos en Europa; pero heredero del Evangelio de Jesús de Nazaret, como Sucesor de Pedro, dispuesto a dar batalla a católicos rancios, al tráfico de armas, a la guerra, a políticos corruptos o a obispos con modales mundanos, sin excluir a los pedófilos en la Iglesia, a los gobernantes insensibles ante los refugiados; a quienes han excluido de la Comunidad a los divorciados y vueltos a casar, porque no acertaron a la primera y creen, sin embargo, en la vida de familia.
En realidad blande la espada de la paz por la justicia y la verdad en favor de los desheredados de este mundo con un lenguaje nada agrio ni avinagrado de tal forma que ha hecho callar a ciertos jerarcas y a no pocos teólogos/as, que no sabemos dónde se han escondido.
Los gestos y hechos, nacidos de su estilo de vida nada mundano, elocuentes por sí mismo, son la expresión lingüística que todo bien nacido y hasta los espíritus inmundos entienden. Recordemos algunos encuentros:
En Lampedusa el 08/07/2013 donde evoca la pregunta de Dios a Caín: ¿Qué has hecho con tu hermano Abel? o en la visita al campo de refugiados de Lesbos, el 16/04/2016, con el Patriarca Bartolomé I y el Arzobispo Ortodoxo de Atenas, Jerónimo, quienes firman una Declaración conjunta de la que recordamos lo siguiente: «Juntos imploramos firmemente el fin de la guerra y de la violencia en Medio Oriente; imploramos una paz justa y duradera, así como el regreso digno de quienes fueron forzados a abandonar sus hogares».
En su discurso, ese día, invita a los Gobiernos a terminar con las hambrunas, las guerras, el terror y la inseguridad que obligan a cruzar los mares y las vallas, con riesgo grave, a miles de desplazados.
Con su encíclica «Laudato Si», del 24 de mayo del 2015, sobre el cuidado de la casa común o madre tierra, ha contribuido a que la familia humana tome conciencia del desastre fatal y final que nos espera, si no cuidamos de la tierra integrada, globalizada y por tanto relacionada.
En el viaje apostólico más peligroso, de los realizados, a Kenia, Uganda y República Centroafricana del 25 al 30 de noviembre del 2015, declaró: El Papa quiere estar con los excluidos africanos, tocarles, animarles, quererles y mimarles. Quiere predicar sin red ni chalecos salvavidas ni papamóviles blindados. Quiere ponerse a su mismo nivel y compartir sus penas y alegrías, sus sueños y esperanzas. Y sus mismos riesgos y peligros.
Buena parte de Mandatarios de América, han visitado al Papa Francisco o han acudido a la Diplomacia Vaticana, dado su elevado carisma de escucha y respuesta.
Ha logrado mantener vivo el espíritu del Sínodo de Obispos sobre la Familia durante dos años de debates y votaciones para publicar finalmente la Exhortación Apostólica titulada «La alegría del amor», sin mayores estridencias clericales o laicales.
El 06/05/2016, es reconocido como merecedor del Premio Carlomagno, instituido en 1950 para agradecer a las personalidades e instituciones el trabajo por la unidad y progreso de Europa.
Elocuente y profético ha sido, para concluir, el anuncio hecho por el Papa Francisco el 11/05/2016, ante unas 900 religiosas del mundo de la Unión Internacional de Superioras Generales, sobre la disponibilidad al estudio del Diaconado femenino dentro de la Iglesia católica.
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