Toda la tierra se hace presente simbólicamente en la Eucaristía, por el pan y el vino
(Eugenio Pizarro).- Si hay algo que llena de alegría mi corazón de pastor es hablar y anunciar la Buena Nueva del amor eucarístico de Jesús. «No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama». Así lo había dicho Jesús y Él con una consecuencia extraordinaria nos amó y nos ama en el Ara de la Cruz y en el Ara del Altar.
Y nos dice: «Hagan esto en memoria mía». Es el mandamiento del amor. Se trata de amar, no de cualquier modo, sino a la manera de Jesús. Les diré, que este misterio de nuestra fe le da sentido a mi sacerdocio: «Mi vida es la Eucaristía y la Eucaristía es mi Vida».
Ustedes me habrán escuchado hablar sobre la Eucaristía, sobre el Cuerpo entregado y la Sangre derramado por un Jesús que nos ama con el amor más grande, y que este amor tenemos que vivirlo en nuestra vida diaria, en acontecimientos corrientes y en los difíciles y extraordinarios que tenemos en nuestro mundo actual.
Ciertamente citaré textualmente las palabras de Jesús al respecto, pero también lo haré desde el Jesús que vive en mí. Hablaré «desde el corazón». «Mi vivir es Cristo». Y quiero llegar a decir como Pablo: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí». De antemano, les pido perdón, porque me alargaré en mi escrito. Y algunos dirán que mis palabras son reiterativas. Pero siempre encontrarán un «anuncio», una «denuncia» y una «convocación».
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