Tiene intención de ir abriendo las parroquias cerradas a la adoración eucarística
(Josemari Lorenzo Amelibia).- Vitoria merecía un obispo de la talla de Mons. Elizalde: une en una misma persona la madurez de un prelado longevo y el dinamismo de un recién acuñado como sucesor de los Apóstoles. Porque don Juan Carlos fue consagrado obispo en la catedral nueva vitoriana el 12 de marzo: no llega a los cien días de andadura y sus proyectos han comenzado.
El mismo día de su ordenación, acudía por la tarde al Viacrucis del Mundo: un rito singular, protagonizado por un nutrido grupo de inmigrantes, llenos de fervor, en el casco antiguo de la ciudad. Desde el comienzo se le ha visto al nuevo prelado gaisteizarra rimar con los necesitados, con los marginados. Y también, nada más empezar, ha tratado a sus sacerdotes como las niñas de sus ojos. Porque una de sus primeras salidas fue a la residencia sacerdotal, donde compartió mesa y mantel con ellos y saludó uno a uno a los curas allí hospedados. Ha caído muy bien; se los ha ganado; ya desde la misma ordenación donde le vieron como una persona capaz de emocionarse y empatizar con todos.
He tenido la suerte de mantener con Elizalde una larga conversación. Es el interlocutor ideal: deja hablar y habla: siempre con un rostro lleno de alegría serena, receptivo. Ha comenzado su andadura; y sus proyectos son de Nueva Evangelización. Este joven obispo me ha parecido cordial, receptivo y comunicativo, sincero, sencillo, asequible y, sobre todo – lo más importante – profundamente espiritual, rezuma Dios y Eucaristía por todas las partes. Hemos hablado de la diócesis, de sus proyectos inmediatos, de sus primeras semanas.
Lo hemos visto predicar en una plaza acompañando a los kikos. Y no va a ser algo meramente simbólico, porque va a seguir. Ha comenzado a celebrar en la parroquia de San Miguel la misa de la juventud todos los domingos a las 19,30. Él se siente con gran esperanza de que será un éxito. También la Misa de las Familias se oficiará todos los domingos en la catedral nueva, hasta ahora abierta en contadas ocasiones. Y espera que el gran templo se irá llenando. Se le ve con deseo de emplear los todos los medios de comunicación a su alcance para conseguir este y otros éxitos apostólicos.
Tiene intención de ir abriendo las parroquias cerradas a la adoración eucarística. En las últimas décadas se ha dado el fenómeno común de que muchas iglesias solo se abrían en las horas de culto. Esto irá cambiando. La Eucaristía ha de ser el centro de nuestra vida cristiana: en su aspecto sacrificial, latréutico y de presencia permanente; y por supuesto, como signo de unión. Por otra parte, nuestro pastor desea también abrir todos los viernes la catedral para que los jóvenes puedan visitar al Señor en sus noches de «gaupasa». En el gran pórtico se colocarán varias mesas para preguntar, debatir o profundizar en temas relacionados con la fe o la moralidad.
Y no va a actuar el obispo como el Capitán Araña. Ya ha dejado la mera vía administrativa; y su episcopado se desarrollará junto a su rebaño. Desea visitar familias de personas alejadas, e instaurar este apostolado como algo necesario para la misión eclesial; porque ni el obispo, ni los sacerdotes y seglares comprometidos pueden preocuparse solo de los que van a misa los domingos. La cercanía y ayuda a los necesitados siempre ha ido muy bien en nuestra ciudad; y seguirá, por supuesto.
En el Seminario de Vitoria durante los últimos años, los seminaristas se podían contar con los dedos de una mano. El próximo curso se ha propuesto Don Juan Carlos visitar los distintos centros escolares con el deseo principal de animar en la fe y encontrar vocaciones sacerdotales. La Iglesia de la diócesis de Vitoria ha empezado a cambiar. Pensamos que el papa Francisco nos ha entregado un pastor bueno.