Antonio Aradillas

Faltan y sobran milagros

"Vivir de los milagros" no es signo, ni "santo y seña" de vida cristiana

Faltan y sobran milagros
Antonio Aradillas, columnista

La devoción popular es un verdadero y sempiterno legado de Dios para la Iglesia

(Antonio Aradillas).- De entre las acepciones que destacan académicamente los diccionarios, el término «milagro» hace referencia al «hecho no explicable por las leyes naturales que se atribuye a intervención de origen divino», o «acto de poder divino superior al orden natural y a las fuerzas humanas». «Milagrerías» se aplica a «la narración de los hechos maravillosos que se quiere hacer aparecer como milagros».

Noticias recientes, con referencias a la causa de canonización que sigue sus pasos la Sagrada Congregación correspondiente a favor del – ¡ por fin¡ -,¡ya beato Mons. Oscar Arnulfo Romero asesinado (sic) el 24 de marzo Romero mientras celebraba la santa misa en la Catedral de San Salvador, advierten que su lenta -lentísima- tramitación, responde a la falta de reconocimiento «oficial» de dos milagros exigidos por los cánones.

. Mientras que en tantos otros casos sobraron milagros para que los responsables burócratas curiales prestaran su aquilatada aquiescencia, -aún a veces prescindiendo de los plazos establecidos-, en otros se hace caso omiso de tal requisito -«condición indispensable para una cosa»- y, con milagros o sin ellos, «el honor de los altares» reservado a algunos de sus aspirantes por sus promotores, les llegó con puntualidad

. A los procesos de beatificación-canonización actuales, por rigurosos y santos que sean y así sean presentados, les faltan muchas buenas dosis de teología, de ascética y mística, de sentido común, de piedad y además, y sobre todo, de evangelio, al menos en proporción similar al exceso de cánones, exegesis e interpretaciones, no todas ellas inmaculadas, y sin trampas.

. En los penúltimos tiempos, el Santoral de la Iglesia se nutrió de estampas, imágenes y ejemplos de niños y niñas, protagonistas de apariciones de la Santísima Virgen, a la vez que de «portentosos» milagros, con detallada exposición de mensajes de cual era, y seguiría siendo, su voluntad acerca de los males que hoy anidan y definen la sociedad y la misma Iglesia.

. El dogmático diagnóstico, las soluciones aportadas en las apariciones y el juicio acerca de ellas, llegaron a suplir y suplantar los criterios de la misma jerarquía eclesiástica y del santo evangelio, con frecuente y alarmante consignación de castigos eternos y de imperdonables pecados mortales, cuyo perdón y reparación habría de depender fundamentalmente de unos rezos y unos comportamientos ético- morales de contenido «piadoso», con el añadido de alguna limosna.

. Raramente el rezo y el compromiso con el «Magníficat» como programa e itinerario de vida cristiana, y de verdadera devoción a la «Madre de Dios y de todos los hombres» se hace presente y activo en los mensajes trasmitidos por los niños privilegiados, de cuya inocencia Ella se sirviera para hacerlos llegar al pueblo. La comprobación de no pocos abusos en esta labor «evangelizadora», sin obviar desgraciadamente el enriquecimiento material de personas, Órdenes y Congregaciones, con el encanto y al servicio de nuevos movimientos piadosos, suele ser demostración aproximadamente evidente de que todo cuidado y consideración en la interpretación religiosa es poco.

. El mismo criterio, e idéntica claridad y transparencia, es imprescindible tener y aplicar, cuando la casi obligada tramitación de las causas de canonización de esos niños y niñas, se pretenden juzgar como «milagros», hechos y acontecimientos que en calidad de «favores» fueron concedidos por mediación de la Virgen, bajo su nueva advocación.

. La devoción popular es un verdadero y sempiterno legado de Dios para la Iglesia. Precisamente por eso, en su clarificación a la luz de la fe y de la antropología, jamás se podrán ahorrar estudios, oraciones y cuantos medios naturales y sobrenaturales se requieran. Las visita- peregrinaciones a tan «sacrosantos» lugares, hasta pueden contribuir al mantenimiento y crecimiento de la fe, pero siempre y cuando prevalezca el principio acético y adoctrinador de que «qui multum peregrinantur, raro sanctificantur», es decir, que quienes hacen de las peregrinaciones, por muy marianas que sean, tan solo otras tantas programaciones de viajes y vacaciones, se alejan de los frutos que aquellas proporcionan con generosidad y en premio y compensación con los sacrificios.

. «Vivir de los milagros» no es signo, ni «santo y seña» de vida cristiana, como tal, don y gracia de Dios por encima de todo.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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