El gesto de la Generalitat de pedir perdón a las víctimas del accidente del metro de hace diez años, abre una nueva manera de hacer política, alejada de la insensibilidad de gobiernos anteriores, y pròxima a los que más sufren
(Josep Miquel Bausset).- El día 13 de este mes las Cortes Valencianas aprobaron por 64 votos a favor y 28 (del PP) en contra, el dictamen que ha elaborado la comisión encargada de esclarecer el accidente del metro del 3 de julio de 2006, donde murieron 43 personas y quedaron heridas 47.
Fue la presidenta de esta comisión, la diputada Sandra Martín, quien leyó las conclusiones del documento elaborado por la comisión, afirmando que aquel siniestro era «previsible y evitable». De esta manera las Cortes Valencianas declaraban que el que fue Presidente de la Generalitat, Francisco Camps, mintió, y que el PP escondió la verdad sobre los hechos del accidente del metro.
Después del acto, se entregó a los familiares de las víctimas del metro las conclusiones, y el Presidente de la Generalitat, Ximo Puig, así como la Vicepresidenta, Mónica Oltra, pidieron perdón «por lo que hizo la Generalitat» con el accidente del metro, ya que las víctimas que murieron confiaron en un servicio público y no pudieron llegar a casa.
Pedir perdón es, desgraciadamente, un hecho nada habitual. Y lo es todavía menos en la clase política. Y con todo, el perdón, lejos de rebajar o de debilitar a las personas, las hace más dignas y más fuertes. Y es que perdonar no es una debilidad sino una fortaleza. Por eso hace falta ser muy valiente para saber perdonar. Y también hace falta mucha osadía y generosidad para perdonar.
Un gesto de perdón ejemplar, que fue conocido el año pasado (El País 28 de junio de 2015), fue el del joven gallego Daniel Fernández, que el 2005, cuando iba en moto, un conductor borracho colisionó con él. De aquel accidente, Daniel Fernández perdió una pierna y le tuvieron que cama hacer una colostomía. Este joven quiso conocer al hombre que le provocó el accidente, para perdonarlo. Decía Daniel Fernández, con una fortaleza y con una generosidad admirable: «No soy capaz de guardar rencor. No lo quiero hacer». Por eso el año pasado se estrenó el documental, «Mil sorrisos e un perdón», que recoge el momento donde Daniel se reunió con el conductor que lo atropelló.
Pedir perdón, como ha hecho el Presidente de la Generalitat del País Valenciano y la Vicepresidenta Oltra, (también lo hizo el exconsejero Juan Cotino en la comisión de investigación) no cambia el pasado de las víctimas del metro, pero sí el futuro de estas persones, que, finalmente, han sido escuchadas y acogidas con afecto por la Generalitat. De hecho, las víctimas del metro no pedían nada del otro mundo. Solo querían ser tratadas con dignidad y saber la verdad del accidente, cosa que ha impedido, durante años, el PP.
Por el contrario, la actitud prepotente y arrogante del Sr. Camps (y del Sr. Aznar, por la guerra de Irak), no pidiendo perdón a las víctimas en ningún momento, ni recibiéndolas nunca, ya será juzgada por la historia.
El psicólogo y investigador del perdón, Everett Worthington (La Vanguàrdia 14 de octubre de 2015) ha desarrollado un proceso para llegar al perdón, que él ha sintetizado en la palabra «REACH» y que él trata para solucionar conflictos en las parejas.
R: recordar el mal que te han causado, de una manera generosa.
E: empatía para intentar comprender porqué tu pareja ha hecho lo que ha hecho.
A: altruismo, es decir: regalar el perdón de manera desinteresada.
C: comprometerse con el perdón.
H: del inglés hold, cogerse de manera que estas emociones negativas no se renueven.
Si conseguimos perdonar, eso cambia nuestras emociones y tenemos menos resquemores. No se trata de entenderlo, según Worthington, sino de sustituir la emoción negativa por emociones más constructivas. Porque las emociones negativas tienen graves repercusiones en la salud, ya que elevan el riesgo de infarto y debilitan el sistema inmunitario. De hecho, no perdonar, significa tener más riesgo de contraer una enfermedad. Y es que el rencor eleva los niveles de cortisol, que provoca la reducción de un 25% del grosor de los tejidos neuronales.
Por eso, el gesto de la Generalitat de pedir perdón a las víctimas del accidente del metro de hace diez años, abre una nueva manera de hacer política, alejada de la insensibilidad de gobiernos anteriores, y pròxima a los que más sufren. Y es que perdonar siempre nos hace más humanos.