La gymkana de los refugiados

Berlín Express

"Los JJOO, una segunda oportunidad para Yusra tras perderlo todo"

Berlín Express
Las hermanas Mardini, refugiadas y nadadoras UNHCR

"Casi morimos en el mar. ¿Ahora se supone que tenemos que tenerles miedo a ustedes?", le decían las hermanas Mardini a los policías húngaros

(Juanma del Olmo e Irene López Alonso, en Público).- Yusra y Sarah Mardini podrían ser una de las parejas concursantes de la última edición de Pekín Express. En el concurso, emitido en prime time por una de las grandes cadenas españolas, los jugadores compiten entre sí por llegar a la capital china, atravesando en su periplo numerosas ciudades y superando multitud de pruebas. Van de dos en dos, siempre con prisa, impulsados por las ganas de llegar a su destino, Pekín, mientras la presentadora, Cristina Pedroche, les desea suerte en «la aventura».

Yusra y Sarah podrían ser una de las parejas concursantes de Pekín Express, sólo que el programa debería llamarse más bien «Berlín Express», y nadie parecido a Cristina Pedroche aparecería para desearles suerte en su aventura. No habría nada de show y tampoco una recompensa por llegar a la meta, pero se mantendrían en cambio las pruebas a superar, la prisa por llegar a destino y esa sensación de estar participando en una especie de gymkana, en una carrera de obstáculos formada por vallas y controles policiales, trenes oxidados y autobuses atestados, húmedas tiendas de campaña, fronteras y centros de identificación, visados de tránsito y alambradas.

«Berlín Express» podría llamarse el viaje que miles de refugiados sirios han emprendido y siguen emprendiendo, atravesando Turquía hasta llegar a Europa, desde que la guerra vació su país de toda esperanza. Un viaje que tiene mucho de carrera de fondo, de incansable maratón por tierra y mar y que cuenta incluso con sus propios espectadores: los impasibles Estados europeos que, como si realmente se tratara de una competición deportiva, asisten a los naufragios sin evitar la sangría. Como si en el mar Egeo siempre se hubieran dado ese tipo de regatas. Como si no se tratara de vidas.

Berlín fue también el destino de Yusra y Sarah, las nadadoras sirias que se echaron al mar cuando la lancha en la que viajaban hacía aguas, salvando la vida de 20 refugiados. Después de desprenderse de todo su equipaje para aligerar el barco que estaba a punto de naufragar, las hermanas se tiraron al agua para remolcarlo, conscientes de que la mayoría de sus compañeros de viaje no sabían nadar. Así que nadaron ellas por todos, durante 3 horas hasta llegar a la isla griega de Lesbos: «después de aquello odié el mar», cuenta Yusra, quien ahora es la abanderada del Equipo de Refugiados que compite en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. El mar que podría haber sido su última piscina.

Yusra y Sarah alcanzaron su meta, Alemania, y siguieron entrenando. Dos nadadoras que casi mueren ahogadas. Dos refugiadas que no tienen país al que representar en las Olimpíadas, al igual que no tienen ya casa en Damasco ni recuerdos que sobrevivieran a las aguas del Egeo. Todo se lo tragó la guerra, pero también su miedo.

Por eso seguramente Yusra no podrá volver a mirar el mar con los mismos ojos, pero seguirá nadando como nada estos días en la piscina olímpica de Río: sin miedo a hundirse, sin miedo a perder el último motivo para mantenerse a flote, sin miedo a nada. Mucho menos a una derrota. «Casi morimos en el mar. ¿Ahora se supone que tenemos que tenerles miedo a ustedes?» le decían las hermanas Mardini a los policías húngaros que trataban de impedirles el paso en su huida. Por eso Yusra no necesita medallas.

El Estadio Olímpico de Atenas fue utilizado durante unos meses como campo de refugiados. Quizá Yusra y su hermana tuvieron que pasar una noche allí antes de abandonar el país por el puerto del Pireo y continuar su viaje por la ruta de los Balcanes. Quizá tuvieron que dormir en los mismos pabellones que años atrás albergaron a los campeones de la mayor celebración deportiva mundial. Los Juegos Olímpicos, que para quienes han sobrevivido a la guerra y al exilio no pueden ser más que eso: un juego. Un sueño alcanzado, un privilegio que dignifica, un premio a la superación y al esfuerzo, un orgullo, una segunda oportunidad tras perderlo todo. Pero simplemente un juego.

La realidad son las muertes del Egeo.

– Irene López Alonso es Graduada en Relaciones Internacionales
– Juanma del Olmo es Diputado de Unidos Podemos en el Congreso


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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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