Un hombre extrovertido, lleno de humor, un cantante privilegiado, fundador de grupos y plataformas, así como un genio en la creación de siglas
(Anne Karl-Rott. KLB).- Quisiera tomar esta palabra como tema de vida de Monseñor Gonzalo (1933-2016). Nosotros del KLB (Movimiento de cristianos que viven en el campo) de Münich pudimos pasar siempre con él algunos días tanto en su diócesis de Sucumbíos como aquí en la nuestra. Después de unos días, cuando habíamos ganado mayor confianza, nos conversaba sobre su «conversión», su cambio como misionero y como carmelita en Sucumbíos. El llegó entonces a la selva como un joven misionero con muchas ideas sobre cómo llevar a cabo la misión. Se hallaba entusiasmado por la irrupción del Concilio Vaticano II y la Teología de la liberación.
Luego se dio cuenta que la situación en esta zona climática eran muy diferentes. Como burgalés no estaba familiarizado con las condiciones de la selva tropical. Al inicio no había muchos caminos, la gran mayoría eran accesibles sólo a pie o con un bote. Sus ideas sobre la misión se tambalearon. «Me di cuenta, que estas personas que no tenían una mayor formación de estudios, eran sabias y hablaban con la verdad con tanta reverencia del Dios creador y yo solamente me pude poner a su lado con humildad».
¡Así se convirtió en el oyente!
Se puso del lado de las personas del lugar. Había muchos pueblos indígenas cuando empezó el tiempo de la colonización de esa parte de la selva oriental, debido a la explotación del petróleo. Las personas vinieron de todas partes del país, desde la costa, desde la sierra, quienes también se sorprendieron como él de la situación de un clima tan diferente a lo conocido hasta entonces por ellos, con una humedad a veces insoportable.
El fue consagrado obispo, me gustaría decir, él fue un pastor, ¡un verdadero «pastor»!
El se mantuvo al mismo nivel con quien fuera. Recuerdo un episodio en que nos encontrábamos delante de la casa del Obispo (la llamábamos «Josefstal de Sucumbíos»). Entonces llegó un hombre y le pidió conversar un momento. Lo llevó aparte y conversó con él creo que por 15 minutos, muy intensivamente, con atención. Luego nos pidió que lo esperáramos quince minutos más pues él quería aclarar algo más. Este hombre, un padre había perdido a su hijo en el límite del río de Sucumbíos y Colombia, probablemente en un encuentro entre los militares, paramilitares y las guerrillas. El Pastor lo tomó en serio, organizó algunas cosas que eran necesarias. Tal impresión la tuvimos no sólo una vez, sino que era lo común y corriente.
Monseñor Gonzalo fue un mediador de conflictos, intermediario entre los políticos, la política del petróleo y las personas que siempre supieron que ese petróleo traía enfermedades, peleas, daño en la naturaleza, etc. Él aportaba con ideas, un hombre extrovertido, lleno de humor, un cantante privilegiado, fundador de grupos y plataformas, así como un genio en la creación de siglas. Pero también fue un hombre muy contemplativo y religioso. ¡Sólo Dios basta!, decía a menudo.
Una gran pintura adornaba una pared de este «Josefstals» que explicaba a la diócesis – hasta que llegó el breve e infeliz tiempo de los Heraldos del Evangelio. Un cuadro del «pueblo peregrino de Dios», muchas personas que se encontraban en camino. Personas con rostros que todos conocían. Luego estaba Monseñor Gonzalo en medio de la comunidad, no atrás ni delante, la directora de la radio, la religiosa misionera suiza, Víctor, un catequista, la presidenta de la organización de mujeres junto al padre Jesús y muchos niños, mujeres y hombres.
De la mano de este cuadro explicaba él la iglesia de Sucumbíos, el obispo y todos los presentes iban juntos en el camino, cada uno según su vocación y capacidades es igual e importante. Él tenía el servicio del pastor, la señora en la difícil situación de alimentar la familia, de educar a los hijos, ese hombre lejos junto al río tenía que viajar cinco horas en bote para anunciar cada semana la palabra de Dios a la pequeña comunidad que vivía en ese sector…
Monseñor Gonzalo estableció en una forma especial de trabajo con los laicos -debido a la escasez de sacerdotes. Había misioneros, es decir, todos los que en la iglesia a tiempo completo o en forma voluntaria se encontraban activos, promotores de desarrollo de Austria quienes ensenaban mecánica en el colegio, así como los catequistas o los dirigentes de grupos.
El grupo del movimiento de católicos que viven en el campo (KLB) se encuentra muy agradecido, de haber podido conocerlo a él y a una iglesia que se encuentra cerca del corazón, abierta, alegre, libre y llena de esperanza… Pudimos conocer a muchas personas allí, las visitas fueron siempre días de alimento espiritual y encuentro con una iglesia viva, joven. Gonzalo nos dio un gran ejemplo de amor a la iglesia que hoy con el papa Francisco podemos sentir un poco más. ¡El Obispo Gonzalo, una persona maravillosa, un amigo entrañable!
Quizás sea también un signo, que en el día de la Ascensión pudo resucitar a la vida en Angola, en Africa donde fue misionero en los últimos años.
Una cita de Baltasar Gracián, poeta español y jesuita, nacido en el año 1601, calza perfectamente con el Obispo Gonzalo: «Amar es el más poderoso hechizo para ser amado» Baltasar Gracián, SJ (1601-1658)