Santa Juana Jugan vino a este mundo y lo incendió con sus brasas de amor a los ancianos
(Vicente Luis García).- 30 de agosto, fiesta de Santa Juana Jugán, fundadora de las Hermanitas de los Pobres. El obispo de Vitoria, monseñor Juan Carlos Elizalde, ha acompañado a lo largo de la mañana a las religiosas, voluntarias, trabajadoras, residentes y familiares en la residencia de ancianos que esta congregación tiene en Vitoria.
Monseñor Elizalde, junto a otros tres sacerdotes, Tasio, Javier, y el capellán Carlos Pérez de Onraita, ha celebrado la Eucaristía en la capilla de la residencia.
La madre superiora, Sor Pilar, ha agradecido al final dela misa la presencia del obispo y los sacerdotes y el trabajo de empleadas y voluntarias, así como la colaboración de los benefactores de esta obra de la Iglesia. Las Hermanitas de los Pobres realizan su labor asistencial en la capital alavesa desde 1878.
El evangelio escogido ha sido el de las Bienaventuranzas, que como reconocía el propio obispo al comienzo de su homilía: «es un texto que siempre resulta amable escucharlo». Pero él ha relatado una experiencia personal relacionada con este pasaje: «En un viaje a Tierra Santa tuvimos la oportunidad de celebrar temprano en la iglesia de las Bienventuranzas, con todo el lago de Genesaret de fondo. Allí ese texto me resultó duro de escuchar. ¿Hambre? ¿Sed? ¿en la cárcel? ¿Perseguido? ¿Cuándo me he visto yo en una de esas? ¿Cómo ser entonces bienaventurado? Partí de Tierra Santa con aquellas interrogantes sin resolver.»
Años más tarde asistiría a una conferencia del Dr. Adolfo Roitman, director del Santuario del Libro en Jerusalen, en la que relató una anécdota relacionada con el pasaje de las Bienaventuranzas: «Una doctora judía, experta en textos bíblicos, argumentó que Jesús de Nazaret se valió del Antiguo Testamento para elaborar las Bienaventuranzas. Roitman preguntó que dónde quedaba la originalidad de Jesús de Nazaret entonces. Para responder la experta se valió de un símil: las teselas procedían del Antiguo Testamento, el mosaico es obra de Jesús de Nazaret.
Elizalde continuó explicando que las Bienaventuranzas se pueden leer en primera persona en boca de Jesús, ya que cuando él tuvo hambre, sed, fue perseguido, Dios estuvo a su lado. Así este texto cobra otra dimensión interpretativa.
Su paso por la JMJ está presente prácticamente en casi todas sus homilías, y en esta ocasión recordó las palabras de Francisco: «¿Ustedes hablan con sus abuelos? Así, así, eh. Acérquense a sus abuelos, tienen la sabiduría de la vida y conocen el corazón de ustedes».
Y Aprovechando la presencia de algunos nietos pequeños en la capilla Elizalde añadió: «dicen que más hermosa que la sonrisa de un niño es la sonrisa de un anciano. La sonrisa del niño es espontánea y fácil, tienen muchos motivos para sonreír. Pero es una sonrisa que se corta con los contratiempos o hasta con la vuelta al cole (dijo en un claro guiño a los niños y jóvenes presentes en la capilla). La sonrisa del anciano es la prueba de quien se siente ya solo en manos de Dios.»
Terminó su reflexión recogiendo las palabras de una religiosa muy anciana que reconocía que sus mayores satisfacciones las había tenido cuando supo «soplar las brasas» de muchas de las personas con las que se había cruzado en la vida.
Elizalde terminó invitando a todos a descubrir las brasas que cada uno de be soplar en su vida: «Santa Juana Jugan vino a este mundo y lo incendió con sus brasas de amor a los ancianos».
Al final de la misa el obispo ofreció a todos a besar la reliquia de la Santa y a la salida quiso departir con todo el que acudió a saludarlo.
Non solum sed etiam
La infancia y la senectud son dos etapas de la vida en las que el ser humano parece repetir comportamientos y necesidades. Los dos extremos de la vida, en muchos aspectos, se tocan. Pero no obstante lograr hacer un discurso que llegue a niños y a ancianos tiene su mérito. Y eso es lo que logró Elizalde en esta celebración. Hacerse escuchar y entender tanto por una niña de seis años como por una anciana de 99 o un abuelo de 102.
Que la Palabra es para todos siempre se ha dicho. Que la Iglesia seamos capaces de hacerla llegar a todos, eso es un arte, o un don. Hay que haber hecho muchas hogueras para saber soplar bien las brasas.