Un cónclave mirando a Roma, al primer Papa jesuita, y quizás a Asia, de donde podría venir el 31 superior general de la Compañía
(José Manuel Vidal).- Este domingo comienza en Roma el ‘cónclave’ jesuita, para elegir al nuevo ‘Papa negro’, sucesor del español Adolfo Nicolás, que renuncia voluntariamente al cargo por haber cumplido 80 años. Será la 36ª Congregación general desde la fundación de la orden más grande y poderosa de la Iglesia en 1540 por San Ignacio de Loyola. Un cónclave mirando a Roma, al primer Papa jesuita, y quizás a Asia, de donde podría venir el 31 superior general de la Compañía.
La maquinaria electoral jesuita está en marcha. Con su dinámica entre nueva y antigua. En la Curia generalicia romana, a pocos pasos del Vaticano, se reunirán los 212 electores (206 sacerdotes y 6 ‘hermanos’ laicos), elegidos en representación de 62 países. Más tres electores, nombrados directamente por el General saliente.
La elección se celebra en un momento en que, como todas las demás órdenes y congregaciones religiosas, también la Compañía mira al sur y, sobre todo, a Asia y, especialmente, a la India, granero inagotable de vocaciones. Y eso se plasma en la composición del electorado jesuita. En efecto, la presencia del Sur ha aumentado cinco puntos, en comparación con el anterior cónclave de 2008, pasando del 54 al 59% de los electores.
Más en concreto, el porcentaje de electores africanos pasó de 8 a 10; el de los de Asia y Oceanía, de 28 a 33, mientras permanece estable el de Norteamérica (en el 15%) y disminuye en Europa (que pasa del 31 al 26%) y en Latinoamérica (del 18 al 16%).
El mayor ejército de ‘soldados de Cristo’, que conforman la Compañía de Jesús, está integrado, en la actualidad, por 16.740 jesuitas: 5000 en Europa, 5.000 en América, 5.600 en Asia y Oceanía (la mayoría de la India) y 1.600 en África. De hecho, la sequía vocacional de Occidente, la pueden compensar los jesuitas con el crecimiento vocacional de Asia y África.
Desde este lunes, comienzan las ‘murmuraciones’: un período de cuatro días de oración, recogimiento y penitencia, durante los cuales los electores se interrogan, intercambian información y buscan al candidato ideal para General de la Compañía. Con un procedimiento muy reglamentado, para evitar la creación de grupos de presión. Por ejemplo, las murmuraciones sólo se pueden hacer entre dos jesuitas, que se preguntan mutuamente sus cualidades y defectos e intercambian pareceres sobre otros compañeros.
No se presentan, pues, candidatos y, además, una comisión especial, llamada ‘de ambitu’, vigila por si alguno, movido por la ambición, pudiera estar promoviéndose a sí mismo o a algún otro para el cargo.
Tras las «murmuraciones», se pasa a la elección propiamente dicha, con sucesivas votaciones hasta que alguien alcance la mitad más uno de los votos. Normalmente, después de las cuatro jornadas de discernimiento, se alcanza. La elección del padre Nicolás llegó al segundo escrutinio, la de padre Kolvenbach durante el primero.
Entonces, el elegido es proclamado General de los jesuitas vitalicio, aunque libre de presentar su renuncia, especialmente por motivos de salud. El Papa es la primera persona a la que se le comunica el resultado de la elección (no para que la apruebe, sino por simple deferencia) e, inmediatamente, se da a conocer públicamente su nombre.
Tras la elección, la Congregación, presidida ya por el nuevo General, prosigue con la elección de sus colaboradores, para dar paso después al diseño y aprobación de una especie de ‘programa’ sobre la misión, la estructura, la vida y el trabajo de los jesuitas hasta la siguiente Congregación general.
Sumamente reservados con sus asuntos internos, los jesuitas no avanzan nombres de los eventuales candidatos a la sucesión de Adolfo Nicolás. En sus cónclaves, siempre caben las sorpresas, pero los expertos apuntan, de entrada, a una rosa de ‘papables negros’ integrada por cuatro nombres: el italiano y ex portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, el indio Lisbert D’Souza, el estadounidense James Grummer y el colombiano Gabriel Ignacio Rodríguez.
Los cuatro son jesuitas de reconocido prestigio, no en vano forman parte del actual gobierno de la Compañía en Roma, con el cargo de «consejeros generales del Padre General’. Es decir, una especie de ‘ministros’ del actual Prepósito, Adolfo Nicolás.
Todos tienen, pues, experiencia de gobierno y por los puestos que ocupan han ejercido diversas responsabilidades de gobierno en las diferentes ‘regiones’ jesuitas. El más conocido fuera de la Compañía es, sin duda, el hasta hace pocos meses portavoz de la Santa Sede y ‘factotum’ de la comunicación vaticana, Federico Lombardi (1942).
La elección del italiano significaría tender un puente siempre abierto y disponible con el Papa Francisco, al que Lombardi ha servido, conoce a fondo y aprecia sin límites. Con su sabiduría y su saber estar, el ex director de Radio Vaticano ha hecho de puente entre Benedicto y Francisco en más de una ocasión. Y, a pesar de ser profundamente ‘franciscano’ sigue manteniendo una relación fluida y cariñosa con el Papa Ratzinger. Tanto es así que, nada más dejar su cargo de portavoz de la Santa Sede, el propio Francisco le encargó la presidencia de la Fundación Ratzinger.
Preguntado sobre sus posibilidades en una reciente visita que hizo a Madrid, Lombardi miró extrañado y dijo: «No hay ninguna posibilidad. No tiene ningún sentido. Aunque sólo sea por razón de edad. Tengo 74 años. La Compañía espera alguien más joven y que pueda tener un tiempo de gobierno».
En cualquier caso, los tres ‘papables’ representan un perfil bastante parecido: jesuitas muy bien formados, con experiencia y situados en la parte moderada de la Compañía. Eso sí, todos ellos están ‘a muerte’ con Francisco. Porque comulgan con su primavera y porque, además, saben que la Compañía se juega mucho con el éxito o el fracaso del pontificado del primer Papa jesuita.
El nombre del indio Lisbert D’Souza ya sonó con fuerza entre los candidatos en la Congregación general en que salió elegido Adolfo Nicolás. De 72 años, su elección significaría que la Compañía quiere mirar decididamente hacia Asia, donde los jesuitas (el Papa incluido) siempre vieron la nueva frontera por donde tiene que pasar ineludiblemente el futuro del catolicismo.
Y es que, en la cosmología jesuita, Occidente es la razón; Latinoamérica, la vida; África, la esperanza, y Asia, el camino. Ya San Ignacio, desde los inicios, quiso una orden religiosa caminante, en proceso, en frontera, siempre abierta a nuevos horizontes. Fuertemente implantada ya en la India, la Compañía apuntaría, con la elección de Lisbert D’Souza, a la siempre añorada conquista de la China, siguiendo la estela del jesuita Matteo Ricci.
Los dos ‘papables’ más jóvenes son el colombiano Gabriel Ignacio Rodríguez, con 64 años, y el estadounidense James Grummer, con 66. El colombiano, natural de Medellín, es un hombre discreto, disciplinado y siempre dispuesto a escuchar y ayudar. Representaría la vitalidad sudamericana. El norteamericano, bien preparado y con prestigio en su país, imprimiría a la orden una buena dosis de pragmatismo.
Reservados en lo que a las interioridades de la Compañía se refiere, los jesuitas españoles consultados no sueltan prenda sobre los eventuales ‘papables negros’. Dos destacados jesuitas coincidieron recientemente en la presentación de un libro en Madrid, el teólogo Gabino Uribarri y el ex provincial Elías Royón, y se les planteó el tema.
-¿Algún candidato para nuevo General?
-Gracias a Dios no suena ninguno, respondieron los dos a coro.