Encontrar la fuerza y la creatividad de la fidelidad en el soplo que nos llega del Espíritu y que nos conduce al encuentro y a la escucha del otro, que abre en el corazón del hombre el manantial de la compasión
(Jesús Bastante).– Arranca la #CG36. 215 jesuitas elegirá, a partir de hoy, al sucesor del español Adolfo Nicolás. Ayer, como preámbulo, todos ellos se reunieron en la iglesia de Il Gesú de Roma para participar en una Eucaristía, presidida por el Maestro de los Dominicos, Bruno Cadoré.
La tradición consiga que el superior de los dominicos es quien oficia el funeral del general de los jesuitas. En este caso, no se trata de una muerte, sino de una renuncia, la tercera en la historia de la Compañía, tras las de Arrupe y Kolvenbach. Esta será la primera tarea de la Congregación antes de proceder a la discusión del estado de la Compañía y de la elección del nuevo General.
«Intentar la audacia de lo improbable«. Éste fue el eje de la homilía de Cadoré, quien hizo suya la expresión del Evangelio del domingo: «¡Señor, aumenta en nosotros la fe!» Esa es la actitud que conviene al principio de la Congregación General. Como subraya la web de la Compañía, Cadoré subrayó que «la fe es necesaria, más aún, porque es necesario comprender que, aunque intentemos lo increíble, debemos arriesgarnos a decir: ‘¡somos simples servidores: sólo hemos cumplido con nuestro deber!’ Una asamblea como la vuestra (…) se desarrollará sin duda entre el deber de llamar continuamente a la Compañía a intentar la audacia de lo «improbable», y la voluntad evangélica de hacerlo con la humildad de aquellos que saben que, en este servicio donde el ser humano pone toda su energía, «todo depende de Dios».
Esa audacia de intentar el imposible era la de Ignacio cuando fundó la Compañía de Jesús. ¿Es esta audacia todavía posible en los tiempos de crisis que vivimos, donde se revelan toda clase de violencias? Sí, es posible, aseguró, pero sólo si se trata de «la audacia de hacer oír por medio de vuestro compromiso, vuestras palabras, vuestras solidaridades, la voz siempre inesperada de Aquel que espera el mundo, que vence la muerte y establece la vida; Aquel a quien vosotros buscáis dar la mayor gloria.»
Esta fe es únicamente posible si se apoya sobre el consejo de san Pablo a su amigo Timoteo: «Encontrar la fuerza y la creatividad de la fidelidad en el soplo que nos llega del Espíritu y que nos conduce al encuentro y a la escucha del otro, que abre en el corazón del hombre el manantial de la compasión, que consolida la alianza indefectible con aquellos que nos han sido confiados.»
Cadoré concluyó su homilía subrayando que, si bien la fe de los apóstoles debe ser la fe de la audacia, al mismo tiempo ha de significar la fe del servidor humilde, la fe de una vida verdaderamente entregada por los demás. «¿De qué es exactamente servidor? De una mesa, mesa de pecadores, mesa de acogida de todos donde está invitados ciegos y cojos, fariseos y publicanos, adúlteros y hombres de bien. Ignacio, vuestro fundador, hacía esta oración: «Señor Jesús, enséñanos a ser generosos, a amaros como Vos lo merecéis, a dar sin contar, a combatir sin preocuparme de las heridas, a trabajar sin buscar el descanso, a gastarme sin esperar otra recompensa que el saber que hacemos vuestra Santa Voluntad» ¿No es esta una invitación, hoy todavía, a ponernos al servicio de esa mesa?».
Aquí se puede encontrar el texto completo de la homilía