Eso de "estuve en la cárcel y fuisteis a verme", para algunos debe ser una metáfora y no un mensaje de Jesús de Nazaret.
(Faustino Vilabrille).- El Evangelio de hoy nos habla de los diez leprosos curados por Jesús cuando iban de camino, con dos reacciones diametralmente opuestas: gratitud e ingratitud. De los diez, nueve eran fervientes celosos de cumplir con los ritos religiosos y uno pasaba completamente de ellos.
Justamente el que no quería saber nada de la religión oficial, es el único que vuelve a postrase delante de Jesús para darle gracias por la curación. Este no era hombre del templo, no era hombre de la religión oficial, no era hombre de iglesia, pero era un hombre humano y por tanto agradecido, y Jesús se lo reconoce.
Los 35, ahora forzosamente ex voluntarios, por haber sido expulsados de Pastoral Penitenciaria de Asturias por el Arzobispo de Oviedo y su Delegado, hemos sido acusados de no ser gente de iglesia, entre ellos tres sacerdotes y seis Hermanas de la Caridad, que reciben constantemente en su casa de Gijón a presos de permiso que no tienen a dónde ir. O sea que, ninguno éramos gente de iglesia. O que tal vez mejor, no éramos gente de «su» iglesia, preocupada mucho más de las apariencias ante la oficialidad civil de la cárcel, que de la realidad, muchas veces sangrante, de los allí encarcelados.
Después de casi 20 años de voluntarios, incluso en tiempo de vacaciones, acudiendo a la cárcel a veces más de una vez por semana, intentando llevar a la prisión caminos de liberación, como acompañar a los internos, escucharlos, hacerles diferentes gestiones, crear una Asociación para acogerlos, justamente en un piso de la Diócesis, en los permisos dos veces al mes, ofreciéndoles formación mediante clases y talleres de distinta índole, facilitarles asesoría jurídica, celebrar con ellos las Eucaristías dominicales, prepararlos para recibir diferentes sacramentos, etc.
Con el mejor propósito de ayudarles a rehabilitarse y poder incorporarse plenamente a la sociedad al salir de prisión, no hemos sido merecedores ni de una sola ni mínima palabra de agradecimiento por parte de la máxima autoridad eclesiástica de Asturias.
Es bochornoso, hipócrita y falaz que el día 24 de diciembre del año pasado, delante de la oficialidad civil de la cárcel, en las misas de Noche Buena la máxima autoridad eclesiástica de la iglesia oficial de Asturias, alabase sin paliativos la labor de Pastoral Penitenciaria, y a los 4 días se nos enviase un correo electrónico a todos, indiscriminadamente, comunicándonos el cese inmediato y la retirada de los permisos de acceso a la cárcel, sin la más mínima explicación ni mucho menos justificación, y sin ni siquiera tener en cuenta que quedaban sin clases los que estaban preparándose para examinarse próximamente.
Qué lejos estuvo ese comportamiento oficial de una de las conclusiones del NOVENO CONGRESO DE PASTORAL PENITENCIARIA, recientemente celebrado en Madrid, que dice: «Animar y cuidar a los agentes de la Pastoral Penitenciaria en su compromiso solidario y transformador del medio. Somos Iglesia que tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, y debemos cuidar a los agentes de transmitirla». Lejos de esto no fuimos ni cuidados, ni tomados en consideración, ni escuchados, ni mucho menos respetados. Y ni siquiera, en el supuesto de que hubiéramos sido muy malos, no fuimos tratados con un mínimo de misericordia, precisamente en el año de la misericordia.
Jesús tuvo la satisfacción de que al menos uno volvió a darle las gracias, nosotros ni siquiera eso. Pero esto es lo de menos. Lo grave fue dejar, de forma radical y sin la mínima explicación, a todos los internos de la cárcel sin los servicios que después de tantos años les veníamos facilitando, de forma totalmente voluntaria y gratuita, en la convicción de que todos debemos hacer algo por los demás, sobre todo por los más necesitados, sin esperar nada a cambio. Eso de «estuve en la cárcel y fuisteis a verme», para algunos debe ser una metáfora y no un mensaje de Jesús de Nazaret.