Desde la retaguardia, con gusto y admiración, he visto el Papa avanzar a pie firme, de manera humilde, servicial y profética, hacia la vanguardia
(Román Espadas, sj).- Francisco, un Papa jesuita que entiende a los jesuitas, acaba de visitar y tratar de «queridos hermanos y amigos en el Señor» a los 214 jesuitas reunidos en Roma en nuestra Congregación General 36.
Al referirse así a los jesuitas congregados, el Papa Francisco se reconoce e identifica como jesuita de cuerpo entero. Este fraterno y amistoso tratamiento nos llega, con calor de cercanía, a los 18,000 jesuitas que agradecidamente hemos acogido sus estimulantes y esperanzadoras palabras.
Personalmente, me siento honrado y complacido por ser contemporáneo de Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, el pedagogo y profeta de Laudato Si’ y de la Alegría del Evangelio, y por coincidir plenamente con él en tantos asuntos y realidades humanas, cristianas y jesuíticas.
Jorge Mario nació en diciembre de 1936; yo, en noviembre de 1937. En 1957, iniciamos nuestra vida de jesuitas: Jorge en el noviciado de Córdoba; yo, en La Habana. Él fue ordenado sacerdote en 1969; yo, en 1970.
En diversas atmósferas y ambientes, pero con muy similares contenidos y métodos, recorrimos los clásicos trece años de formación espiritual, apostólica e intelectual de la Compañía de Jesús: noviciado, juniorado (humanidades), filosofía, magisterio, teología y tercera probación.
¿Qué visión del mundo y de la Iglesia desarrolló Mario Jorge Bergoglio durante esos años de formación y de experiencias prácticas en el seno de la Compañía de Jesús?
Desde nuestras respectivas fronteras y periferias, con creciente diversidad y libertad, hemos contemplado, reaccionado y participado, unas veces a favor y otras en parcial o radical desacuerdo y oposición, en las profundas y complejas transformaciones y procesos culturales, religiosos, políticos, económicos y sociales de nuestro mundo: la revolución cubana, el mayo francés de 1968, el Concilio Vaticano II, las Conferencias de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida, el peronismo justicialista, la Operación Cóndor, el pinochetismo, Sendero Luminoso y el fujimorismo, el militarismo y las dictaduras latinoamericanas y caribeñas, los populismos, los fundamentalismos y los terrorismos, la Democracia Cristiana y los socialismos, el chavismo, la aparición y el desarrollo de teologías y pedagogías de la liberación, del pueblo y del medio ambiente…
Como jesuitas, Bergoglio y todos los jesuitas, hemos sido modelados por los enfoques y orientaciones de Ignacio de Loyola, de la Ratio Studiorum y del Paradigma Pedagógico Ignaciano, de nuestros Superiores Generales (Arrupe, Kolvenbach y Nicolás) y de nuestras Congregaciones Generales (la 31 a la 35) que nos fueron ayudando a salir de una vida casi conventual y monástica (encerrados y separados) y nos fueron adentrando, movidos por el Concilio Vaticano II, en las fronteras (la lucha por los derechos humanos…) y las periferias (los pobres, los excluidos…) de nuestro tormentoso (guerras, migraciones…) y atormentado (crisis ambiental…) mundo real, como acertada y firmemente plantea Francisco en Laudato Si’.
Francisco escribió Laudato Si’; yo, la estudio y propago. Francisco es un gran pedagogo popular, al estilo de Paulo Freire, cuyas obras completas fueron puestas en sus manos por Nita Freire, la viuda y estudiosa de Paulo. Yo también me esfuerzo por incorporar a mi quehacer la radical y humanizadora pedagogía popular de Paulo Freire.
Desde la retaguardia, con gusto y admiración, lo he visto avanzar a pie firme, de manera humilde, servicial y profética, hacia la vanguardia: Superior de los jesuitas argentinos (1973-79), Rector del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús en Argentina (1980-86), Obispo auxiliar de Buenos Aires (1992-98), Arzobispo de Buenos Aires (1999-2013), Cardenal (2001-2013), Papa Francisco y profeta del bien y de la verdad en nuestro tormentoso y atormentado mundo (2013-)…
Este Jorge Mario Bergoglio de vida sencilla, este Papa Francisco sin protocolos, este pedagogo popular portador de la cultura sincrética y ecuménica que aprendió en el barrio Las Flores de Buenos Aires y en el seno de su familia de inmigrantes italianos, este profeta del cambio climático, este evangelizador de la alegría y la misericordia, llegó el lunes 24 de octubre, con la sola compañía del chofer, a encontrarse con sus hermanos y amigos jesuitas reunidos en Congregación General 36, a abrazarlos, a estrechar sus manos, a dialogar con ellos y con la Universal Compañía de Jesús, escuchando y respondiendo a preguntas radicales y a pareceres universales, a compartir, con los jesuitas congregados y con todos nosotros, su fe, su esperanza, su misericordia, su visión del mundo y de la Iglesia, y, como nos dice su cuidadoso y bien informado biógrafo, Austen Ivereigh, en El Gran Reformador: Francisco, Retrato de un Papa Radical, a revelarnos lo que él más admira y aprecia en la Compañía de Jesús: «su espíritu misionero y disciplina, su entrega a la pobreza y, sobre todo, su espiritualidad».
En el próximo articulito nos esforzaremos, ayudados por su brillante biógrafo, en entender al Jorge Mario Bergoglio jesuita y al también jesuita, Papa Francisco.
Entender la dimensión jesuítica, ignaciana, en el Papa Francisco, nos ayudará a entender la actual Compañía de Jesús y la Compañía que se está desarrollando hoy en y desde nuestra Congregación General 36, bajo la orientación de nuestro nuevo y esperanzador Superior General, el venezolano P. Arturo Sosa.