Decididamente no quiero el móvil ya que nos está a convertir en unos aislados idiotizados en todas partes
(Xaquin Campo Freire).- Apólogo, (s. m. Sinónimo: fábula). Relato o composición literaria en prosa o en verso que proporciona una enseñanza o consejo moral.
Este de hoy puede representarse. En Navidad se regalan móviles.
(Escena: Aparece el despacho familiar de un ejecutivo de clase media. Casi siempre está ausente. De talante algo impositivo y con mando en plaza. En la mesa, un móvil y una carta abierta en un atril para acentuar su visibilidad y para que la pueda leer cualquier que entre. El sobre está en la mesa, al lado. Toda una muestra del distanciamiento relacional).
(Personaje central: Sólo la carta, en muy letra grande, en espera de ser leída. El escenario está vacío y sólo se oye una voz en off, la del autor, que repasa en alto el texto. Corresponde a un joven con personalidad bien estructurada, acorde con su edad).
Padre, desde hoy dejaré de usar y de portar conmigo el móvil que un día me has dado.
Verás. Tuve un profesor de religión que nos habló mucho del proceso de hacerse persona. Descubrí, como dicen los antropólogos y psicopedagogos, que una de las dimensiones importantes de la persona es la relacional. Vivimos en un mundo donde las otras personas, toda la ecología e incluso el cosmos universal, bien o mal, entre todos estamos interactuando continuamente y nos debemos respeto mutuo en un estilo dialógico que dentro de las diferencias debe ser constructivo y cordial.
La comunicación debe ser algo normal y cotidiano cuidando mucho eso que ahora se dio en llamar la inteligencia emocional porque, como dijo Álvaro Paradela, nosotros somos seres senti-pensantes.
Dentro de ese proceso integral ocupa lugar muy principal la educación para la libertad y su uso responsable.
Dicho esto, quiero expresarte, sin acritud y dado que no te es fácil sacar tiempo para hablar personalmente, que no quiero el móvil que me diste y te voy a decir por qué:
1º.- Aprendí que el móvil puede estar activo, modo avión, sin voz, fuera de cobertura, sin batería o incluso apagado. Pero en todos los casos sigo siendo controlado por elementos totalmente extraños a mi autodeterminación y, cuando les parezca bien, me dejan sin servicio, me siguen cobrando e incluso no me dan explicaciones. Tampoco me permiten que yo se las pida fuera de ponerme con un disco pregrabado que me sume en el ninguneo más absoluto. Pueden silenciarme totalmente. Para eso es mejor no tener móvil.
2º.- A través de ese ingenio o artilugio entran, sin yo quererlo, WhatsApp, facebook, twitter, internet y un sinfín de propagandas que si no tengo cuidado me van deformando o incluso pueden ser delictivas e incurro en responsabilidad.
3º.- En esta relación asimétrica que nos caracteriza, también en la familia, el móvil viene a ser un elemento de control perenne y total a manera de GPS que me sigue a todas partes. Un «gran hermano» que me deja totalmente desnudo y sin derecho ni al más mínimo pudor. Y tú, querido, sin enterarte estás cayendo o ya estás de lleno en ese sistema de control despersonalizador. Chillas, controlas, de las órdenes, pero no tienes tiempo para hablar, dialogar, contarnos las alegrías, o proyectos y también las penas que también las tienes por mucho que las disimules ante nosotros.
4º.- La mayor parte del tiempo todos nosotros estamos en silencio o fuera de cobertura. Nos contentamos con saber que el móvil está encendido, que físicamente respiramos y poco más. Y lo que me resulta absolutamente insoportable es tener que aguantar que cuándo comemos o en los actos de familia cada uno está a su bola, «enganchado» a no sé qué asuntos tan importantes como para no disfrutar de la presencia de nosotros mismos.
Somos la generación de los «movilópatas», absolutamente alienados y dependientes. Y eso se repite luego en el médico, en el autobús, en el trabajo, en las aulas, en las iglesias, en los cines, en la calle, en los teatros, etc. Somos autómatas que chocamos con las farolas o nos paramos en los pasos de cebra.
No. Decididamente no quiero el móvil ya que nos está a convertir en unos aislados idiotizados en todas partes.
Pues por todo ello y por otras cosas que hablaremos si algún día somos capaces de vernos en persona, aunque sólo sea para perder el tiempo contemplando una súper luna, como cuando yo era niño, por todo ello te entrego el móvil.
Si alguna vez somos capaces de hablar, que sea con calma, mirándonos a la cara, que ya ni nos la conocemos. Que sea de nosotros y del mundo maravilloso que hay en nosotros y en nuestros entornos.
En ese proceso de ser persona también aprendí de Jesús de Nazaret que mi reino no es «de este mundo». González Ruíz explicaba: Mi reino no es de este sistema, de este tinglado, de este armadillo. Por eso reivindico que quiero tener una parcela para ser yo mismo. Ya me llega con las cámaras instaladas en cada calle o en cada entidad que me vigilan como en el panóptico de Jeremy Bentham.
Quiero aprender a vivir con normalidad, con los medios con los que vive la gente normal, sin tener que estar continuamente esclavizado a los eventos donde siempre hay un dedo apuntando. Y donde además tenemos que estar tributando unos peajes que son autodestructivos. «¿Por qué malgastáis dinero en el que no alimenta o el salario en el que no da abundancia? (Is 55, 2). Esto también lo aprendí en religión.
¡Mío y muy querido! Valoro lo mucho que te preocupas por nosotros y sé que lo pasas mal. Tal vez también tú tengas que dejar el móvil y sacar tiempo para hablarnos en persona y de paso te des cuenta que nosotros ya hemos crecido y que ya no somos unos pequeñajos cualquiera. Que podemos confiar mutuamente en la vida y en nosotros. También los pequeñajos necesitan hablar y jugar.
Y quiero darle las gracias al profesor de religión que supo enseñarnos y respetar el proceso de hacernos personas, que nos trató como adultos, incluso cuando nos equivocábamos todos. Y supo acompañarnos en la soledad. ¡Cuántas veces! Sin vosotros saberlo.
Y, finalmente, si los negocios no te ahogan, cuando puedas, habla algo con la familia.
Un abrazo. Siempre tuyo.
Tu hijo«.
(Cae el telón).