Homilía I domingo de Adviento

«Somos esperantes»

"Somos esperanza y futuro: caminar despiertos y hacia la luz"

"Somos esperantes"
Esperantes

El capitalismo nos ha hecho más gordos y más adormecidos, pero no más lúcidos y honrados

(Tomás Muro Ugalde).- Los tiempos de Noé y las crisis nos llegan siempre. El diluvio en tiempos de Noé es un mito mesopotámico. Los mitos no existieron nunca, pero se dan todos los días.

En tiempos de Noé pasaba lo mismo que nos ocurre hoy y siempre (al menos en cierto sentido): la gente comía, bebía, ahorraba, viajaba, se casaba, vivía de un modo un tanto inconsciente y se moría.

Pero el diluvio llegó y arrastró al gentío que paseaba por las boutiques, por las playas tropicales y estaciones de nieve. Vivían, como hoy en una dulce estupidez.

Las posibilidades son:

1. «vivir a lo tonto» y un poco a lo «Sanchopanza», sin pensar, sin asumir la vida en su complejidad. Sería el «comamos y bebamos que mañana moriremos», que ya constataba Isaías (Is 22,13) y recoge también San Pablo (1Cor 15,32).

2. Caminar a la luz (Isaías), cayendo en cuenta del momento en que vivimos, despiertos del sueño (Romanos) y por tanto: Velad, estad despiertos, (Mateo).

El diluvio nos llega siempre

Vivir a lo tonto: anestesia cultural

La primera opción es claramente el capitalismo que pretende sumergirnos en una sedación crónica, cuando no en una marginación de los problemas, de las cuestiones más hondas del ser humano.

Hoy habría que añadir la larga crisis que estamos atravesando, cuyo único tratamiento es el económico, pero que únicamente está sirviendo para hacernos que ver que en -cuestiones de dinero- no hemos cambiado apenas nada y tanto creyentes como ateos nos regimos por los mismos criterios.

El capitalismo nos ha hecho más gordos y más adormecidos, pero no más lúcidos y honrados.

«Corta respuesta para cuestiones tan densas», le dice Don Quijote a Sancho.

Somos esperanza y futuro. caminar despiertos y hacia la luz.

La cuestión del futuro y la esperanza están incrustados en nuestro ser. Somos futuro (futurizos) y somos esperanza.

¿Qué será de nosotros, de nuestros proyectos, de nuestra familia, de nuestros ideales, de la sociedad, etc.? Son asuntos que van indisolublemente ligados a la existencia humana

El barro del que estamos hechos los seres humanos es la esperanza y la nostalgia. Vivir es esperar.

No comenzaríamos trabajo alguno, ni iniciaríamos ningún proyecto, ningún camino si el ser humano no fuésemos en nuestra esencia más profunda orientados hacia el futuro.

El futuro que aguardamos da sentido al presente. Sin futuro último la vida terminaría por resultar absurda.

 
Desconocemos, pero esperamos el futuro.

El futuro que aguardamos se nos hace presente -a veces entra en crisis- en ciertas situaciones de la vida: ante la muerte de un ser querido, en un sufrimientos sin vía de salida, cuando la ancianidad se vive en soledad, cuando percibimos que nuestra sido un fracaso, etc. Cómo algún filósofo (Kant) también nosotros podemos preguntarnos un poco sufrientemente: ¿qué me cabe esperar en la vida?

No es menos cierto que también el futuro y la esperanza cobran vida en el amor, en el entusiasmo de algunas tareas, cuando nos sentimos acogidos, en la salud.

De todos modos, esperamos, pero desconocemos el futuro. Pero a una fe adulta le interesan poco o nada una descripción del futuro, del cielo, etc. Yo no sé si existe el agua, lo que sé es que tengo sed. No sé ni cómo, ni cuándo, ni dónde será el futuro, lo único que está inscrito en mi vida es que será: seremos en Cristo.

Pedro Laín Entralgo médico humanista (1908-2001), lo decía brillante y esperanzadamente: «el ser humano espera por naturaleza algo que no está en su naturaleza». No es una afirmación científica, ni siquiera lógica, pero es hondamente humana. Lo más profundo de mi ser es nostalgia y esperanza.

Woody Allen lo decía de otro modo más a su estilo cinematográfico: «me interesa el futuro absoluto porque es el lugar donde voy a vivir toda mi existencia».
Ser lúcido, vivir despiertos es vivir con la esperanza que escudriña el horizonte.

Comencemos esperanzadamente el adviento

Comenzamos hoy el adviento, el tiempo de la santa esperanza. La vida es un adviento continuo.

La esperanza no se pone en cualquier cosa. La esperanza tiene su mirada puesta en el ser, en la ultimidad, en el Dios, que se nos hace presente en JesuCristo.

Es bueno vivir las relaciones humanas en un tejido de respeto y confianza, pero la esperanza última descansa en Dios. Solamente en Dios descansa mi vida, (Salmo 61).

Vivamos despiertos y atentos.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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