Estoy seguro de que estará disfrutando de unas merecidas vacaciones en la Cuba celestial, ofreciéndole al Padre Celestial unos Habanos y una copa
(Macario Ofilada).- El fallecimiento de Fidel Castro, llamado tanto por admiradores como por detractores «el Jefe», es el fin de una época no sólo en su país sino asimismo en el mundo entero.
Este evento significa que una figura irrepetible ya ha entrado definitivamente en el panteón de la inmortalidad. El Jefe, toda su vida, era un astro. Y ahora este astro ha ocupado su sillón entre los inmortales (guerreros y mitos vivientes) que brillan en las bóvedas celestiales. Yo lo calificaría como él último dictador y comunista romántico, pues su figura, desde una perspectiva histórica actual, invita al idealismo, al pensamiento utópico y al romanticismo, sobre todo por su amistad con el llorado Che Guevara.
Mis diálogos prolongados con mis profesores cubanos (exiliados y eventualmente afincados en Alemania y España), que añoraban regresar a su tierra, hizo que se envolviera la figura del Jefe con una capa estética en mis ojos jóvenes. Incluso las canciones de Gloria Estefan, hipercrítica con Fidel y amante de su tierra -recogidos en su album inolvidable y lleno de sentido político bañado de nostalgia y romanticismo «Mi Tierra»– pese a su intención crítica hizo que la figura del Jefe fuera envuelta en un horizonte utópico.
Su dictadura era irónica, pues invitaba desde la palabra solitaria, toleraba desde la ley única y permitía desde una visión unilateral el desarrollo del libre pensamiento: sobre todo el de las corrientes marxistas adoptadas al tercer mundo muy pro-pobres, muy dialogales (hasta cierto punto), muy tolerantes y abiertos.
A ese respecto, sólo hace falta tener como botón de muestra la relación de Castro con la Iglesia. A esta luz, cabe recordar siempre que por delante de todo dictador (y revolucionario) siempre puede hallarse una historia sangrienta que quita toda esperanza; pero por detrás hay una de fe (que es preciso descubrir para poder allanar la historia como camino de la esperanza).
Castro también era extremista y es archiconocida su animadversión hacia los EEUU. Con valentía, él fue la fuerza de su país durante los años terribles del embargo económico impuesto por el Tío Sam y los aliados de éste. Siendo así, podría calificarse como un hombre orgulloso y cerrado en sí mismo. Pero solo hasta cierto punto. A mi juicio, también es preciso reconocer que era súper-abierto, pues sabía adaptarse a los contextos cambiantes por lo que yo le calificaría como el comunista y dictador más exitoso de la historia.
Tras la caída de los regímenes absolutistas y comunistas, seguía Fidel al timón de su barco. Esto se debe a que tal vez supiera controlar su hubris. Seguramente tenía la virtud de la humildad, de reconocer sus propios limites (aunque sus críticos no estarán de acuerdo con esta opinión). Cuando cedió las riendas del gobierno a su hermano, ya era un anciano venerable que seguía formando una parte importante de la vida de su país. Y como Franco, que se encontraba en el otro extremo ideológico, el Jefe legó a su país una herencia sociopolítica a la hora de expirar.
Yo creía que el Jefe en el fondo creía en la vida eterna. No quiero entrar ahora en discusiones eruditas al respecto. Pero estoy seguro de que estará disfrutando de unas merecidas vacaciones en la Cuba celestial, ofreciéndole al Padre Celestial unos Habanos y una copa. Me gusta imaginar a Nuestro Dios como un hombre anciano, venerable, benévolo con un gran sentido de humor a quien le gustan unas copas, unos puros y unos chistes sobre todo tras oír las quejas interminables del mundo.
Ayer debía de estar mareado por lo de las manifestaciones en contra del entierro de Marcos en el Valhalla filipino.
Soy consciente de que el régimen del Jefe afectó negativamente a la vida de innumerables cubanos pero seguramente su figura merece un balance benévolo. El hecho de que murió de causas naturales, en su propio país y gozando de prestigio es llamativo. La mayoría de los dictadores no comparten este destino.
¿Cuál es el secreto del éxito de Castro a quien el Presidente Kennedy, otra figura romántica, quería eliminar en aquella invasión fallida de la Bahia de Cochinos de 1961? Ciertamente tenía el poder de un imán. Pero, ¿disfrutaba de la protección divina? ¿Era un hombre de fe profunda? Saldrá un rosario de temas para poder entrar en el meollo de esta cuestión. Mientras tanto, sigamos reflexionando. Y un poco de dialéctica marxista, sobre todo como herramienta analítica aplicada al terreno sociopolítico, nos vendría bien a todos.
¡Gracias, Jefe, por unas lecciones valiosísimas de historia desde la dialéctica! Quitaste la esperanza en el presente a algunos (como en el caso del escritor llorado Reinaldo Arenas) pero has brindado una esperanza para el futuro a muchos de tus paisanos que siguen luchando por una Cuba libre.
Me acordaré de ti con una copa (dejé de fumar hace 23 años y soy asmático) y con cada ración de arroz a la cubana. Por cierto, soy amante también de la cocina y tradiciones de la Galicia de tus antepasados. Así que dale saludos a Santiago el Apóstol y pregúntale si de verdad llevaron su cadáver a la ciudad gallega que lleva su nombre. Disfruta con él en el Campo de la Estrella junto con otras figuras luminosas que han adornado nuestro horizonte histórico con los tintes estéticos sangrientos y esperanzadores de su vida, ejemplo y testimonio.