Andrés A. Fernández

Si Coca-Cola se hiciera cargo de la transmisión de la fe

"Nuestra fe tendría más "chispa"

Si Coca-Cola se hiciera cargo de la transmisión de la fe
Andres A. Fernández, columnista

Asociamos el mensaje cristiano con "lo peor" en relación con una existencia humana en plenitud y realización personal y social

(Andrés A. Fernández).- No nos podemos quejar. Podemos echar mano de las infinitas posibilidades que nos ofrece nuestro mundo, el desarrollo de las ciencias, de las técnicas, el progreso de todas las disciplinas teóricas y prácticas habidas y por haber: Marketing y neuro-marketing, psicología, neuro-endocrino-inmuno psicología, management, redes sociales… Lástima que no aprovechamos ninguna, y así nos va…

Habida cuenta de nuestra incapacidad para evangelizar, puesto que «la institución» no evangeliza (ni puede evangelizar; evangelizan las personas), incapacidad derivada de nuestra mentalidad institucionalista (esto es, «Iglesia como institución» y no «Iglesia como Pueblo de Dios redimido por Cristo, llamados a evangelizar»), yo propongo, si se me permite la «digresión», que la Coca-Cola se haga cargo de la transmisión de la fe y de todo lo referente a la relación entre fe y sociedad, fe y vida…

Propongo que se cierren todas las oficinas, despachos, sacristías y demás habitáculos protectores y salgan todos a evangelizar a la calle («allí será el llanto y el crujir de dientes» para demasiados…) y mientras tanto que la Coca-Cola se haga cargo de todo.

Y es que son absolutamente geniales en lo que se refiere al marketing y la publicidad, y a la transmisión de mensajes. En la última campaña (aunque salió hace ya tiempo, ha cobrado de nuevo actualidad por los tiempos que corren) para Estados Unidos dirigida a la comunidad latina de USA, se han superado a sí mismos. Con la oleada de racismo y xenofobia que estamos viviendo desde hace tiempo en USA contra la comunidad latina, ¡qué delicada, entrañable, fina, emocional, afectiva y profunda manera de levantar la autoestima de esta comunidad y asociarla al consumo de su producto! No sólo apetece beber Coca-Cola, sino incluso bañarse, como Cleopatra, en un barril entero de Coca-Cola, para subirnos la moral, que es de lo que se trata…

Y es que el marketing de Coca-Cola es técnicamente impecable. Saben asociar como nadie «vida», «salud», «juventud», «fiesta», «alegría», «compartir», «disfrute de la vida a pesar de los problemas» (que pasan a un muy segundo lugar), y demás «impulsos vitales» del ser humano, con el consumo de su producto. Y en esta campaña para Estados Unidos, tocan y levantan como ninguno las autorreferencias de un pueblo reprimido y las asocian con el consumo de su bebida. De esta forma, consiguen lo que se pretende: crear un condicionamiento instrumental que da como resultado una autosugestión potenciadora de autorreferencias, con el correlativo aumento de las dosis de dopamina y de serotonina en el cerebro del consumidor, como respuesta condicionada al consumo del producto. Es decir, y resumiendo, el consumo de Coca-Cola te alegra la vida (aunque en realidad sólo sea agua carbonatada de color oscuro, con azúcar y cafeína, por decirlo finamente…).

Ante este desbordamiento de eficacia en la transmisión de mensajes por parte de la Coca-Cola, ¿nosotros qué hacemos? Tenemos el mejor «producto», Jesucristo resucitado y la Vida Nueva que por fe estamos llamados a vivir, aquí y ahora. Tenemos todos los medios técnicos y humanos a nuestro alcance. ¿Y nosotros qué hacemos?

Nosotros, por el contrario, continuamos asociando el mensaje cristiano con la «negación de uno mismo», el «sufrimiento», la «represión de los impulsos naturales», el «no ambicionar», el «no progresar»; lanzamos mensajes explícita o implícitamente del tipo: «la enfermedad es buena», «la pobreza es buena», «la miseria es buena», «los negocios son malos», «el ser emprendedores es malo», el «hay que sufrir en esta vida para ganar el cielo», el «entrégate a los demás y olvídate de ti mismo», el «no te dejes llevar por el egoísmo», el «no pienses por ti mismo, que otros pensarán por ti», «la autoestima es pecado» (en muchas páginas web muy católicas así presentan la autoestima, como incompatible con el mensaje cristiano, cuya premisa primera, según ellos, es la negación neurótica de uno mismo), etc… En fin, asociamos el mensaje cristiano con «lo peor» en relación con una existencia humana en plenitud y realización personal y social.

(Nota: ya sabemos perfectamente, que el Señor nos ayuda no sólo a sobrellevar las molestias y padecimientos y circunstancias adversas de la vida, sino que en Cristo podemos hacer de ellas fuente de salvación y redención propia y ajena. Pero no podemos centrar nuestra mensaje sólo en este aspecto, tapando y ocultando la totalidad de nuestro anuncio, que es que Cristo ha resucitado y nosotros con él, y que estamos llamados a vivir, en Cristo, una Vida Nueva, de redimidos, aquí y ahora).

Así, con este condicionamiento instrumental que hemos creado durante siglos y siglos, condicionamiento de negación y oscurantismo, ¿cómo podemos pretender que gente medianamente sensata y mentalmente sana quiera acoger positivamente nuestro mensaje?

Hasta los más pobres (que siempre habrá) de la tierra tienen derecho a escuchar palabras que les levanten el ánimo y la esperanza. Hasta los más pobres de entre los pobres necesitan oír el anuncio de Cristo resucitado, que también es para ellos. Y además, los pobres también tienen necesidad de ver que los demás promueven medidas de desarrollo concretas (estructurales en la mayoría de los casos) que hagan posible su salida de esa situación, y no tristemente seguir oyendo las consabidas e inútiles reclamaciones utópicas «por un mundo mejor», o las mismas amonestaciones moralistas del tipo: «no te dejes llevar por el consumismo», «no seas egoísta y comparte con los pobres», que no aportan ninguna solución viable al problema de la pobreza, ni a ningún otro…

En fin, como no nos pongamos las pilas en la transmisión del mensaje, no haremos absolutamente nada. Si no motivamos positivamente a la gente a vivir la fe, porque es bueno tener fe, porque es útil tener fe, ¡porque es fantástico tener fe!, seguiremos en nuestra decadencia complacida, realizando ritos colectivos, con cada vez menos gente por cierto.

Como las cosas de palacio van despacio, y las de las estructuras eclesiásticas, ni te cuento, mientras seguimos dormitando en nuestra decadencia complacida, que la Coca-Cola se haga cargo de la transmisión del mensaje y de la propagación de la fe. Nos os aseguro un fortalecimiento dogmático de la doctrina, pero que nuestra fe tendría más «chispa«, eso ¡seguro!

¿Y no es chispa lo que se necesita para encender un gran fuego?


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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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