La izquierda en general, está más cerca al Papa Francisco que la derecha, que está defendiendo los intereses macroeconómicos ... El Papa va en contra de todo eso. Y además, los señala y les dice: 'Sois terroristas'
(José M. Vidal).- «Radical». Así se define el cura murciano Joaquín Sánchez. Militante, activista, enganchado a la Iglesia en salida de Francisco y lleno de carisma profético, que le lleva a denunciar tanto los desahucios como la incoherencia evangélica de los medios de comunicación de la Iglesia. Acaba de assitir en Roma al Encuentro de los Movimientos Populares, donde, entre otras cosas, Francisco les dijo: «No podemos ser suaves en la defensa de esos valores del Evangelio».
Hoy estamos con un cura especial, rara avis, en el panorama eclesiástico clerical español. Se llama Joaquín Sánchez. Es un sacerdote de Murcia, capellán de la prisión de Sangonera y consiliario de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), también en Murcia. Un cura activista que ha saltado a los medios por defender a los desahuciados. Y que acaba de estar en Roma en el III Encuentro de los Movimientos Populares con el Papa.
Se te nota todavía que vienes santificado por la presencia de Francisco.
Sí, la verdad es que ha sido un encuentro profundo, lleno de alegría, de esperanza y de lo que él nos dice, en ese lenguaje argentino, de: «metan bulla».
Venimos con las pilas cargadas porque realmente, en este mundo, la gente está sufriendo mucho y el planeta está en peligro de extinción.
¿Cuál es la idea clave? Porque el discurso fue emocionante, improvisado, en el que iba citando cosas. Me daba la sensación de que os invitó a hacer lío y a implicaros en la «Política», decía él, con mayúsculas.
Creo que en el fondo de su discurso, está que vamos contrarreloj. La gente está sufriendo mucho, hay un genocidio de desplazados por el hambre y por la guerra, por la violencia. El planeta está en peligro. Y lo que nos decía es que no podemos ser mediocres ni estar paralizados. Que no podemos ser suaves, sino radicales, en la defensa de esos valores del Evangelio: la justicia, la libertad, la solidaridad, la paz, la reconciliación… Y que por tanto, que no perdamos el tiempo, porque vamos contrarreloj.
O sea, que quiere ir rápido.
Sí, porque no hay tiempo. El capitalismo es feroz, como él mismo dijo.
Llegó a llamarle «sistema terrorista».
Sí, y además utilizó la palabra «de base», que nos llamó la atención, porque no es solo a la macroeconomía la que destruye, sino la microeconomía con esa violencia cultural y social. Con ese látigo del miedo, con esa violencia policial y militar, que destruye cualquier tipo de resistencia. Se está criminalizando a los movimientos populares y se está reprimiendo a los activistas.
De hecho, en España, algunos tenemos algunos juicios pendientes aún por el tema de la ocupación de bancos. Por eso, él nos pedía desde su corazón, el de un hombre de 79 años que sabe que no le queda mucho de vida, o de capacidad, que por favor lucháramos día a día. No podemos perder el tiempo.
Da la sensación de que no cree en la organización del sistema: de que la partitocracia se ha venido abajo. De que es verdad eso de que no nos representan y de que se apoya en los movimientos populares para conseguir esta especie de revolución o de cambio social. ¿O no?
Él expresa, igual que los movimientos populares, un sentimiento de fracaso y de decepción con los partidos políticos en un ámbito de democracia.
Hubo un taller, «Democracia y pueblo», donde era curioso cómo la gente expresaba que precisamente, los que están atacando a los empobrecidos y a los movimientos populares, son los gobiernos. Que los gobiernos son títeres, funcionarios y cómplices con las élites sociales financieras y bancarias de este mundo. Son como el brazo ejecutor.
Tenemos políticos con responsabilidad de gobierno que son cómplices de esta falta de libertad y de justicia. Por tanto, se cree más en la fuerza de la base, de los movimientos populares de la gente del pueblo. En que desde abajo sepamos construir hacia arriba.
¿Cómo se articula eso? Porque daba la sensación de que os estaba invitando a una especie de revolución. Como si dijera: Esto urge, alistaos ya, y yo me pongo al frente. ¿O no llegó a eso?
Él dice que todos tenemos un papel importante. Es una figura carismática, todo el mundo allí le pedía la mediación en los conflictos, en Colombia. Porque se desconfía de los políticos y de los gobiernos. De hecho él recibe, según nos dijeron, 18.000 cartas diarias de peticiones por causas de derechos humanos. Se confía en él. Y él, nos invitaba a la revolución desde la ternura y el compromiso diario.
La no violencia activa. ¿No apuntaba un poco por ahí?
Sí, en su escrito habla de que no caigamos en el odio. Responder al odio con odio, a la violencia con violencia, sería aceptar la estructura del capitalismo, aceptar la mentalidad de la violencia.
La conclusión que hemos sacado de sus palabras: hacer la revolución desde la ternura. Pero subversiva y descarada. Lo mismo que los capitalistas en su avaricia, en su codicia, en su egoísmo y en su violencia son feroces, nosotros, desde nuestros valores, tenemos que ser subversivos para enfrentarnos a ellos.
¿Está la sociedad preparada para eso? Porque da otra sensación: unos días después se elegía a Donald Trump como presidente de EE.UU. Parece que la sociedad va para otro lado.
Como había gente de Brasil, de Argentina, de Venezuela…, decían: han dado un golpe de estado en Brasil. Lo veían con una cierta preocupación y decepción.
Había que hacer un llamado a la esperanza. Este sistema ha logrado algo muy importante que nos preocupa: ha logrado instalar el miedo. El Papa hablaba del látigo del miedo.
Fíjate, por ejemplo, en el tema de los refugiados y desplazados de Siria.
Este verano he estado en dos campos de Grecia, en Kasika y en y en Risona. Allí he visto cómo en un principio, hay una sensibilidad con ellos de acogida por parte de la población. Y de golpe, se empieza a meter miedo desde el gobierno y desde la Iglesia. Algunos obispos, como el famoso Cañizares, avisan: «Ojo, que por ahí viene gente de todo».
El miedo hace que la gente se eche para atrás por temor a que le quiten el trabajo y a que pueden venir terroristas, aunque estos, por lo general vienen en avión y en primera clase. Y cuando la población siente miedo, se defiende y apoya aquellas opciones que creen que los van a proteger.
El otro día en EE.UU. preguntaban a una colombiana, a quién había votado. Y dice: «Yo he votado a Trump».
Y le dicen: «Pero si usted es colombiana y él ha prometido expulsar a once millones de indocumentados. Me imagino que habrá algún familiar, algún amigo, un vecino, a quien le pueda afectar».
Y ella dice: «Yo tengo mis papeles. Los demás que se busquen la vida».
Habría que decirle a esa mujer: «A lo mejor, cuando vayas a renovar los papeles, cambian la ley y no te los dan».
Fíjate que ya los mismos inmigrantes solo piensan en que como ellos tienen papeles, van a tener trabajo, y a los demás que los expulsen. El sistema ha generado un miedo, un egoísmo y una indiferencia tremendos. El capitalismo no es solo un sistema económico, también lo es antropológico. Crea un modelo de persona con unos valores de «sálvese quien pueda», de individualismo y de consumismo. Nunca he entendido cómo se puede votar a alguien que está provocando tu propio sufrimiento. Tengo un amigo que es empresario y cuando le pregunto si votaría a las izquierdas, me dice que nunca. Y yo le digo que no entiendo cómo los obreros pueden votar a la derecha. Y me dice que él tampoco.
¿Se ha perdido la conciencia de clase?
Sí. En los Movimientos Populares tenemos cuatro verbos que hemos utilizado desde siempre: «sensibilizar» y «concienciar», para «movilizar y transformar» la sociedad. Digamos que esos eran nuestro ejes, nuestros verbos y de las ONGs.
¿Y qué ha hecho el sistema? Decirnos que la transformación no es posible. Que la cosa está como está y que es el fin de la historia. Incluso el de la Iglesia. Por tanto, no se puede cambiar nada. Esto desmoraliza a la gente. Y una vez desmoralizada la gente, utilizan el proceso inverso al nuestro: «insensibilizar y des-concienciar». Y si tú estás defendiendo cosas normales y naturales, y te tachan de radical.
Y si creen que radical es defender pensiones justas, para que la gente de mayor pueda morir dignamente, o que un trabajador tenga un sueldo digno que le permita pagar la hipoteca, alimentar a sus hijos y que pueda vivir con cierta holgura, que tengamos derecho a la sanidad, a la educación…, si eso es ser radical, pues entonces sí, lo soy.
O sea, que el cambio y esa transformación que os pedía el Papa de la sociedad, largo me lo fiáis.
Es muy complicado. Allí salió mucho también el tema de los medios de comunicación. Están muy cogidos. Sobre todo los medios más clásicos que llevan muchos años funcionando. Se hablaba incluso de democratizar los medios de comunicación. Porque no es solo la política o la economía.
Lo que es evidente, es que los grandes consorcios mediáticos silencian los grandes mensajes. Por ejemplo, el discurso del Papa a vosotros, no ha salido prácticamente en ningún sitio.
Cuando llegamos a Murcia nos decía la gente que no había salido ni en televisión, ni en prensa ni en nada: «Porque te hemos oído a ti en la radio». Y es que, como nos estamos moviendo en Murcia, nos dan cierto espacio los medios de comunicación por las amistades que tenemos dentro de estos medios, que son fundamentales.
Es una dinámica perversa: silencio lo importante del Papa y sí doy los gestos, y las cosas más folclóricas o más anecdóticas.
Por ejemplo, el otro día el Papa viajó a Suecia. Es noticia, pero no aporta nada. Ahora, si tú sacas el mensaje, lo resaltas y lo subrayas, es un mensaje de un gran calado: de una revolución mediante la ternura y la justicia. Evidentemente, los medios lo silencian porque están defendiendo el sistema. Cuando sienten atacado el sistema, se defienden a sí mismos también.
Los periodistas mismos lo comentan. Ahora, quienes están comprando los medios de comunicación son las financieras. Los medios tienen crisis y grandes deudas. Llegan las multinacionales y compran sabiendo que van a tener pérdidas, pero también que van a condicionar la opinión pública y eso, a la larga, le da rentabilidad económica.
Ahí, la Iglesia debería jugar un papel: si eso es lo que pide el Papa y lo que hace, los medios de la Iglesia deberían ser los primeros en romper esa dinámica perversa y alinearse. Medios como la COPE o 13TV, los que tenemos en España. ¿Cómo lo ves?
Ellos están aliados con la derecha. Con los poderes económicos.
Eso es desobedecer al Papa, ¿no?
Pues sí. Es que ellos no creen en este Papa.
¿No?
Y no es solo que no crean, sino que aunque no se atrevan a decirlo públicamente, están deseando que este Papa pase, porque le consideran como el anti-papa.
¿Por cuestiones doctrinales o vitales?
Doctrinales no, porque recuerdo que en el primer encuentro que tuvimos con los Movimientos Populares, decía: «Me llaman comunista. ¡Si yo hablo del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia! Por favor, que alguien me diga algo que esté dentro del Manifiesto Comunista y que no esté dentro de la Doctrina Social de la Iglesia».
El otro día, dijo que los comunistas se parecían a los cristianos. Le dio la vuelta. Lo que pasa, es que es una Iglesia, cómplice silenciosa de los poderes.
Por ejemplo, la Conferencia Episcopal Española. Se le ha pedido, por activa y por pasiva, desde el 2010 un manifiesto. Un documento, una carta pastoral en contra de los desahucios. No ha habido manera. Ya se ha manifestado todo el mundo. Hasta los cerrajeros, los sindicatos policiales, los sindicatos de la Guardia Civil, los jueces…
¿A quién le pedisteis la carta? ¿A la presidencia?
Sí, y a los obispos muchas veces, en conversaciones personales.
Hicimos, hace años, un manifiesto de corte religioso contra los desahucios en Murcia. Logramos cien firmas. Tuvo una repercusión mediática tremenda a nivel nacional. Y en una rueda de prensa, un periodista de La Verdad de Murcia le preguntó a nuestro obispo, J. Manuel Lorca, sobre la carta. Que si la apoyaba. Y dijo que no, que eso era como cohetes en el aire. Que lo importante era lo que hace Cáritas, no estos cien que ponen un manifiesto en contra de los desahucios.
Le cayó un chaparrón de los medios de comunicación al pobre obispo, criticándolo por esa actitud, tremendo.
Y a los medios de la Iglesia, ¿cómo los ves?
En el tema de los desahucios precisamente, sí que nos han dado cobertura. Pero los medios de la Iglesia, me los pongo como penitencia: «Voy a ver un programa de 13 TV que no sea una película del Oeste. Uno de tertulianos». Son de una incitación al odio, a la injusticia, al desprecio humano, a la falta al respeto, de tolerancia y de diálogo, impresionantes.
¿Te duele que en nombre de la Iglesia se pueda hacer algo así? Y desde un medio de Iglesia.
Sí, porque no están los valores evangélicos por ningún sitio. Yo puedo tener una orientación política de derechas, lo puedo entender. Pero los valores que se están transmitiendo y la actitudes que se ven, chillando, faltando al respeto, inventándose la noticia, me parece que esa no es nuestra Iglesia. Es una vergüenza.
Y es, además, la imagen de la institución que más llega al público.
Como dice Noam Chomsky: «Lo que no se ve, no existe». Y eso de lo que hablamos, es lo que se ve y lo que se escucha. Yo he oído en la COPE justificar guerras. Recuerdo una noche en que iba a mi casa y sintonicé la COPE. Estábamos con la movida contra la guerra de Irak, y estaban defiendo la guerra. Defendiendo que se iba a matar niños, que iba a morir gente. ¿Cómo se puede, desde un medio católico, defender la guerra? Hasta Juan Pablo II pegó un puñetazo en la mesa, a Cameron.
Las referencias por eso, del Papa a Pepe Múgica, expresidente de Uruguay, que estaba por allí. O a Berta Cáceres. Este tipo de líderes apuntan en otra dirección, hacia otro modelo, en el fondo.
Francisco, al final del discurso, dijo: «La gente que tenéis fe rezad por mi, y los que no sois creyentes, deseadme buena onda».
Este encuentro con Movimientos Populares lo organiza, como los otros dos, Justicia y Paz, del Vaticano. El 90% de la gente que estábamos allí, era no creyente. Eran humanistas de todas las ideologías habidas y por haber. Recuerdo en el primer encuentro, que tenía a mi lado a Walter, de Guatemala. Me dio con el codo y me dijo: «Es más marxista que yo», y yo le dije: «Y más rojo que yo. Con lo rojísimo que soy, me va a dejar en mantilla».
A él no le importa que la gente no tenga fe. Lo que quiere, es que la gente sea capaz de unirse a través de valores, de plataformas que pongan al ser humano en el centro. Y que la economía esté al servicio. Eso es lo que le importa. Todo lo demás es secundario para él. Ha dado misa a las siete de la mañana, y hemos ido siete de ciento cuarenta.
¿A la misa de Santa Marta?
No, dentro del encuentro, en el colegio. Pero, una cosa curiosa, estábamos alojados en un colegio internacional de los Legionarios de Cristo.
¿En Roma?
Era un contraste…, todo el mundo con sotana. Me decían: que no se enteren que eres cura, que lo vas a llevar claro. Era un contraste de pelaje, en el buen sentido de la palabra.
Sigues trabajando en la cárcel, sigues en la HOAC, y sigues militando en el PA, la Plataforma Anti-desahucio.
Sí. Afectados por la Hipoteca. Para mí, la fe tiene esa dimensión social. Desde siempre la he entendido así. Recuerdo una conversación que tuve con un vicario general, que me decía: «Joaquín, tu ordenación ha sido un error, tú hubieras sido un buen trabajador social». Y a mí se me escapó: «Pues tú, hubieras sido un buen trabajador en el banco». Y ahí se acabó la conversación. Cada uno a lo suyo. La Iglesia no me concibe. No tengo un espacio claro en la Iglesia.
Este modelo chirriaba en épocas anteriores. Pero ahora con este Papa, y con el modelo de Iglesia que él promueve, tu figura tendría que encajar a la perfección.
Cuando salió Francisco, me quedé un poco expectante porque era argentino.
Inmediatamente salió la noticia de que había apoyado la dictadura de Videla, y después nos enteramos de que la extrema derecha había filtrado eso para desprestigiarlo.
Y de golpe, empiezo a verlo y a escucharlo. Sentí un gran alivio. Pensé: «No estoy tan fuera de la Iglesia, me siento identificado con todo lo que dice. Menos mal».
Para mí fue una sorpresa histórica. Cuando se dice que la historia siempre está cerrada, es mentira. ¡Qué sorpresa y qué figura tan entrañable! Tanto para los creyentes como para los no creyentes.
Y que venga de arriba, es decir, que el cambio que está promoviendo, lo promueve la cúpula: tenemos un organismo eclesial que tiene una cabeza progresista, y un cuerpo conservador.
Ultraconservador. Ten en cuenta que Juan Pablo II estuvo tantos años en el pontificado que nombró casi al cien por cien de los obispos y de los cardenales. Y además, fue muy inteligente. Con cincuenta y tantos años, hasta los setenta y tantos, estamos hablando de unos veinte años de un obispo en una diócesis.
Cuando llega Francisco, se encuentra con un episcopado y una curia romana feroz contra él. De hecho, cuando cerró las cinco mil cuentas del Vaticano que servían para blanquear la mafia italiana, de lo que viene de la venta de armas, el narcotráfico y la prostitución, en el Vaticano entra menos dinero. Esto significa menos comisiones que se lleva algún cardenal que otro, y evidentemente supuso un escándalo para la curia. Y él marcó su línea, clarísimamente, de una Iglesia abierta, transparente y en fidelidad con el mensaje de Jesús.
Si pueden, ¿no le van a dejar que plasme eso?
Le están poniendo todas las trabas habidas y por haber. Hay mucha resistencia. De hecho, conozco muchos compañeros y obispos que siguen bajo la tutela de Juan Pablo II. Siguen con su clergyman, su traje negro. Con sus celebraciones ritualistas, formalistas. Con una homilía que habla del demonio, de las mujeres, de los homosexuales y de la izquierda.
Tengo un amigo conservador que salió escandalizado de una iglesia cuando se presentó Zapatero (como se aprobó el matrimonio de los homosexuales). Porque se dijo que quien votara a Zapatero iba a ir al infierno. Esto llegó un momento que no era puntual. Empezó en el clero, a difundirse en la homilía: «Quien votara a zapatero iba al infierno». Y no es broma. Yo pensaba: «Esto no es posible».
Y también recuerdo que en una primera comunión, escucharon este mismo discurso. Y ellos me decían: «Pero, ¿qué pinta hablar de eso en una primera comunión de críos de nueve años? ¿Es que habéis perdido la cabeza, Joaquín? ¿No tenéis sensibilidad?»
Fue una etapa terrible. Hay una gran resistencia y ellos siguen bajo la tutela de Juan Pablo II.
Con algún cambio en el lenguaje. Algunos hablan de las periferias, pero es solo nominalista. ¿no?
De cara a la galería, como decimos en Murcia. Por salvaguardar las formas.
Al principio oíamos la homilía en la televisión, en las residencias de personas mayores. Y me decía una mujer mayor: «Joaquín, los curas no hablan del Papa Francisco, hablan de Juan Pablo II». Y le digo: «Es que no le quieren mucho». Y me dice: «pero hombre, si es el Papa nuevo y está haciendo cosas muy importantes».
En una iglesia tan clericalizada como sigue siendo, si no cambian los curas es más difícil que cambien los fieles. Que cambie el pueblo. ¿Hay salida, de todas maneras?
Yo soy un hombre de esperanza. Decía Sebastián Mora, que es secretario de Cáritas, cuando le preguntaban si era optimista o pesimista: «no soy ninguna de las dos cosas. Yo tengo que hacer un análisis realista. Pero sí soy un hombre de esperanza».
Creo que tenemos que ser personas de esperanza. En este encuentro de Movimientos Populares, lo que haces, es ver cómo en los cinco continentes hay mucha gente de la base, en el pueblo, luchando, que desconocemos.
No sé que pasará en el futuro, pero veo un sector de la Iglesia que se está aislando mucho: los ultraconservadores, que se están quedando refugiados, en sectas. Y muy amargados porque ven que la gente no les responde. Normal. Y que la juventud, no está dentro de las parroquias ya.
Y veo que en las bases hay algunas florecillas, que esperemos que se multipliquen y que den buenos frutos. Yo no pierdo la esperanza.
¿A nivel social tampoco? Tal y como está la situación en España, que no vamos a describir, ¿tienes esperanza de que se pueda regenerar el sistema?
Sí, me gustaría y creo que se puede regenerar. Pero hay que seguir luchando día a día. Un poco como lo que decía el Papa en el encuentro: la importancia de las bases y de hacer Política con mayúsculas.
Te duele cuando sale vencedor un partido que tiene un alto nivel de corrupción, que ha hecho unos recortes enormes en la sociedad y que ha sido causa de tanto sufrimiento. Y que están al servicio de las élites sociales, bancarias y financieras. Es un varapalo moral para todos nosotros. Pero la esperanza se cifra en tiempo.
Son procesos. Lo que repite continuamente el Papa. Y a veces, a largo plazo.
Yo digo una frase que he acuñado con el tiempo: «Estamos en tiempo de esperanza, sin tiempo».
Hay un problema con los movimientos populares, con los sindicales incluso, y en algún partido político: a la esperanza le ponemos un tiempo. Lo que vamos a conseguir en X años. Y cuando no se consigue, nos hundimos y arrojamos la toalla. Por eso la frase que he acuñado. «Estamos en un tiempo de esperanza, pero sin tiempo». No le pongamos tiempo a la esperanza.
Quién está más cerca de estos planteamientos del Papa y de la Doctrina Social de la Iglesia, ¿el PP o Podemos?
Podemos, sin duda alguna, por los planteamientos. La izquierda en general, está más cerca al Papa Francisco que la derecha, que está defendiendo los intereses macroeconómicos, la guerra, la violencia, justificando las vallas, las fronteras a los refugiados, introduciendo el miedo en la gente y, evidentemente, el Papa va en contra de todo eso. Y además, los señala y les dice: «Sois terroristas».
En tu experiencia vital personal, ¿sigues viendo dolor y sufrimiento en la gente del pueblo?
Donde yo me muevo, en los desahucios, vengo viéndolo desde hace años. Cómo la gente se ha empobrecido. En España, de cada cuatro niños, uno está en desnutrición. Son datos oficiales. En Murcia, el 30% de la población está en pobreza. A nivel nacional, el informe Foessa, creo que habla del 25% de la población en pobreza severa.
Como testimonio, una noche fui a ver a una persona a la que iban a desahuciar para que me dejara los papeles y viera un poco lo del juzgado. Eran alrededor de las diez de la noche. Estábamos hablando y el hijo se levantó y dijo: «Papá, tengo hambre».
El padre le contestó: «Ya has cenado».
Y el niño: «Papá, pero que me has dado un vaso de leche».
Y el padre dijo: «No tengo otra cosa».
Evidentemente eso te conmueve.
Te parte por dentro.
Sí. Pero eso, es así.
¿La gente agradece ese consuelo de que un cura está ahí metido?
Sí. Estamos en una sociedad, la española, que es muy clerical, o anti-clerical. Nos guste o no.
Por ejemplo, cuando vamos a un banco y llegan los anti-disturbios, el que esté mi presencia allí, ayuda. Ellos saben que lo que hacemos está bien y si encima hay un cura, hay un respeto, se dirigen a ti. Te llaman por tu nombre, hasta los propios jueces.
Porque ya te conocen.
Sí, somos ya viejos amigos.
Aunque no lleves la tirilla.
Hace poco iba andando y oí una furgoneta que iba por detrás de mí. Se paró a mi lado y me dicen: «¿Qué? ¿Hay algo para hoy? ¿Algún banco?».
Era una unidad anti-disturbios. Les dije: «no, hoy no».
Y ellos: «Ah, vale. ¡Ya nos vemos!».
Esto, ¿qué quierE decir? Que nosotros hemos utilizado la no-violencia. Y siempre, la comunicación y el diálogo con los jefes y con las fuerzas del orden público. Pero también desde nuestra fidelidad a lo social: cuando nos dicen: «Os tenéis que ir», nosotros decimos: «No nos vamos». Entonces nos dicen: «Pues os tenemos que detener, mandaros al juzgado». Y nosotros: «Pues mandadnos al juzgado».
Yo creo en la desobediencia civil no violenta. El otro día, por un recurso que hicimos en la Audiencia Provincial, el juez decía que lo que hacemos, está bien. Lo publicasteis en RD. Incluso me alababa personalmente. Dijo: «Joaquín no es un delincuente, es una persona solidaria».
Ese es uno de los juicios que tienes pendientes. Pero tienes otros.
Sí, y es curioso porque al día siguiente de venir de Roma, me llega una carta certificada de el juzgado nº 2 de Murcia. Yo pensaba que era la notificación del archivo. Me puse muy contento y cuando la abrí, vi que lo que tengo es un juicio el 17 de enero. Qué le vamos a hacer.
¿Vas a seguir jugándotelo en ese sentido? ¿Estás absolutamente convencido de que tu lucha es justa, y la que la Iglesia necesita en este momento?
Sí. Para nosotros, desde que se aprobó la reforma del Código Penal y la Ley de Seguridad Ciudadana, que es «la ley mordaza», la cárcel aparece en el horizonte. Porque generar antecedentes, con el endurecimiento del Código, ya es un delito penal.
Evidentemente, si tienes un juicio y lo pierdes, ya tienes antecedentes.
¿Podrías ir a la cárcel?
Esa posibilidad, es real.
¿Te asusta?
Sí. Y eso que estoy de capellán en Sangonera. No te puedes imaginar el cachondeo que tienen los funcionarios.
Pero si te mandan allí, estarías como en casa.
Sí. El otro día, uno de lo privados de libertad me decía: «Don Joaquín, le tenemos preparada ya la suite. Qué quiere, ¿vistas al muro norte, o al muro sur?»
Eso está ahí. Pero cuando vas al encuentro de Movimientos Populares y te hablan de desaparecidos, de asesinatos, de las cárceles, de violaciones y de desalojos de barrios entrando el ejército a tiro limpio, con tanquetas… Aquí es otra cosa. Pero está en el horizonte.
Lo que te duele mucho, y que es una cosa que llevo regular, es que haces sufrir a la gente que te quiere. Te respetan, están ahí, pero estás tomándote un café y notas las miradas de preocupación. Y te preguntan cómo va lo del juicio.
Tu familia, tus amigos…
Claro. Eso es una cosa que se lleva mal. Muy mal, la verdad.
Cuando estás en la cárcel, ¿te preguntas lo mismo que el Papa?: «¿Por qué ellos están aquí, y yo no?». Como decía el otro día en el Jubileo de los presos.
Sí. Lo que pasa es que ellos tienen muy claro, incluso los mismos funcionarios, que quienes van a la cárcel son la gente empobrecida. Eso está claro. A no ser que haya un juez o un fiscal valiente y con capacidad de decisión valiente, normalmente, el noventa y tantos por ciento de la gente que está en la cárcel, lo forma la gente de barrio con problemas de drogas y con pequeños delitos. Ese perfil social y económico se mantiene en la cárcel. Es rarísimo que te entre un empresario por corrupción. O un político. Entró algún alcalde, que por cierto, después su grupo sacó mayoría absoluta. Por lo visto, pasar por la cárcel en este país…
Limpia.
Sacaron más votos. Te sorprende esta situación.
Es un placer haberte tenido con nosotros. Esperamos que sigas ahí, en la brecha. Gente como tú, hace falta en esta Iglesia española. ¿O no?
Yo pienso que todos somos importantes. Y creo que tenemos que seguir luchando. Seguir siendo referencia de lucha. Pero ojalá hubiera mucha más gente combatiendo con coherencia y con credibilidad.
Todos tenemos nuestras contradicciones y nuestras incoherencias, nuestros pecados. Pero es importante que en la Iglesia nos quitemos las máscaras, los lujos, el confort, la complicidad con los poderes económicos, y estemos al lado de la gente. Escuchándoles, y abrazándoles. Acariciando y defendiendo su dignidad y sus derechos.
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