Curas 'correcaminos' de coche y móvil, obligados a celebrar misas como máquinas
(José Manuel Vidal).- «Los curas de pueblo buscamos ‘salidas’ en una Iglesia rural en salida». Lo dice Enrique Gómez, el consiliario del Movimiento Rural Cristiano (MRC) y párroco de Miajadas, tras el encuentro de consiliarios de este movimiento en diversas diócesis españolas. Una de ellas, quizás la más fácil de arbitrar, es que la Conferencia episcopal atienda la petición que estos sacerdotes y laicos le vienen haciendo desde hace años: Unas Jornadas Nacionales sobre la pastoral rural.
«¿No sería el tiempo propicio y urgente para que la Conferencia Episcopal Española promoviera unas Jornadas, a nivel nacional, sobre la puesta al día de una pastoral rural misionera?», se preguntan los curas de pueblo. No piden mucho. No piden casi nada. Sólo solicitan que los obispos les presten más atención, reflexión y diálogo. A ellos y a la gente del campo que pastorean.
El mundo rural ha cambiado, víctima también de la secularización, pero sigue manteniendo su fe. A veces, una fe basada sólo en el catolicismo de ‘misa y olla’ o en una práctica religiosa que no va más allá de una piedad popular folclórica, sin arraigo en el corazón y en la vida.
Otras muchas veces, los creyentes de pueblos, villas y ciudades pequeñas siguen cultivando su fe y esperan una mayor atención de obispos y curas. Los pueblos españoles se despueblan de una forma rápida. En muchos de ellos solo quedan los ancianos durante todo el año y, en verano, los vecinos que vuelven al pueblo en vacaciones.
Quedan pocos, a veces, pero siguen necesitando la cercanía de los curas y de los obispos. En época de crisis vocacional, la jerarquía no tuvo más remedio que primar la cantidad, el número de fieles, concentrar a curas y dejar muchas pequeñas parroquias rurales desatendidas. Porque no se llega. Porque no se puede.
Los curas de pueblo tiene que atender a muchas parroquias. A veces, más de cinco o seis. Es ya normal que incluso atiendan a más de diez parroquias. Con largos desplazamientos entre ellas. Curas ‘correcaminos’ de coche y móvil. Curas que celebran misas, como máquinas, porque no tienen tiempo ni de saludar a sus fieles, a la entrada o a la salida.
¿Cómo reorganizar esta pastoral rural, para no quemar a los curas y que los fieles puedan seguir siendo atendidos? Porque, si bien es cierto que la urbanización se impone en España a pasos agigantados, también lo es que muchas diócesis españoles siguen siendo rurales o casi rurales. Exceptuando las diócesis de las grandes urbes (tampoco tantas), todas las demás siguen teniendo alma rural.
¿A qué se debe este abandono pastoral del mundo rural? Un abandono que se plasma, por ejemplo, en las propias estructuras del episcopado. En efecto, en la CEE hay comisiones y departamentos para todo. Incluso, pastoral de la carretera o pastoral del circo, entre otras. Ambas loables. En cambio, no existe una comisión de pastoral rural. Ni siquiera un simple departamento.
Es hora de que los obispos miren al mundo rural, del que provienen la mayoría de ellos, creen una comisión episcopal de pastoral social y pongan en marcha, cuanto antes, unas Jornadas nacionales de pastoral rural misionera. Saben y pueden. ¿Quieren?
Sus curas rurales se lo merecen. Curas de pueblo de toda la vida. Con opción por el mundo rural, que no buscan ascensos, prebendas ni poder. Encarnados entre los últimos, mantienen la llama de la fe encendida y se contentan con ser fermento, levadura, presencia samaritana y bondad en acción. Curas que acompañan a la olvidada gente del campo. Curas que comparten con los labradores y los ganaderos su vida, sus afanes y sus alegrías.
Curas a pié de obra. Algunos con pedigrí y años de brega y de militancia. Y, por lo tanto, de permanencia en el surco de la vida y de la fe. Los hay con 40 y hasta 50 años de labor. Pero también, con 30, 20, 10 o 5. E incluso, algunos más jóvenes. Cuando todos dejan los pueblos, ellos siguen allí. Cuando todos se van, ellos permanecen. Curas de la misericordia. Curas de Francisco.