Los jóvenes indígenas han denunciado, así mismo, la explotación de la naturaleza y de las personas a partir de un sistema que promueve la acumulación privada del capital
(Luis M. Modino, corresponsal en Brasil).- El gobierno brasileño acaba de dar esta semana un paso a más en su tentativa de acabar con los derechos de los pueblos indígenas, en este caso en aquello que se refiere a la demarcación de sus tierras. Diversas organizaciones, entre ellas el Consejo Indigenista Misionero (CIMI), entidad ligada a la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), han denunciado esta nueva tropelía que pretende ser llevada a cabo por un gobierno llegado al poder con métodos que muchos, dentro y fuera del país, califican de golpista.
La resolución gubernamental va contra aquello que la ONU recomienda al país en referencia a los pueblos indígenas y se opone a la propia Constitución brasileña, pretendiendo favorecer los intereses de sectores que presionan al gobierno y a la propia sociedad para aniquilar la autonomía y cultura de los pueblos originarios.
Las diferentes organizaciones, en su nota de denuncia, exigen que sea detenida esta nueva medida arbitraria del gobierno Temer, surgida sin ninguna legitimidad o justificativa, y que sólo va a provocar el aumento de las violaciones y la violencia contra los pueblos indígenas en el país.
Son muchos los pueblos indígenas que se ven sometidos a esta persecución y muchas las reflexiones que van surgiendo para tratar de concienciar a los propios indígenas y al conjunto de la sociedad brasileña. En este sentido, podemos citar el último encuentro llevado a cabo por cerca de 150 jóvenes Tupinamba, reunidos en la aldea Serra do Padeiro, tristemente famosa por las continuas persecuciones a las que se ve sometida y que recientemente desembocó en el asesinato de Luiz Viana Lima y que no ha sido, hasta el momento, objeto de ninguna investigación policial.
En el encuentro juvenil se ha pretendido reflexionar sobre la importancia de su territorio tradicional, amenazado por grandes disputas económicas y sociales. A través del encuentro entre diferentes generaciones y del intercambio de conocimientos y vivencias se ha querido que los jóvenes, conociendo lo realizado por sus antepasados, descubran los pasos que deben ser dados en el futuro en los diferentes campos, como es la garantía de los derechos constitucionales, la educación y sanidad diferenciadas, la criminalización y genocidio de los pueblos indígenas, su organización interna, la comunicación y el protagonismo juvenil.
Los presentes reconocieron su potencialidad en términos culturales, políticos y ambientales, y su influencia en una de las primeras regiones colonizadas por los europeos, lo que tradicionalmente provocó un situación de desigualdad, prejuicios e ignorancia por parte de la sociedad brasileña, que se empeña en resaltar que el pueblo Tupinambá fue extinguido y que, por tanto, las luchas actuales no tienen ninguna validez.
Esta situación, como recoge un documento elaborado por los participantes, sería fruto del proceso colonizador y provocaría la falta de argumentos para las reclamaciones que hoy los indígenas llevan a cabo. Los presentes también han culpado a la Iglesia católica por su papel desempañado en el pasado y que llevó a extinguir las prácticas religiosas locales, actitud hoy muy presente en las Iglesias evangélicas que criminalizan las prácticas de culto indígenas que fortalecen su espíritu y fe.
Los jóvenes indígenas han denunciado, así mismo, la explotación de la naturaleza y de las personas a partir de un sistema que promueve la acumulación privada del capital. Son conscientes de la necesidad de continuar organizando debates que ayuden a alimentar la resistencia del pueblo Tupinambá, ámbito en el que la juventud tiene un papel primordial.