Que el chasquido de este Niño / irrumpa fuerte en la niebla. / Que colme la sed de amor / del corazón de la tierra
¡Vienes, mi Niño, a sembrar
de Dios presencia en la tierra!
La tierra ya está sembrada
de minas y de trincheras,
de fábricas de armamento
y de víctimas de guerra,
cuyos gritos de dolor
se abrazan a las estrellas.
Un arado de ambición
abre surcos de pobreza,
de llanto y de desamparo
de niños en la indigencia,
que un silencio de cuchillos
ahoga en la indiferencia.
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