Ante cosas que en otro momento quizá eran imposibles de plantear, hoy hay que estar abiertos, con la obediencia a la Iglesia normal que queremos tener todos
(Jesús Bastante).- Acompasando. Para las claretianas, esta palabra implica estar siempre en movimiento, abiertas y abiertos todas y todos al Evangelio, a la realidad y a la cultura. Por eso la eligieron como nombre para una web en la que podemos ir «bibliando», «orando», «buscando», y más: un sitio de evangelización en Internet que acaba de cumplir diez años de vida, como nos contó Rosa Ruiz.
Nos acompaña Rosa Ruiz, bienvenida. Eres misionera claretiana. ¿Desde hace cuánto?
Hace veinte años.
¿Qué hace entrar en la vida religiosa, y específicamente en el carisma de las claretianas? Porque hemos oído hablar muchas veces de claretianos, pero no tanto de claretianas. Y sois unas cuantas.
Somos menos, pero bastante repartidas por todo el mundo. Nacimos con el padre Claret allí en Cuba y con la madre París, la mujer que lo inició con él.
Siempre entrevistamos a religiosos y pocas veces hay ocasión de preguntar de dónde surge esa vocación. Igual que la del sacerdocio es más conocido el proceso, el de un religioso para una orden determinada, no tanto.
Yo creo que hay una parte en la que cuenta mucho dónde estás, dónde creces y que no eliges. Para no hacerlo todo tan especial. Pienso que si hubiera nacido en otro lugar o hubiera crecido en otro colegio -estudié con los claretianos de Segovia-hubiera sido distinto.
Conocí a las misioneras claretianas en Honduras, en una experiencia misionera con los claretianos. La vida te va llevando con decisiones que vas tomando, y luego, vas viendo tú. En mi caso fue la misión. La estoy viviendo en España casi todo el tiempo. Pero al estilo de Claret y de París, y la palabra, que es lo central en nuestro caso, la he vivido de pequeña en el cole. Creces pensando que esta es la manera normal. Luego te das cuenta de que hay otras maneras.
¿Cómo vive la familia este tipo de decisiones?
En ese sentido, yo he tenido mucha suerte. Y estaré muy agradecida siempre a mis padres. Soy la mayor de cinco, con un negocio familiar, por lo que se esperaba que lo continuara. Pero, se te cruza algo que crees que es tu lugar y ellos, llorando, te dicen «qué bien hija, nos alegramos mucho».
Y cuando con el tiempo te ven feliz, supongo que esas lágrimas se tornan en alegría.
Al final lo que quieren, es verte bien.
No sé si estáis en todo el mundo.
No llegamos.
Hay una palabra que es «misión». ¿Dónde estáis?
En este momento, menos en Australia, en los cuatro continentes. En África, en Asia, en América Norte, Sur y Central, y en Europa. Ahora además, recién reestructurada la congregación por continentes, básicamente, estamos bastante repartidas. Somo muy pocas.
¿Y qué hacéis?
Otra cosa que me llamó la atención desde el principio, cuando conocí a las primeras hermanas en Honduras, es que en nuestra misión, no nacemos para una misión concreta, una temática, digamos, sino un poco al servicio de la Iglesia y de la evangelización.
Dependiendo en dónde sea y qué necesidades haya que cubrir.
En España, lo que más hay por historia y por tradición, son colegios. Porque es lo que podían hacer las mujeres siendo consagradas durante muchos años. En África, hay algo de educación, pero hay mucho de salud, porque es lo que veían las hermanas que era lo que más necesitaban. Dispensarios, etc.
Desde el principio nacimos ligadas a la educación, pero sobre todo en esa clave de que «Dios sea conocido y amado», como decía el padre Claret. Y como sea necesario en los momentos y en los lugares. En eso insisten mucho los dos.
¿Cómo os sentís como claretianas en una congregación que tiene varias ramas, dentro de ese organigrama, y cómo te sientes como mujer dentro de ese mastodonte, llamado Iglesia?
Esta pregunta es muy difícil de contestar.
Una cosa bonita que vivimos en la familia claretiana, es que la formamos casi todas las vocaciones que son posibles en la Iglesia. Hay religiosos consagrados sacerdotes, los claretianos, y nosotras como religiosas consagradas. Luego han surgido otras ramas de claretianos o de ideas del padre Claret posteriores, como seglares claretianos organizados, Filiación Cordimariana, que es un instituto secular también como una primera idea del padre Claret cuando no existían, y otras congregaciones femeninas que han nacido con claretianos y que forman parte de la familia. Con lo cual hay seculares, consagradas, sacerdotes, laicos y seglares. Esto es bonito y ojalá lo aprovecháramos más. Quizá lo aprovechamos poco.
Esa combinación de distintos carismas.
Es una cosa bonita, este conjunto de vocaciones con un mismo estilo, que te hace sentir que es real. Que la cuestión es el carisma y una misión, y cada uno lo vive según su vocación. Y conviene que sea así porque ganamos todos.
Es verdad que tendemos a pensar en los distintos rangos cuando hablamos de la Iglesia institución, donde el sacerdote está, por tener ese don sacramental, en la cúspide. Con ciertas dificultades por parte del resto para intentar, no ya escalar, sino bajar la pirámide.
Sí, se da. Pero creo que eso depende mucho del lugar y de la persona. Cada uno lo vivimos de una manera, y con algunas personas es más fácil eso de la «vocación compartida», como me gusta llamarlo.
Es un buen término, «vocación compartida».
Sí, porque me parece que en la palabra «misión» se nos van muchas cosas. Y en «vocación compartida» está muy a la base. En las claretianas hay mucha diversidad. Entre los claretianos también y estamos en camino.
Pero también es un reflejo de la vida de la Iglesia, donde evidentemente ha habido muchos cambios, por la segunda pregunta que me hacías. La Iglesia va evolucionando, gracias a Dios, pero nos queda mucho.
¿La Iglesia tiene que evolucionar hacia una equiparación de roles, de puestos, o hacia otra cosa, en ese debate hombre-mujer?
Personalmente, yo diría que mejor que equiparar (no me gusta mucho la palabra), sería que cada persona pudiera ser lo que siente que está llamada a ser por Dios. Y es difícil creer que Dios, por una cuestión de género, elija a una persona y no a otra. Teológicamente tampoco creo que haya problema… Me estoy metiendo en un berenjenal complicado, pero que en esa clave, hoy en día, es difícil sostener la diferencia. De hecho el Papa está con una comisión para el diaconado de la mujer.
Ante cosas que en otro momento quizá eran imposibles de plantear, hoy hay que estar abiertos, con la obediencia a la Iglesia normal que queremos tener todos, pero siendo críticos también, que es lo que nos pide la misma Iglesia.
¿Se nota desde dentro la mano del Papa Francisco, no solo en este caso sino en todos? ¿Esa imagen de apertura, de una Iglesia más normalizada, más atenta a los problemas de la calle? Porque muchas veces la dificultad viene no tanto de que estemos en el mundo, sino de que lo sepamos «vender».
Creo que Francisco se vende por sí solo, sin quererlo. Que por eso quizá se vende tanto. Porque aparentemente, no es alguien en quien veas que su primer objetivo sea el márketing, pero su forma de hacer las cosas, el modo, vende en el mejor sentido de la palabra. Quizá ha sabido ver, o comparte necesidades de nuestro mundo que él mismo tiene también, como parte de la Iglesia: un poquito de apertura, de flexibilidad, de luz. «Volver a abrir las ventanas», como decía Juan XXIII. Puede que, como todos tenemos esa sensación a veces de un poco ahogo en la Iglesia por mucho que la queramos, eso mismo es lo que hace enganchar. El peligro, como siempre, es que cuanto te ocurre a ti no te parece tan bueno que se reduzca a citarle en todos los escritos, encuentros y reuniones que pueda haber.
Una comunión teórica y muy académica.
Lo intentamos. Que la vida religiosa abra sus edificios a los inmigrantes, a la gente que lo necesita, Francisco lo ha pedido expresamente. Por ejemplo, hay muchos edificios abiertos y de muchas maneras, y no se hace publicidad de eso porque lo que se pretende es hacerlo, no se que se conozca. Pero hay otros muchos que no. Lo digo por poner un ejemplo sin intentar hacer demagogia, pero es verdad que es muy exigente lo que el Papa Francisco plantea.
Algunos que le acusan de lo contrario: de que aquí vale todo y de que no cuesta trabajo ser cristiano. Sin embargo, yo creo que si nos fijamos en lo que nos está diciendo, nos está haciendo mucho más corresponsables de todo. Y eso puede llegar a asustar, incluso.
Claro. Siempre, al final es mucho más exigente el que alguien te haga ver algo o te lo sugiera por libertad tuya, que por seguir una norma. Y da muy pocas normas, apela a tu conciencia, a tu capacidad de empatizar, de amor y de ternura. Y esto es más difícil, porque cumplir, cumplimos todos, porque es tan poquito lo necesario. Pero afrontar lo que él pide…
¿Crees que en España estamos captando como Iglesia las ideas de este pontificado? No solo las ideas: el corazón de este pontificado. Esta llamada de abrirnos más al mundo, de ser más corresponsables de todo lo que nos rodea.
No me siento muy capaz de hacer esa valoración, pero creo que en la medida en la que se puede, la Iglesia, tan amplia en los distintos ámbitos, está haciendo intentos. Lo que exige un planteamiento de este tipo es tan fuerte, que es complicado realizarlo. Y, o lo das la vuelta de una vez y te puedes llevar muchas cosas por delante, o es muy tímido el cambio. Es de las situaciones en que es difícil que haya un término medio.
Tenéis una web que tiene bastante que ver con este movimiento, aunque es anterior al pontificado de Francisco. Utilizáis una palabra muy bonita que es «acompasando». ¿Qué significa acompasar, para vosotros?
Acompasando es una palabra poco habitual, que no suena muy religiosa.
Pero tiene mucho de compasión y de pasión.
Y además está entre las imágenes que utilizan nuestros dos fundadores. París lo utiliza diciendo que «el evangelio sea el compás que mida nuestras obras». Y Claret solía decir que «viviéramos como un compás: con la punta fija en el centro, en Jesús, y solamente así podremos con la otra, movernos que es la misión».
Nos parecía que eran dos imágenes muy sugerentes, que se completaban una con otra. Y dando vueltas, al principio, de qué nombre poner a la web y qué queremos expresar, surgió «acompasando». Con la figura del compás y con ese gerundio que implica estar siempre en movimiento, que es algo que nunca se hace del todo. Por eso, la web ayuda a irnos acompasando siempre al Evangelio, al corazón a la vida y a gente.
Utilizamos muy poco el gerundio en la Iglesia. Siempre estamos en pasado o en algo perfecto.
Sí, en mucho participio. Hay que apostar por los gerundios.
¿Qué estáis haciendo en Acompasando?
Desde el inicio, las cosas han cambiado mucho. Ahora celebramos diez años. Estamos en vísperas de la celebración en sí, porque fue en Navidad cuando se inauguró la web. Tendremos esa celebración, también para desvirtualizar a tantos colaboradores, poder juntarnos.
Lo que intentamos ahora es hacer una propuesta para quien le sirva, desde el Evangelio, pero totalmente abierta, para irte acompasando contigo mismo. Para vivir acompasados, nos gusta decir a nosotros, con el Evangelio, con la realidad y con la cultura. Desde ahí, tenemos secciones un poco más explícitas.
Explícanos qué secciones hay.
En la página actual ha tenido cambios, porque en el momento en que nace lo hace para dar respuesta y tener encuentro entre los pastoralistas y los educadores en nuestros colegios. Pero ha ido evolucionando y ahora hay una primera sección, que llamamos de «palabra», en la que intentamos que la palabra se haga algo cotidiano, que es mucho de nuestro carisma. Acercarlo. Contiene el Evangelio diario comentado cada semana por gente muy distinta. Hay de todos los colores, y creo que es de las mayores riquezas que tenemos.
Hay una sección que llamamos «bibliando», que es otro gerundio, ¿ves?. Esa invitación a deshacer y a entrar en los textos de la Biblia para sacarles una palabra más, un paso más siempre.
Y hay otra sección de «oración», también. Pautas para ayudar, porque a veces uno quiere rezar y no sabe cómo, todos tenemos esa experiencia. Pues hay aquí claves para orar.
Hay otro bloque que es más de cultura, digamos. Son recomendaciones de libros, de películas, de música. También ha ido pasando mucha gente por esa sección.
Y formación, en sentido amplio. ¿Qué necesitamos leer? Dirigido a un adulto, joven, o medio, hoy, y que quiere tomar la vida con cierta seriedad. Y que le puede ayudar a crecer, a madurar. Desde ahí montamos colaboraciones.
Hay otro apartado que llamamos «vocación». Tuvimos muchas dudas de que apareciera la palabra explícitamente. Y al final, es un apartado de búsqueda. Lo llamamos «buscando», en esa misma clave de gerundio. Cosas que nos puedan ayudar a vivir buscando. Sea cual sea nuestra vocación o nuestro momento vital.
¿Qué perspectivas tenéis de cara a los próximos diez años?
Si servimos para acompasar, seguir. Supongo. Si la congregación sigue apostando por ello para llevar a cabo algo así como una congregación pequeña, femenina además, que no es lo mismo.
Explicar que eso también forma parte del carisma de encuentro, de participación y de llevar el Evangelio y la palabra.
Y que cuando hay que recortar por algún lado, hay que hacerlo. Es verdad, que somos menos. En la congregación entonces, lo veo como seguir adelante. Es la idea. Y agradecer los diez años que ha pasado la gente colaborando y haciéndose partícipe, no solamente entrando en la página, sino colaborando activamente. Celebrar que seguimos aquí, teniendo algo que decir si le sirve a alguien, como claretianas. En el equipo coordinador, de hecho, estamos dos claretianas y hay laicos también. Desde el principio eso fue una cosa importante.
¿Dónde os podemos encontrar?
En la web.
Felicidades, Rosa, por esos diez años. Enhorabuena por la iniciativa y esperemos seguir caminando juntos y construyendo, que también son gerundios, esa Iglesia y esa sociedad del presente y del futuro. Como nos está diciendo el Papa Francisco.
Rosa Ruiz, claretiana, muchísimas gracias y ya sabes dónde estamos.
Muchas gracias. Nos seguimos viendo, y «acompasando».