Kandida Saratxaga

Sor Jesusa

"Su vida se ha centrado, y convertido, en una amorosa acogida de Dios"

Sor Jesusa
Kandida Saratxaga

Este tipo de ancianas místicas nos manifiestan a todos que la generosidad en la entrega en la conversatio, capacita y predispone al creyente a una amorosa unión en Dios

(Kandida Saratxaga).- Cuando oímos la palabra mística solemos asociarla a grandes figuras de la espiritualidad cristiana que además de ser agraciadas con extraordinarias experiencias de presencia y comunión con Dios, han sido dotadas con la genialidad literaria de saber referirlas.

Mujeres como Teresa de Jesús, Gertrudis de Helfa, Matilde de Magdeburgo, Beatriz de Nazaret, Juliana de Norwich, Hildegarda de Bingen, Hadewijch de Amberes… Y varones como Juan de la Cruz, el Maestro Eckhart, Juan Tauler, Bernardo de Claraval y toda la escuela cisterciense desde los primeros Padres de la Orden (Elredo de Rieval, Guillermo de Saint Thierry, Isaac de Estrella, Balduino de Ford) hasta el siglo pasado con la enorme figura de Thomas Merton, nos han dejado páginas espléndidas de penetración y apropiación del Misterio cristiano como don paradójico de un sabroso saber que te deja, muchas veces, no sabiendo.

Sin embargo, la experiencia mística cristiana, como una toma de consciencia de encuentro y unión con Dios, Trino y Uno, no está circunscrita exclusivamente a personalidades geniales. Suele hallarse más a menudo, en la vida del creyente, con el progreso, posible y paulatino, de la vida de la gracia y de las virtudes teologales mediante el cauce cotidiano de la oración liturgica, los sacramentos y la entrega servicial a los hermanos. Es la experiencia que alcanzan los simples y los pobres de todos los tiempos: personas sin doblez que unidas al Señor en la sencillez de cualquier tipo de servicio buscan sinceramente obedecer Su voluntad.

Por eso, no es difícil encontrar en los monasterios hermanas que, tras largos años de búsqueda sincera de Dios traducida en praxis cotidiana de servicio, y alimentándose de la escucha de la Palabra, en generosa fidelidad a la vida sacramental en el ámbito de la comunidad, han llegado a una ancianidad mística por la experiencia de encuentro en el Amor.

Ancianas monjas que han pasado desde la conversatio que propone la Regla de San Benito 58,7 (…tenga solicitud en observar si realmente busca a Dios, si es solícito para el Oficio Divino, obediencia y los oprobios) a la experiencia de paz y gozo en El. Traslación del progreso paulatino al que apuntaban las palabras de Jesús: Si alguno me ama guardará mi palabra (Jn 14,21-23)…Si alguno me ama… será amado de mí Padre y yo lo amaré, y vendremos a él y haremos morada en él (Jn 13, 21-23).

Una de esas ancianas místicas es sor Jesusa, una hermana muy querida de mi comunidad. Sor Jesusa acaba de cumplir 95 años y llegó a nuestro monasterio con apenas 16. Antes del Concilio fue hermana conversa, es decir que se encargaba de los trabajos físicamente más duros de la comunidad (cocina, huerta, cuidado de los animales…). El Concilio suprimió todo tipo de separación comunitaria, pero sor Jesusa siguió con el mismo espíritu de servicio de siempre, particularizado y magnánimo, para cada de sus hermanas. Sencilla, silenciosa, la primera en el servicio, la primera en llegar al Oficio…

Ahora con su edad, la generosidad de su entrega tiene como fruto la paz. Ya no realiza ningún servicio activo; pero desde las 6 de la mañana en que la ayudan a levantarse, hasta el anochecer, su vida se ha centrado, y convertido, en una amorosa acogida de Dios: reza el Oficio, el Rosario, escucha la Eucaristía y agradece la comunión a la hermana que le lleva el Cuerpo del Señor y siempre, siempre, tiene en su regazo un pequeño libro de sentencias piadosas que lee continuamente. Vida de oración, vida en alegre Paz.

Este tipo de ancianas místicas nos manifiestan a todos que la generosidad en la entrega en la conversatio, capacita y predispone al creyente a una amorosa unión en Dios. Que el servicio y la oración; la renuncia y la obediencia son las virtudes que como escala conquistada llevan a la monja (y a todo cristiano) al crecimiento progresivo desde el bautismo a la medida de la perfección en Cristo. A entrar místicamente en el Misterio del que ama porque se siente amado.

Es así, dicen los místicos cistercienses, como nos vamos reformando, conformándonos y transformándonos en Jesucristo.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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