P. Joaquín Iglesias

Pobreza y política

"La cohesión social sólo se mide por los valores éticos"

Pobreza y política
Joaquín Iglesias

Siempre digo que un solo pobre que viva en la calle en contra de su voluntad es la señal de un estrepitoso fracaso de la administración pública y de una debilidad en la legislación

(Padre Joaquín Iglesias*).- Hablar o escribir sobre la pobreza es un tema sumamente delicado. ¿Quién no queda impresionado, en estas frías mañanas de invierno, al ver a los indigentes sin techo pasar la noche al raso, sobre el asfalto de las ciudades, buscando lugares abrigados y seguros?

En mi trabajo como rector los veo a diario, no sólo en los soportales y en los bancos de un parque, sino en la parroquia. Cada día vienen a comer unas cincuenta personas al comedor social. Muchos son extranjeros o desarraigados; llegan con sus carritos, sus mochilas y sus sacos. Han pasado la noche en la calle y sobreviven como pueden. Cuando quieres iniciar una conversación con ellos son esquivos y reacios a comunicarse. Agradecen una comida caliente y un café, pero rehúsan una mayor cercanía y se hace difícil ayudarles a resolver su situación.

Cada vez más, en las grandes ciudades como Barcelona, se puede ver cómo aumenta el número de personas que han llegado a situaciones límite, por razones laborales, económicas o familiares. Preocupa ver su estado tan deteriorado.

Queremos hacerlos invisibles porque su presencia nos molesta. Querríamos taparnos los ojos e ignorarlos; hay quienes incluso se violentan con ellos. La sociedad mira a otro lado, y los políticos responsables no quieren darse cuenta de la gravedad de la situación. Desesperadas, estas personas se deslizan entre la indiferencia de las administraciones, incapaces de responder. Los recursos para atenderlas siempre son insuficientes y los trabajadores sociales se ven a menudo desbordados.

Siempre digo que un solo pobre que viva en la calle en contra de su voluntad es la señal de un estrepitoso fracaso de la administración pública y de una debilidad en la legislación, que no contempla el dolor humano que envuelve a la persona marginada.

Ayuda social: una prioridad de estado

¿Cómo afrontar la vulnerabilidad de tantos que pasan por esta situación? Es verdad que las causas de la pobreza son múltiples y variadas. No hay dos casos iguales y en algunas ocasiones el origen de la marginación es una situación familiar o un trauma emocional muy profundo, en el que es difícil intervenir.

De ahí que el estado solo no baste y sea necesaria la acción humanitaria de las entidades ciudadanas. Mediante el voluntariado y con profesionales movidos por la vocación, las entidades llegan allí donde la administración no puede… o no quiere. Pero estas asociaciones y fundaciones necesitan apoyo y recursos. Más allá de la ética ciudadana y de la caridad, ¿no debería contemplarse la responsabilidad de los gobernantes?

Es necesario buscar los medios para hacer frente a esta lacra social que debilita los fundamentos de una sociedad madura y responsable. Pero los políticos se dispersan con otros temas que tienen más que ver con su imagen mediática o con su prestigio a la hora de competir con otros estados. Gastan los recursos en cuestiones a menudo superfluas, no de primera necesidad, y, cuando se agotan, aumentan los impuestos para demostrar la capacidad regeneradora y económica del país, ahogando a muchas familias. Con una presión fiscal tan elevada como la que tiene España tendría que haber suficiente para poder ayudar a las instituciones que desempeñan la hermosa labor de acoger, atender y dar esperanza a tantas personas sin hogar.

Es alarmante ver cómo se han reducido, en general, las partidas destinadas a ayuda humanitaria. Una política de estado que no tenga como prioridad el bien real de toda persona, en especial de los más débiles, es una política sin fundamento moral sólido. Cuánto dolor, cuántos suicidios, cuántas depresiones, cuánta soledad hay en nuestras ciudades.

Lo que esperan los ciudadanos

En cuanto a los emprendedores que se arriesgan a iniciar una empresa, no sólo no reciben incentivos y apoyo, sino que la fiscalidad los ahoga antes de poder generar beneficios, con lo cual muchos acaban angustiados y abandonando, presionados por el estado, los bancos y las obligaciones familiares. En cuanto a las familias, muchas apenas cobran lo justo para cubrir sus necesidades básicas y todavía tienen que declarar su renta y pagar un porcentaje de impuestos más allá de sus posibilidades. Asfixiadas, pasan de la estrechez a la marginación.

Al lado de esta pobreza, los escándalos de la corrupción política enturbian la confianza de los ciudadanos hacia sus dirigentes. Cuando los gobernantes no son capaces de ser honestos la crisis económica ya no sólo es por la carencia, sino por el derroche y una mala gestión de los recursos que el estado recauda de los ciudadanos. Al expolio fiscal se suma la presión de los bancos, mediante los intereses. Conchabados con los políticos, los banqueros han agravado la crisis que sufren España y otros países.

A los políticos les gusta presumir de una macroeconomía en crecimiento, pero no dicen que ese crecimiento se da a costa de expoliar fiscalmente y de jugar con el dinero de las personas sencillas, buscando una rentabilidad que sólo beneficiará a unos pocos bolsillos. La sociedad se va debilitando social y moralmente. ¡Cuánto nos cuesta mantener este estado que se derrumba desde sus fundamentos!

La cohesión social se mide no sólo por la capacidad económica y empresarial, sino por los valores éticos. Las actitudes mesiánicas de los gobernantes ya no son creíbles. Sólo la honradez y una buena gestión harán posible la recuperación de la confianza de los ciudadanos.

*El Padre Joaquín Iglesias es rector de la parroquia de San Félix Africano de Barcelona, autor de la editorial La Morera y co-fundador de la Fundación Arsis.


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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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