Si el interesado, en conciencia y ante Dios, constata que se da alguna circunstancia que hace que a la situación objetiva de pecado no le corresponde imputabilidad subjetiva grave, puede acceder a los sacramentos
(Jesús Bastante).- «Si no damos importancia a la conciencia en la Iglesia, hacemos un teatro. ¿Le pedimos a la gente la partida de bautismo o si han confesado antes de darles la comunión? Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas«. En apenas medio minuto, el cardenal emérito de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, sintetizó el pensamiento del Papa Francisco en lo tocante a la polémica de los divorciados vueltos a casar.
Sencillo, claro y conciso, como su libro «Cómo aplicar Amoris Laetitia» (Claret), que hoy se ha presentado en Madrid. Un «manual» para concretar los principios de la exhortación pastoral de Francisco, en especial en lo tocante al famoso -y polémico- capítulo VIII de la misma. «Si el interesado, en conciencia y ante Dios, constata que se da alguna circunstancia que hace que a la situación objetiva de pecado no le corresponde imputabilidad subjetiva grave, puede acceder a los sacramentos«.
El primado de la conciencia. «Rectamente formada, pero de la conciencia». Así de sencillo. Sin más interpretaciones, como el propio Papa ya comentó, aunque algunos, los de siempre, sigan sin querer darse por enterado. Haciendo hincapié en las «circunstancias atenuantes y eximentes en situaciones concretas«. Porque no, porque el Papa Francisco no «bendice» el divorcio ni el «adulterio», como se afanan en asegurar los «profetas de desventuras», pero sí se centra en la acogida y la integración.
«Hoy, más importante que la pastoral de los fracasos, es el esfuerzo para consolidar los matrimonios y no las rupturas. Es preferible prevenir que curar», apuntó Sistach, quien defendió la «naturaleza magisterial» de AL frente a los que quieren «desdibujar su carácter doctrinal». «No son simples orientaciones pastorales. Es un documento pastoral, pero también de magisterio ordinario, que pide una aceptación y adhesión de los cristianos».
«Acompañar, discernir e integrar». Estas son las claves de la Iglesia de Francisco, que «no cambia nada de la doctrina de la Iglesia», señaló Sistach, pero sí pone hincapié en algunas actitudes: la misericordia hacia todas las familias; acompañar y discernir para integrar más en la comunidad cristiana; discernimiento espiritual en conciencia y en el fuero interno con la ayuda de un sacerdote; doctrina moral de las circunstancias atenuantes y eximentes aplicable a los actos humanos; discernimiento de los divorciados y vueltos a casar civilmente sobre el precedente matrimonio y sobre la nueva unión; y los criterios de los obispos de la Región de Buenos Aires.
«El eje es la mayor integración de los bautizados en la comunidad cristiana», señaló el purpurado. O, en otras palabras, «ser más cristianos, personas cristianas en la Iglesia». Esta posible mayor integración de los divorciados y vueltos a casar «incluye diversas formas, pudiendo llegar a los sacramentos de la penitencia y la Eucaristía«.
Sistach relató cómo él fue uno de los tres padres sinodales (los otros fueron el argentino Víctor Manuel Fernández -el teólogo del Papa- y el hoy cardenal de Panamá) que modificaron el número 85 del documento en estudio durante el Sínodo. «Al principio, se hablaba directamente de confesión y comunión -confesó-. Pero, después del café, en el camino hacia el Aula, hablando con el Papa, me dijo que valía más hablar de integración. Entonces me apresuré a preparar una propuesta en esta nueva orientación, y la repartí a cardenales y amigos de distintos grupos. En el nuestro, tres miembros habíamos preparado una propuesta nueva, para una mayor integración. De las tres similares, nos dijeron que hiciéramos una. Aprobada por el grupo, pasó al documento final».
Este cambio de orientación, recordó Sistach, resultó «muy positivo», porque «más que centrarse en que pudieran confesar y comulgar, convenía hablar de una mayor integración. Y para saberlo, es necesario un acompañamiento y un discernimiento, que son medios para la integración«.
Pero, ¿pueden o no comulgar? «En AL, el Papa dice que a causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que en medio de una situación objetiva de pecado, que no sea subjetivamente culpable, o no de modo pleno, y se pueda vivir en gracia de Dios, se puede crecer recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia (305 de AL). La nota al texto decía que esta ayuda sería, en ciertos casos, la de los sacramentos«.
Todo ello, siguiendo un «proceso de discernimiento». ¿En qué consiste? «El discernimiento en divorciados y vueltos a casar ha de considerar aspectos del anterior matrimonio y la nueva unión. Si en algún momento, el interesado, en conciencia y ante Dios, constata que se da alguna circunstancia que hace que a la situación objetiva de pecado no le corresponde imputabilidad subjetiva grave, se puede acceder a los sacramentos».
La conciencia como categoría fundamental, como apuntaba el Concilio y como consagraba el propio Juan Pablo II en la Familiaris Consortio. «AL no admite a los divorciados y vueltos a casar a los sacramentos, porque el Papa no habla de categorías, sino de personas, por lo que hay que hacer, en cada caso, el proceso de discernimiento, para ver si se puede, o no se puede, en cada caso. El Papa no hace otra cosa que lo que Juan Pablo II decía en la Familiaris Consortio, y lo ha llevado a las últimas consecuencias», aclaró Sistach.
«Hay que revisar estas ‘prohibiciones’, eso es la integración», culminó Sistach, respondiendo a los sectores más inmovilistas, que entienden la Iglesia como una cárcel y no como la casa de misericordia por la que aboga Francisco. Y es que, «AL nos llegó dentro del Año Santo de la Misericordia. No es ninguna casualidad, sino que responde al deseo del Papa».
Por su parte, el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, quiso agradecer al cardenal Sistach la publicación de este libro. «Has sabido captar la gran preocupación del Papa», señaló, indicando que ésta «es una obra necesaria, porque aplica a la realidad lo esencial».
«Qué maravilla es esto que nos ha hecho vivir el Papa Francisco, para sacar este documento, y qué gran servicio nos está haciendo el cardenal Sistach, para ver qué hacemos en cada momento», declaró Osoro, añadiendo que «Amoris Laetitia es una fórmula para hacer verdad lo que nos dice el Concilio Vaticano II, y que estaba ‘aparcadito‘. Es importante conseguir que la Iglesia sea esa familia doméstica, esa Iglesia en la que se vive, se ama, se perdona, se construye, todos se desarrollan, todos crecen, todos se animan los unos a los otros».
En las preguntas posteriores, ambos fueron preguntados por la aplicación práctica de la Amoris Laetitia. Porque una cosa es la teoría, y otra distinta, la práctica. Por eso Sistach quiso escribir este libro. «Es más fácil de lo que puede parecer«, proclamó, «porque es la decisión de la conciencia del interesado, el sacerdote sólo tiene que ayudarle para ver en qué situación se encuentra». El cardenal de Madrid sí reconoció haberse encontrado con bastantes casos, que «he acompañado en el primer momento, y luego las he derivado a las personas que están dedicadas a esto».
Sistach fue expresamente crítico con los cuatro cardenales que presentaron públicamente sus «dubia» a Amoris Laetitia, y que amenazaron con «corregir» públicamente al Papa. «Es lamentable que las publiquen. Hay un principio de moral tradicional, que dice que las circunstancias atenuantes y eximentes se pueden aplicar» al caso de los divorciados.
En opinión del cardenal, «el documento es claro. Y es que además, salió un documento de los obispos de la Región de Buenos Aires, y el Papa les contestó diciéndoles que no hay otra interpretación. Si el autor del documento considera que ésa es la interpretación, no es necesaria otra aclaración. El Papa ya les ha respondido escribiendo AL».
Finalmente, y cuestionados sobre la maternidad subrogada, Sistach apuntó que «el tema de la bióetica es muy delicado, y hay que tener mucha competencia para hablar de él». Osoro, por su parte, tampoco fue más allá, aunque sí recordó que «todos tenemos derecho a estar en esa gran casa de la familia humana que tenemos que cuidar, luego no le quitemos el derecho al ser humano de tener la casa original de Dios. No vivamos de alquiler».