"Misma violencia, misma respuesta popular"

Viacrucis, camino de misericordia

"¡Sabemos por fe que terminará en una Resurrección gloriosa!"

Viacrucis, camino de misericordia
Via Crucis

Mientras sea la misma la violencia, la misma respuesta popular de resistencia debemos sostener, y esta debe ir creciendo en contundencia, fuerza y valor

Dispuso la Providencia Divina que la Santa Cuaresma, en América Latina, fuese resellada con la sangre de los mártires. En efecto, fue un Lunes de Dolores, 24 de marzo de 1980, cuando una bala segó la vida del beato Obispo salvadoreño, Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, en la Capilla del Hospital de la Divina Providencia. Su conversión se había producido exactamente tres años antes, a raíz de la muerte de su amigo, el Pbro. Rutilio Grande García, S. I., un 12 de marzo de 1977.

Independientemente de las variaciones en el calendario litúrgico, el 24 de marzo es un día que siempre caerá dentro de la Cuaresma, por lo cual no se puede reservar espacio para la conmemoración de santos particulares. ¡Que venturosa memoria la del humilde obispo Romero, que en vez de exaltarse su nombre individual, más bien quede fundida con el ciclo mayor de la Pasión!

El 3 de marzo de 2016, como si no hubiesen transcurrido 36 años desde aquel aciago acontecimiento, fue asesinada a mansalva la ambientalista indígena y defensora de derechos humanos hondureña, Berta Isabel Cáceres Flores.

Las estaciones de dolor por las que ha recorrido América Latina en reiteradas ocasiones, hacen que la centenaria tradición del Viacrucis adquiera para nosotros una significación especial.

Por esos catorce pasos de la vía dolorosa desfilan el grito deseperado de los pueblos indígenas expoliados por el colono invasor, la Amazonia sangrante por culpa de la explotación silvopastoril inescrupulosa, los marginados de los cerros y los tugurios, las costas y los campos abandonados por los gobiernos.

Por ello, adquieren inmenso valor los esfuerzos por elaborar viacrucis latinoamericanos, como el del Pbro. Pedro Trigo S. J., y el de la Oficina de Pastoral Social Cáritas de Panamá (disponibles ambos en Servicios Koinonía), así como el de Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, E. P. que distribuyen con esmero los Heraldos del Evangelio. Estos se complementan con los trabajos gráficos socioculturalmente situados de artistas y artesanos de todo el continente, que se han inspirado en los rasgos de nuestros rostros latinoamericanos, mestizos, indígenas, mulatos y negros, para crear bellos trabajos que transmiten la solidaridad divina con los sufrimientos de nuestros pueblos. Las estaciones de Maximino Cerezo Barredo son sólo un conocido ejemplo de ello.

Estos «viacrucis inculturados» son, en definitiva, complementarios con otras oraciones que han servido de alimento espiritual para nuestro pueblo durante ya bastantes años, como la meditación de las «Siete Palabras» de Monseñor Pere Casaldàliga i Plá, que nos ponen en la perspectiva del Cristo que sufre y muere en la Cruz por la redención de nuestros pecados. «Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio».

El valor reivindicativo del Santo Viacrucis en Latinoamerica ha permeado también la música sacra que acompaña la plegaria popular. «Perdona a tu pueblo, Señor», hemos entonado con solemnidad desde nuestra niñez, mientras acompañamos a la Madre dolorosa y el llanto de las valientes mujeres que salen cada 8 de marzo a gritar «vivas nos queremos».

Por nuestra particular historia, crisol de sangres y dolores, el Santo Viacrucis se identifica de forma especial con nuestro pueblo de Latinoamérica. Aunque, claro, tampoco sea nuestro patrimonio exclusivo. Esto, por cuanto la oración posee una flexibilidad particular para la inculturación de las manifestaciones de la única y universal fe de nuestra Iglesia Católica, Apostólica y Romana, que con gran tino urgía el Papa Juan Pablo II en los cánones 52 y 54 de su Carta Encíclica «Redemptoris Missio» del 7 de Diciembre de 1990.

Esto lo entendió a la perfección muchísimos años antes, en la vieja Europa, el pueblo español, que lo demostró a través del eximio poeta Gerardo Diego Cendoya, gallardo exponente de la «Generación del 27», cuya preciosa y devota versión del camino de la Santísima Cruz fue publicada en Santander por Talleres Aldus mientras corría el año 1931.

En medio del acelerado ir y venir contemporáneo, alguno sin embargo se preguntará: ¿tiene sentido acaso seguir repitiendo una y otras vez las mismas estaciones, con las mismas pausas y las mismas jaculatorias? No yerran en que nuestro rezo católico es así, repetitivo, centenario, cíclico, verbal. Así conservamos un milenario legado de fe.

El oficio divino no cesa en su frecuencia conventual. Prima, tercia, sexta, nona… Maitines, Laudes, Vísperas, Completas… El salvífico misterio doloroso que subyace (o debería subyacer) en nuestro conmemorativo rezo es lo único que da sentido a tan «artificiosa» repetición. ¡Y cuánto sentido! Les contestaría yo con otra pregunta: ¿acaso no son las mismas, hoy como ayer, las situaciones dolorosas a que son sometidas las clases marginadas en el mundo capitalista?

¡Ah, pero no se preguntan si tiene sentido en el mundo contemporáneo seguir, una y otra vez, como autómatas, pagando salarios de hambre, explotando a los trabajadores, persiguiendo a los sindicalistas, mancillando a los pequeños productores campesinos, violentando la dignidad de personas enfermas y discapacitadas, imponiendo la supremacía sexual del hombre «blanco» adulto sobre niños y mujeres!

Mientras sea la misma la violencia, la misma respuesta popular de resistencia debemos sostener, y esta debe ir creciendo en contundencia, fuerza y valor, contra enemigos inescrupulosos que desean vernos reducidos a cenizas. A cenizas que todavía puedan servirles de algo, claro está. Por que nos miden por nuestra productividad y lo demás que se pierda en el viento. Por eso las cenizas que se nos imponen en la frente el miércoles que da inicio a la espera cuaresmal, son también como un recordatorio de que, aunque al polvo volveremos, el hecho es que aún estamos vivos y, por lo tanto, debemos seguir luchando.

La exhortación que nos da el sacerdote es un claro envío a «seguir viviendo»: «Conviértete y cree en el Evangelio». Asi, el esfuerzo por vivir, por reproducir la vida, no puede desligarse de un reto de carácter político en un contexto económico internacional en que se está agudizando como nunca la explotación que ejercen sobre las clases desposeídas y trabajadoras los ricos más ricos del mundo, los dueños de los grandes bancos y entidades financieras internacionales, los tenedores de bonos de deuda externa, los dueños de los «trusts» alimentarios y farmacéuticos.

Esta interpretación fenomenológicamente «homeopática» del rito de la imposición de las cenizas enriquece el plural simbolismo de esta hermosa tradición de nuestra Iglesia.

¡Hagamos propósito en esta Santa Cuaresma, de meditar devotamente el viacrucis como lo que es: un camino de esperanza en medio del dolor, a lo largo del cual el pueblo no se resigna a aceptar pasivamente los abusos de los tiranos del poder político (romano) y pseudorreligioso (Sanedrín)! ¡En la Santa Cruz se derrama la Divina Sangre Redentora que perdona nuestros pecados, pero el camino no termina allí! ¡Sabemos por fe que ese camino terminará en una Resurrección gloriosa!

Esta Santa Cuaresma 2017 se inscribe en un contexto geopolítico internacional sin precedentes. ¿Daremos el máximo provecho a los ayunos, a los rezos de los jueves y viernes, al acompañamiento a la Madre dolorosa, de pie junto a la Cruz, o iremos al templo como autómatas, a perder horas en una religiosidad individualista y sentimentalona que nos calma la conciencia en el cumplimiento de mínimos?

Depende de la acción de Dios en nosotros el que haya frutos espirituales en esta Cuaresma que puedan ser de provecho para la necesaria transformación de la vida social y no del poco o mucho compromiso social del párroco, o de las señoras del consejo pastoral, o de los obispos de la Conferencia Episcopal. Comunión mezclada con quietismo y falta de creatividad es una comunión eclesial muy pobre. Poco ganamos echando a otros la culpa de nuestra desidia y falta de empatía.

El mundo nos lo exige, Latinoamérica. ¿Afirmaremos alegremente convencidos el «adoramvs te, Christi, et benedicimvs tibi, quia per sanctam crucem tuam redemisti mvndvm» con toda la esperanza y fidelidad que nos exigen las especiales circunstancias del hoy?

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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