Sin hacer ideologías baratas sobre el acceso al poder por parte de la mujer. Se trata sencillamente de conciliar la vida familiar con la profesional y eso si que es una mejora que no parece ir en la agenda de ningún partido
(Carmen Bellver).- Vamos a celebrar el día de la mujer. La revolución femenina pedía el derecho al voto en los albores del siglo XIX, pero mucho antes hubieron pioneras exigiendo un lugar en la sociedad que no les relegase a ser mero florero decorativo.
Es un hecho que el camino de estas pioneras consiguió que hoy tengamos iguales derechos que los hombres. No hace tanto en este país una mujer no podía comprar un inmueble sin el consentimiento de su marido. Y puestos a sacar anécdotas tenemos casos patéticos que siguen existiendo en la actualidad.
Por suerte o por desgracia nacer en un determinado país condiciona el futuro de la mujer. Hoy sin embargo, seguimos pidiendo que algunos países adopten medidas de protección hacia niñas vendidas en matrimonios concertados; abolir costumbres ancestrales como la ablación del clítoris. Pedimos la igualdad de derechos y deberes, sin menoscabo de que seamos de diferente género, lo que conlleva a enriquecer a la sociedad.
No obstante no podemos consentir que el lugar de la mujer como dadora de vida, se convierta en una esclavitud con vientres subrogados para satisfacer caprichos y utilizar la vida al antojo de los poderosos, aquellos que son capaces de mantener una mujer nueve meses y de pagar por sus servicio, están manipulando la vida.
Llegamos a un punto en que los derechos de la mujer están retrocediendo a situaciones de esclavitud, dejar el propio cuerpo en manos de otros por dinero es lo más triste que puede suceder a una persona. Y hoy los refugiados venden sus órganos a las mafias organizadas para traspasar fronteras, para mantener a sus hijos.
También los niños desaparecen de la tutela de sus padres con leyes absurdas que separan a las familias como hicieron los nazis durante el Holocausto. Y las mujeres feministas siguen defendiendo no el derecho a la igualdad, sino una especie de empoderamiento social que las lleva a situaciones de lo más peregrinas, desde reivindicar como derecho la muerte de sus hijos en el vientre materno, incluso provocando a quienes defiende el derecho del ser más débil.
Hoy deberíamos de borrar el término feminista y sustituirlo por el personalismo. No puede ser que las leyes vayan en detrimento de un género determinado. El personalismo defiende al ser humano con independencia de su género. Sin hacer ideologías baratas sobre el acceso al poder por parte de la mujer. Se trata sencillamente de conciliar la vida familiar con la profesional y eso si que es una mejora que no parece ir en la agenda de ningún partido.
Solemos indignarnos de la violencia de género, pero nos falta una educación en ese personalismo que hace del hombre y la mujer seres libres y razonables, sin arrebatos de dominio sobre el otro género. Estamos viviendo una verdadera crisis de la familia, donde los papeles que antes estaban delimitados por las convenciones sociales, se han roto obligando a reconsiderar el hogar como el santuario donde se crece en armonía y no en enfrentamientos pueriles.
Yo me uno a celebrar que la mujer ya no sea un mero objeto decorativo, aunque los medios en muchos casos nos presentan de tal guisa. Me interesa que haya oportunidades por igual para el acceso a los puestos de trabajo. Y ciertamente nadie puede negar que la mujer ha hecho un esfuerzo sobrehumano por formar parte de la sociedad y ejercer sus derechos sociales.
Pero no olvidemos que seguimos siendo el botín de guerra preferido por los hombres, empeñados en mantener una sumisión dominante y hacer uso de la violación como arma de guerra. Si continuamos con este mundo multicultural donde se enfrentan tantas maneras de entender la sociedad como razas y religiones existen, será conveniente que en los centros educativos se enseñe la defensa personal como una asignatura más. Y lo digo porque el número de violaciones se ha incrementado, aunque los medios no se hagan eco por prudencia o por intereses determinados.
También me cuesta admitir que para aceptar al otro, al diferente, tenga que ver una mujer con hijab hacer educación física en los centros escolares, acceder a la Universidad y seguramente, conseguir que se determine por ley el uso en los centros de trabajo. Pero ya dejo aquí el tema que daría para otro post sobre los derechos y libertades de la mujer musulmana en nuestra sociedad occidental.
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