(José Agustín Cabré cmf).- Amiga, amigo, disculpa esta invitación que quizá no te interese. Si es así, dale un clic y lo tiras fuera. Pero si me aceptas el mensaje, será ocasión de dialogar la amistad que te ofrezco de mi parte.
En primer lugar, hay que precisar algunos conceptos:
• Admitir la existencia histórica de un tal Jesús de Nazaret. No me refiero a escritores cristianos sino a historiadores o cronistas paganos como Suetonio, Tácito, Plinio El Joven. También escritores judíos no cristianos como Josefo y Filo Judeo.
• Esos escritores testifican que ese tal Jesús fue un predicador judío con características de taumaturgo, y que fue considerado por las autoridades como revoltoso, por lo cual fue condenado a muerte.
• Los seguidores de ese agitador popular lo consideraron con carisma y aptitudes sobrehumanas. De ahí, el paso siguiente, fue considerarlo divino. Lo creyeron viviente, después de haberlo visto muerto mediante el castigo de los criminales; y esa creencia se fue comunicando de boca en boca, de grupo en grupo, de pueblo en pueblo, hasta crear una vasta comunidad de seguidores que se autocalificaron con su nombre: cristianos.
• Todo lo referente a su vida, sus actividades, su destino final, ya no se puede comprobar por medios neutros, sino que pertenece al imaginario de sus seguidores. Lo que se conoce de él es a través de escritos hechos por sus adeptos, lo que le quita seguridad científica a lo que se afirma de él.
• Con el paso del tiempo, las comunidades que llevaban su nombre y mantenían su fe en él, pasaron de ser perseguidas y maltratadas a ser dominadoras del espacio social, en Occidente y el Oriente cercano. Aún más: se convirtieron en predicadoras y buscaron prosélitos en las cinco partes del mundo. Después, al revertirse la situación, ellos se declararon dominadores y se pusieron a perseguir a los demás.
Para leer el artículo completo, pinche aquí