La calidez personal del Papa te hace olvidar enseguida que te encuentras en un "palacio". Diría que el tono fue muy fraternal, como era de esperar
(Maristas).- El día 10 de abril, el Papa Francisco ha recibido en audiencia privada al hermano Emili Turú, Superior general de los Maristas. En la entrevista que sigue, el hermano Emili nos relata su encuentro con el Papa y el mensaje que recibió dirigido a los maristas de Champagnat. Añadimos la carta personal del Papa a la congregación con motivo de la celebración de su 200 aniversario.
¿Por qué tuvo lugar esta audiencia?
Estamos celebrando el bicentenario de la fundación del Instituto y, por otra parte, el XXII Capítulo general tendrá lugar el mes de septiembre de este mismo año en Colombia. Nos pareció, pues, importante pedir un mensaje al Papa para todos los maristas de Champagnat con ocasión de estas celebraciones.
¿Dónde se celebró la audiencia y cómo fue el tono de ese encuentro?
Como es habitual al tratarse de una audiencia privada, ésta tuvo lugar en la Biblioteca privada del Palacio Apostólico. El lugar es muy impresionante: hasta que llegas a la Biblioteca tienes que recorrer largos corredores y diversas salas renacentistas, todas ellas extraordinariamente decoradas… y, por supuesto, diversos puestos de control.
De todos modos, la calidez personal del Papa te hace olvidar enseguida que te encuentras en un «palacio». Diría que el tono fue muy fraternal, como era de esperar.
El solo hecho de sentarse no frente a frente con una mesa de por medio, sino en un lateral de la mesa, con las sillas cerca, ya indica el tono de cercanía que el Papa quiere dar a ese tipo de encuentros.
¿Puede compartir alguno de los temas tratados con el Papa?
El Papa se interesó casi desde el inicio por si sentíamos que la vocación de «hermano» era suficientemente comprendida en la Iglesia.
Yo creo que la vocación de hermano es «uno de los secretos mejor guardados de la Iglesia católica», como dijo en una ocasión John Allen. No se conoce ni se valora suficientemente, especialmente en el contexto de la vida religiosa masculina, que es mayoritariamente clerical, y así se lo expresé. Como ejemplo, le enseñé la invitación que recibí para esa audiencia, donde se me llamaba «Padre»… y, de hecho, así fue publicado por las Noticias vaticanas.
El Papa, como ya ha dicho muchas veces, subrayó que eso se debe al fuerte clericalismo que persiste en la Iglesia, que frecuentemente ignora o incluso anula al laicado. En este sentido, nos animó a apreciar nuestra propia vocación de hermanos y a continuar promoviendo la vocación laical.
¿Algún otro tema que quisiera mencionar?
El Papa fue muy explícito en su valoración de la extraordinaria importancia de la educación de los niños y jóvenes, e insistió en que la escuela continúa siendo un lugar privilegiado para esa educación. Por eso, decía, busquen nuevos lugares y maneras de educar y estar cerca de los niños y jóvenes, pero no abandonen la escuela.
¿Hablaron algo sobre nuevos proyectos?
Llevé al Papa, como regalo, un libro que es un foto-reportaje sobre el «Proyecto Fratelli», promovido conjuntamente con los Hermanos de La Salle en Líbano, al servicio de niños y jóvenes desplazados, especialmente de Irak y Siria. El proyecto le interesó mucho, tanto es así que se quedó con uno de esos libros, pero en otro escribió, de su puño y letra, una bonita dedicatoria a los hermanos que colaboran en ese proyecto, agradeciéndoles su servicio y animándoles a continuar a sembrar porque, en sus propias palabras, «dará mucho fruto».
Hablamos también de los «Maristas azules» de Alepo, para quienes tuvo palabras de admiración y simpatía, y a quienes envió una bendición especial.
Tuve también ocasión de hablarle de las nuevas fundaciones internacionales a partir del proyecto «ad gentes» (2005) y ahora con el proyecto Lavalla200>.
El Papa, en el mensaje escrito que le entregó, se refiere a los 200 años de existencia del instituto, como «una gran historia de entrega en favor de niños y jóvenes»…
Así es, y repitió varias veces su agradecimiento no sólo por lo que hemos llevado a cabo en el pasado, sino, de manera particular, por lo que somos y hacemos en la Iglesia hoy.
Y, por supuesto, ¡pidió que recemos por él!
Yo le aseguré que cuenta con nuestra oración y nuestro apoyo, y le agradecí particularmente el impulso que ha dado a la Iglesia, invitándonos a todos a estar en «permanente estado de misión» y «en salida».
Mensaje del Papa Francisco al hermano Emili Turú Rofes
Superior General de los Hermanos Maristas
Querido hermano:
Me es grato saludarlo y a través suyo a toda la familia Marista, con motivo del bicentenario de la fundación de su Congregación, durante el cual celebrarán el XXII Capítulo general que tendrá lugar en Colombia. Han deseado preparar esta efeméride bajo el lema «un nuevo comienzo», en el que está sintetizado todo un programa de renovación que supone mirar con agradecimiento el pasado, discernir el presente y abrirse con esperanza al futuro.
La gratitud es el primer sentimiento que brota del corazón. Se necesita esta actitud de reconocimiento para valorar las obras grandes que Dios ha hecho a través de ustedes. Así mismo, dar gracias nos hace bien; nos ayuda a reconocemos pequeños ante los ojos del Señor y deudores de una tradición que nos ha sido dada sin haber hecho nada por nuestra parte. Ustedes pertenecen a una gran familia rica de testigos que han sabido donar sus vidas por amor a Dios y al prójimo con ese espíritu de hermandad que caracteriza a la Congregación y que convierte al otro en «hermano muy querido para mí» (Flm 16). Estos dos siglos de existencia se han transformado a su vez en una gran historia de entrega en favor de niños y jóvenes, que han acogido a lo largo y ancho de los cinco continentes y los han formado para que fueran buenos ciudadanos y, sobre todo, buenos cristianos. Estas obras de bien son expresión de la bondad y misericordia de Dios que, a pesar de nuestras limitaciones y torpezas, jamás se olvida de sus hijos.
Sin embargo, no basta contemplar el pasado, sino que es necesario realizar un discernimiento del momento presente. Es justo que se examinen y es bueno que lo hagan a la luz del Espíritu. Discernir es reconocer con objetividad y caridad el estado actual, confrontándolo con el espíritu fundacional. San Marcelino Champagnat fue un innovador para su tiempo en el ámbito educativo y de la formación. Él mismo experimentó la necesidad del amor para poder sacar a relucir las potencialidades que cada chico lleva escondidas dentro de sí. Su santo Fundador decía: «educación es para el niño lo que el cultivo es para el campo. Por muy bueno que éste sea, si se deja de arar, no produce más que zarzas y malas hierbas». La tarea del educador es de entrega constante y tiene una carga de sacrificio; sin embargo, la educación es cosa del corazón, esto la hace diferente y sublime. Estar llamados a cultivar exige, antes que nada, cultivarse ustedes mismos. El religioso educador tiene que cuidar su campo interior, sus reservas humanas y espirituales, para poder salir a sembrar y cuidar el terreno que le han confiado. Deben ser conscientes que el terreno que trabajan y moldean es «sagrado», viendo en él el amor y la impronta de Dios. Con esta dedicación y esfuerzo, fieles a la misión recibida, contribuirán a la obra de Dios, que los llama a ser sencillos instrumentos en sus manos.
Finalmente, los animo a que se abran con esperanza al futuro, caminando con espíritu renovado; no es una ruta diferente, sino vivificada en el Espíritu. La sociedad hoy necesita personas sólidas en sus principios que puedan dar testimonio de lo que creen y así construir un mundo mejor para todos. Los guiará en este camino el lema de vuestro Instituto religioso que es ya todo un proyecto de vida: «Todo a Jesús por María, todo a María para Jesús». Es confiar en María y dejarse guiar por ella en su humildad y servicio, en su prontitud y entrega silenciosa; son actitudes que el buen religioso y educador tienen que transmitir con su ejemplo. Los jóvenes reconocerán en su modo de ser y actuar que hay algo de extraordinario y comprenderán que merece la pena no sólo aprender estos valores sino, y sobre todo, interiorizarlos e imitarlos, María los acompañará en este propósito y, junto a ella, ratificarán su vocación, contribuyendo a crear una humanidad siempre y continuamente renovada, donde el vulnerable y el descartado sean valorados y amados. Este futuro que desean y por el que sueñan no es una ilusión: se construye desde hoy, diciendo «sí» a la voluntad de Dios en la certeza que él, como Padre bueno, no defraudará nuestra esperanza.
Agradezco al Señor y a María, Nuestra Buena Madre – como a san Marcelino le gustaba llamarla – la presencia en la Iglesia de vuestra vocación y servicio, y pido para ustedes el don del Espíritu Santo para que, movidos por él, lleven a los niños y jóvenes, como asimismo a todos los necesitados, la cercanía y la ternura de Dios.
– Vaticano, 10 de abril de 2017