Es un escándalo que hayamos convertido el mar mediterráneo en un inmenso cementerio
(Colegio Mayor San Agustín).- Con motivo del acto de clausura del curso académico, el equipo directivo del Colegio Mayor San Agustín invitó al P. Ángel a impartir una charla bajo el título: «De la solidaridad a la fraternidad humana. Un reto inaplazable».
En un ambiente distendido y agradable el P. Ángel motivó a los colegiales a vivir desde los parámetros de la entrega y la fraternidad. Presidió la Eucaristía previa al acto académico y dejó claro como siempre «que os hablaré más con el corazón que con la cabeza, y desde mi propia experiencia».
Defendió la solidaridad como lugar para el encuentro con Dios, manifestando que «el movimiento solidario no es privativo del cristianismo, ni la Iglesia tiene la exclusiva de la bondad, para todo ello es muy importante amar y dejarse amar». Abogó por defender la idea real de que otro mundo es posible y entre todos debemos construirlo, «aunque algunos dirigentes internacionales o nacionales siguen empeñados en poner vallas o levantar muros en lugar de tender puentes».
Tras exponer todo lo bueno que se ha hecho y hace desde Mensajeros de la Paz, así como las iniciativas llevadas a cabo, recordó su paso por los campos de refugiados, o por Lampedusa donde se encontró en el aeropuerto con decenas de personas sin vida, cuerpos aún mojados y fríos que nadie reclamaba, y donde lo que hizo fue rezar por ellos.
Se mostró tan identificado con el Papa Francisco como cercano a sus juicios y apreciaciones, especialmente cuando dijo: «Me refiero a las palabras de un argentino, Vicario de Cristo, igualmente valiente, que nos habla de vergüenza cuando ve lo que pasa con los refugiados o con los inmigrantes. Es un escándalo que hayamos convertido el mar mediterráneo en un inmenso cementerio».
Se mostró reivindicativo y denunció que la pobreza «no sabe de números y por eso no sale en las cuentas, ni les interesa a los que elaboran las estadísticas, ni siquiera a los premios Nobel de economía».
Tocó el corazón de los jóvenes colegiales cuando les invitó a recuperar en la práctica verbos como besar, tocar y abrazar como herramientas para humanizar el mundo y ser portadores de esperanza porque otro mundo es posible, él lo ha visto y tocado y «junto al dolor y sufrimiento sin límites, he visto brillar la bondad humana, incluso he conocido a verdaderos santos, algunos ya en los altares y desgraciadamente a otros lo les elevarán jamás, quizá porque han sido incómodos, imprudentes, aunque hayan sido igual de santos y de buenos que los «Santos oficiales».
Por último, se refirió a la Iglesia de San Antón, lugar de encuentro y fraternidad durante las 24 horas al día, como «una isla de misericordia, una casa de acogida, un oasis de silencio y oración, un lugar para los descartados del sistema». Sin duda un testimonio a flor de piel de alguien que ha entendido que estar cerca de los hombres y sus dramas es estar cerca de Dios, los colegiales del Mayor San Agustín al ser preguntados por el mensaje del P. Ángel respondieron que la solidaridad no es una utopía, ni siquiera una idea o un sentimiento, es un patrimonio valiosísimo, es un patrimonio de todos.