Algo huele a podrido

Ballena Azul y yihadista

"Mientras los gobiernos no den razones para vivir"

Ballena Azul y yihadista
Ballena Azul

Tanto los Ballena Azul como los yihadistas son síntomas de algo que huele mal, de una cierta podredumbre social

(Manuel Mandianes).- Los jugadores de «La Ballena Azul se siente sola, mal, no tiene el apoyo de su familia, como nos ocurre a nosotras. Por eso, de puro dolor porque nadie la apoyó, se va a un lugar lejano para salirse del mar y morir en una playa». Otra jugadora, como la anterior, dice: «Nos identificamos con ella [con la colombiana que se colgó en su casa con una soga] y al meterte [en la red de jugadores] una siente que hay personas que sufren como nosotras».

Las descripciones que tenemos de los jugadores de la Ballena Azul coinciden con las que los especialistas hacen de los yihadistas: «Gente sin terruño, sin familia, desarraigados, sin ideales, sin nada por qué luchar ni nadie que los estimule a hacerlo. «La mayor parte de las veces se trata de inmigrantes e segunda generación, sin respeto hacia las leyes y principios del país de origen ni de acogida que han estado en prisión o, al meno, fichados por la policía. En el caso e los yihadistas: delincuentes que se han convertido al islám y han encontrado una razón e vivir en su radicalismo.

En ambos casos es la falta de una razón ultima de vivir la que los lleva a adoptar posiciones extremas y violentas; en el caso de la Ballena Azul violeta consigo mismo, en el caso de los yihadistas con el resto dela sociedad.

El autor del juego, Budeikin, con muchos conocimientos de psicología, confesó: «Es para limpiar la sociedad» a la que divide entre «gente y residuos biodegradables que no tienen valor». Los de la Yihade luchan para limpiar el mundo de infieles y extender la UMMA hasta los confines de la tierra. El autor de Ballena Azul dice: «Murieron felices, les di lo que no tienen en la vida real, calidez, comprensión y comunicación».

Los yihadistas creen que, al morir matando por Alá, van al Paraíso en donde serán eternamente felices. Los de Ballena Azul se autodestruyen y, tal vez porque no pueden evitarlo, dejan detrás de ellos un reguero de dolor y lagrimas. Los yihadistas se inmolan para llevar por delante la mayor cantidad de personas posible. La Ballena Azul se mata para escapar del dolor, el yihadista muere para extender su fe. Poco importa que lo que ellos creen no sea el verdadero islamismo ni lo que manda el Corán. Lo que los mueve no es la verdad sino la fe tal como ellos la entienden. Tampoco la Ballena Azul escapa del dolor sino que, simple y llanamente, se elimina. Son muy pocos los jóvenes que se suicidan jugando a la Ballena Azul, como son muy pocos los creyentes islámicos que mueren matando, yihadistas. Tanto los Ballena Azul como yihadistas son síntomas de algo que huele mal, de una cierta podredumbre social.

De todos modos, ni los yihadistas ni los adeptos al juego de la Ballena Azul se van a acabar sólo con armas ni deteniendo y condenando, por peligroso, al autor del juego. Es una cuestión de escala de valores. No se rata de mantener o volver a los valores clásicos y cristianos sino de salir del vacío en que se halla buena parte de la sociedad. Se trata de educación, de principios. Tanto los adeptos a la Ballena Azul como los yihadistas se embarcan en empresas que les dan razones para vivir, para llenar el vació de sus vidas. Y aquí radica la cuestión. Mientras los gobiernos no den razones para vivir, los jóvenes seguirán buscándolas en la Ballena Azul, en el yihadismo y en el Botellón, que, en el fondo y en grado diferente, es síntoma del mismo problema.

Manuel Mandianes, antropólogo del CSIC y escritor. Su último libro: El futbol no es así

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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