La clave de esta Gnosis contemporánea es la síntesis entre la trascendencia cristiana y la inmanencia pagana, entre lo divino y lo humano o mundano, entre Dios y el duende o daimon
(Andrés Ortíz-Osés).- El hombre contemporáneo más o menos ilustrado tiene una concepción del mundo presidida no tanto por un Dios omnipotente y trascendente, sino por un Dios-duende o daimon, el cual encarnaría la ambivalencia de la vida y de la muerte, de lo positivo y lo negativo, de lo divino y lo diablesco. Este Dios-duende simboliza la necesidad y el azar, lo racional e irracional, el determinismo y el indeterminismo de la realidad omnímoda.
El Tao oriental o el dios gnóstico Abraxas son figuras adecuadas a este pensamiento dual del hombre contemporáneo, acorralado entre el destino y la libertad. Pero el propio Dios cristiano reflejaría nuestra dualidad, ya que nos creó a su imagen y semejanza.
Se trata de la última Gnosis o filosofía religiosa, la cual intenta conjugar paganismo y cristianismo en una religiosidad secular o secularizada. La clave de esta Gnosis contemporánea es la síntesis entre la trascendencia cristiana y la inmanencia pagana, entre lo divino y lo humano o mundano, entre Dios y el duende o daimon.
El viejo duende es el habitante doble de la casa, el fantasma que nos ronda ambiguamente, el trasunto de nuestra buena y mala suerte. El auténtico duende cohabita los ámbitos limítrofes, presentándose sutilmente como benévolo y malévolo, de un humor ambiguo, hasta el punto de no pertenecer a lo humano ni a lo divino y, por lo tanto, de pertenecer a ambos equívocamente.
El duende refleja así la realidad subyacente del daimon como espíritu indeterminado que alberga los contrarios: el destino y la suerte, el hado benéfico y maléfico, el medio o médium entre la vida y la muerte. Este es el tema seleccionado por García Lorca para redefinir el duende como transracional: el duende lorquiano coaliga el principio y el fin, el origen y la muerte, el tiempo de la necesidad y el espacio de la apertura mortal.
Así que el hombre contemporáneo realiza una síntesis irónica e irénica entre lo divino y lo demónico -el duende-, entre lo celeste y lo humanoide. Por eso el Dios de nuestra modernidad posilustrada es un dios bifronte como la vida misma, a la vez fascinante y terrible, como adujera R.Otto. Este Dios posmoderno no juega y juega a los dados, ya que según la física actual el universo está atravesado por la necesidad de las leyes cuasi divinas y la innecesidad del azar cuasi demónico.
Se aduna así no solo la versión pagana del mundo, sino también la cristiana representada por el Dios necesario del Antiguo Testamento y por el Dios gratuito del Nuevo Testamento, así como por la pasión mortal de Jesús y su resurrección o trascendencia. El resultado cultural de semejante cosmovisión contemporánea sería la proyección de un pensamiento tragicómico, traspasado de seriedad y humor corrosivo.
Nos confrontamos así a una visión duendística o demónica del mundo, una visión desde el duende y el daimon como figuras indeterminadas, y solo determinadas por su ambigüedad o ambivalencia. Duende o daimon dice fatum o hado, y el hado es tanto fatal como fortuna. El hombre cohabita esa indeterminación entre lo racional y lo irracional, entre la armonía y la disarmonía, y que la Gnosis contemporánea trata de articular en una religiosidad ilustrada de carácter secular o secularizado. A tal fin proyecta una filosofía cristiana y pagana, cuya clave es un Dios-duende o divinidad demónica, cruce paradójico del bien y el mal, de lo bueno y de lo malo, de Dios y el diablo.
Como dice C.S.Lewis, el duende no es ni de Dios ni del diablo, lo cual empero viene a significar que es de ambos coímplicemente: esperemos que tratando de remediar nuestro viejo dualismo o maniqueísmo cultural, sin confusiones nefastas entre el bien o lo bueno y el mal o lo malo. En el fondo el Dios-duende significaría para el hombre actual la «autocreatividad» personificada del universo y su ambivalencia humana. Se trataría de implicarnos activamente en ese trasfondo de «autocreatividad» vital y mortal, asumiendo críticamente nuestra situación existencial.
Claves de la vida 46
Algún Dios es mejor que ningún Dios.
Hay una crisis de Dios: se trataría de cambiar los dioses.
El creyente no debe encerrarse en su creencia: el increyente no debe encerrarse en su increencia.
El Papa Francisco emergió como un delfín: del fin del mundo.
El tiempo todo lo barre: el espacio todo lo engulle.
En todas partes lo mismo: el hombre flotando en medio del universo.
Mi máximo triunfo cultural: ni los hunos ni los hotros me han dado un solo premio.
Como dice el tango, contra el destino nadie la talla: porque nadie da la talla, tiras la toalla y todo el mundo falla.
La filosofía como mar de ideas: en el que reflota el filósofo o filosofante.
Según Epicuro la filosofía se hace para aliviar el sufrimiento del hombre en el mundo.
Comencé a la la búsqueda del sentido: he acabado a la búsqueda de sentido.
Llamo libramen a un libro liberador: capaz de librarnos del propio libro.
Al viejo le causaba estrés pensar en la otra vida, y encima eterna: por eso prefería el descanso eterno.
El estado natural del hombre es estar muerto: estar vivo es su estado sobrenatural.
Tendrás amigos, tendrás amor, dice J.A.Goytisolo: si es que los tienes.
Según H. Arendt, el mal no es nunca radical, sólo es extremo: el extremismo del mal.
Entelequia es la realidad acabada o finalizada, pero irrealizable: sería una quimera perfecta, pero imposible en este mundo.
Los modos del fútbol: el tiqui-taca del Barcelona de Messi, y el big-bang explosivo del Madrid de Cristiano.
(Paradoja) El día del Pilar no se puede entrar al Pilar: porque está apilado de gente.
Si comprehendis non est Deus (San Agustín): la versión ortodoxa y literal traduce «si comprendes no es Dios» (en donde Dios se opone a la razón); la versión heterodoxa o liberal traduce «si lo comprendes no es Dios» (en donde se
afirma una especie de agnosticismo aunque religioso); finalmente la versión herética o radical traduce «si comprendes no hay Dios» (en donde se opone la razón a Dios).
Para leer otros artículos del autor, pinche aquí.