Denuncia la falta de compromiso de la Iglesia brasileña para asumir la evangelización de la Amazonia como una tarea común
(Luis Miguel Modino, corresponsal en Brasil).- Monseñor Mosé João Pontelo es Obispo de Cruzeiro do Sul, diócesis en la triple frontera entre Brasil, Bolivia y Perú, desde 1998. Esta circunscripción eclesiástica fue creada por Pio XI en 1931 como Prelatura del Alto Juruá y encomendada a los Espiritanos, congregación a la que han pertenecido todos los obispos en estos más de ochenta años.
En esta entrevista, el actual obispo aborda diferentes cuestiones sobre la Iglesia Católica en la Amazonia y cómo esa vivencia puede ayudar a la Iglesia en otras latitudes, destacando aquellos elementos que muestran una Iglesia comprometida con la defensa de la Vida de los pueblos de la Amazonia y de la Casa Común, una Iglesia que es claro ejemplo de esa Iglesia en salida, misionera, que el Papa Francisco nos propone constantemente.
Al mismo tiempo reclama la falta de compromiso de la Iglesia brasileña para asumir la evangelización de la Amazonia como una tarea común, colaborando con bienes humanos y materiales.
¿Qué significa para usted ser obispo en la Amazonia?
Como misionero espiritano, una congregación misionera, acepté en consecuencia del carisma de la congregación. Nunca tuve la mínima voluntad de ser obispo, pero fui llamado y acepté porque era un campo misionero de los espiritanos desde el comienzo del siglo pasado. Pensé que era algo que respondía a la llamada a la vocación espiritana.
¿Cómo influye la Amazonia en la vida de un obispo?
Influye porque es un mundo diferente del resto de Brasil, una región desafiante, necesitada en diferentes aspectos, en transportes, comunicaciones, recursos humanos, financieros. Eso hace tener una posición específica de querer estar al servicio de aquellas comunidades de un forma entregada, con ganas de servir y ayudar al pueblo a caminar en la fe y en el aspecto humano y de calidad de vida.
¿La Iglesia de Brasil siente la evangelización de la Amazonia como una misión a ser asumida en común o a veces es algo que tiene que ser resuelto en cada diócesis y prelaturas de la Amazonia?
Creo que todavía es algo que tiene que ser resuelto por los obispos y por las congregaciones religiosas, que todavía tienen una presencia decisiva en la región. La disminución de las vocaciones de las congregaciones está dificultando mucho la misión, pero eso obliga a avanzar en el trabajo de formación de clero local.
En esa formación del clero local se tiene más apoyo de la Iglesia de fuera de la Amazonia, lo que es muy bueno. Pero yo percibo que la Iglesia de fuera de la Amazonia, de Brasil, no percibe, no tiene una percepción de la dificultad que conlleva trabajar la fe en la Amazonia.
También estamos en un momento de un decrecer del espíritu misionero en las Iglesias particulares. Los padres diocesanos tienen dificultad para ir para la Amazonia, salir de otras regiones de Brasil para ir para allá, porque saben que eso supone sacrificarse bastante en muchos aspectos, por lo que no están muy dispuestos. Tampoco los obispos se esfuerzan mucho en animar, podrían ayudar más.
Existe un proyecto de Iglesias hermanas dentro de la Iglesia de Brasil. ¿Este proyecto todavía está funcionando o es algo que se ha perdido? ¿Cómo está actualmente ese proyecto?
Ha caído mucho y son pocas las diócesis de la Amazonia que todavía consiguen atraer padres del sudeste y sur de Brasil para ayudar. Algunas Iglesias del nordeste han sido más solidarias, lo que resulta interesante, pues comparten desde su pobreza, pues son también Iglesias pobres en varios aspectos.
Esa cuestión de las Iglesias hermanas es algo que debe ser retomado, porque la mayoría de las Iglesias hermanas fueron perdiendo la solidaridad, la mutua ayuda, la colaboración y se quedó solamente en el papel. Nosotros, por ejemplo, teníamos una Iglesia hermana, pero actualmente en la práctica no tenemos.
¿Eso no es ir contra el deseo del Papa Francisco que insiste en dirigir la mirada a la Amazonia, en evangelizar la Amazonia?
Sin duda. Él ha insistido mucho, pues percibe la importancia de la Amazonia, no sólo para la Iglesia, sino también para el mundo, en muchos aspectos, sobre todo en el aspecto de misión de la Iglesia. Él insiste, pero todavía no fue suficientemente oído.
Una visión que aparece de forma clara en la Laudato Sí, que no habla específicamente de la Amazonia, pero que recoge muchos de los valores que la sociedad y la Iglesia de la Amazonia tienen.
Exactamente. Él aborda el asunto con bastante claridad y se percibe que tiene un corazón muy preocupado con la Amazonia.
La Comisión Episcopal para la Amazonia y la REPAM, ¿hasta qué punto están contribuyendo en el trabajo evangelizador en la Amazonia?
Nos han hecho mucho bien, por causa de los encuentros periódicos que convocan en los que sintonizamos mejor, estudiamos nuestras problemáticas y se tiene oportunidad de repasar esas problemáticas para las demás Iglesias. En la Asamblea de los obispos la temática siempre está presente.
La Comisión Episcopal para la Amazonia ha sido de gran importancia para nosotros, pues ha ayudado mucho, inclusive con recursos financieros.
En sus palabras da a entender que los obispos de la Amazonia tienen un sentimiento común. ¿Realmente es así, los obispos tienen ese sentimiento de Iglesia con rostro amazónico y de caminar en esa dirección?
Se percibe en esos encuentros el deseo de trabajar en común en muchos puntos, para superar así las dificultades de distancia, de transporte, de comunicación y de recursos. Creo que cada vez estamos más unidos unos con otros.
Los cuatro regionales de la Amazonia están sintonizándose bastante bien, pero es algo que avanza lentamente, pues no se consigue estar en todo momento cuidando de una y otra cosa. Pero creo que es una esperanza para aumentar la solidaridad y la unión que hace la fuerza.
¿Qué es lo que la Iglesia de la Amazonia puede ofrecer hoy para la Iglesia de Brasil y del mundo, para la sociedad del siglo XXI?
En primer lugar la voluntad de hacer un trabajo con sentido misionero, pues todas nuestras diócesis trabajan como Iglesias misioneras, para sí mismas y para los otros.
Otro aspecto importante para la Iglesia en general y para el mundo es la cuestión de la defensa de la ecología y del medio ambiente, que está muy presente en nuestra cabeza, pues nos preocupamos muchos con esa caminada de la tecnología, de la explotación mineral y de madera que está presente en la Amazonia, con una invasión del agro-negocio y de la cría de ganado.
¿Podríamos decir que la Evangelización de la Amazonia no es posible si no asumimos un modo de ser Iglesia en salida que el Papa Francisco nos propone?
Creo que sí, pues no podemos quedarnos mirando sólo para nosotros mismos y es necesario tener esa percepción de que la Iglesia es misionera. La Iglesia nace y crece para la evangelización y no sólo para un servicio de mantenimiento y de crecimiento propio.
Otro de los aspectos en los que el Papa Francisco insiste mucho es en la importancia del laicado. ¿En una región donde la presencia sacerdotal en muchas comunidades se reduce a una, dos o tres veces por año, cuál puede ser el papel del laicado en la evangelización de la Amazonia?
Ese papel del laicado está creciendo cada vez más, pues en todo momento y oportunidad que aparece, las Iglesias van formando a los laicos, sea a través de movimientos que llegan de fuera o de las propias personas del local para celebrar, por ejemplo, el culto dominical en las comunidades más distantes, preparar personas para eso y para otros ministerios, como el de bautismo, matrimonio, el estudio de la Palabra de Dios.
Se trata sobre todo de que haya personas en las comunidades que hablen en nombre de la Iglesia con cierta autoridad, lo cual es una de nuestras grandes preocupaciones.
¿Cómo resolver el problema de la Eucaristía en las comunidades amazónicas? En 2014, Monseñor Erwin Kräutler, en aquel momento obispo de la Prelatura del Xingú y actualmente es Secretario de la Comisión Episcopal para la Amazonia, le dijo al Papa Francisco que era necesario buscar caminos para resolver el problema. El Papa le respondió que estaba dispuesto a escuchar propuestas valientes. ¿Cómo se ha concretado eso?
Es un campo complicado. Hemos reflexionado sobre la posibilidad de formar diáconos permanentes, que sería un paso en dirección a eso y poco a poco conseguir sacerdotes para las comunidades, sean casados o solteros y que estén permanentes en las comunidades.
Pensamos inclusive en el sacerdote casado, pero eso es algo a lo que en este momento no es posible darlo mucho espacio, pero la preocupación es grande.
Por otro lado, sentimos mucha insistencia en la celebración de la Palabra. Enfocar todo hacia la Eucaristía es muy bueno, pero es algo utópico. Es necesario formar personas para que en todas las comunidades, o en la mayoría de ellas, haya celebración de la Palabra, pensando para el futuro en la formación de un clero más autóctono y más adaptado a la realidad de la Amazonia.