(Faustino Vilabrille).- 1.-Los cristianos celebramos la presencia de Jesús en la Eucaristía, a partir de que en la última Cena con los discípulos, Jesús tomó pan en sus manos, lo partió, se lo dio y les dijo: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo». Después tomó la copa con vino y les dijo: Tomad y bebed todos de él porque este es el cáliz de mi sangre. Haced esto en memoria mía».
Los discípulos de Jesús junto con los primeros cristianos vieron en esta celebración la presencia real de Jesús. La Eucaristía ha sido siempre y sigue siendo algo muy importante en la vida de la Iglesia.
En estas palabras de Jesús, la palabra cuerpo no se refiere tanto al cuerpo físico, como a la persona de Jesús, y la palabra sangre no se refiere precisamente a la sangre física de Jesús, sino a la vida de Jesús. Por eso cuando recibimos el pan de la Comunión significa que recibimos y aceptamos la persona de Jesús con todo lo que Jesús es y significa. Y cuando bebemos del cáliz significa que nos adherimos a la vida de Jesús para que nuestra vida sea lo más parecida a la suya hasta conformarnos lo más posible con El. Por eso comulgar es entrar en común unión con la persona y la vida de Jesús. De ahí que la Comunión sin compromiso con Jesús no signifique nada, y sea algo puramente ritual y vacío.
2.-«Eso no sabe a nada»: En una ocasión, a un niño que hizo la primera comunión a los ocho años, cuando ya tenía diez cumplidos le preguntamos si seguía comulgando. La respuesta fue así de dura y triste: «para qué, si eso no sabe a nada». También nos dijo que desde entonces solo había vuelto una vez a misa. Detrás de este hecho, que fue tan real como lo contamos, podríamos hacernos muchas preguntas como estas: ¿Tiene sentido la primera comunión a tan corta edad? ¿Qué formación les damos a los niños sobre la Eucaristía? ¿A esta edad la pueden captar? ¿El mercado no ha secuestrado esta celebración, como otras muchas? ¿Qué responsabilidad tienen en todo ello la Iglesia y los padres?
Para leer el artículo completo, pinche aquí