Del relato bíblico de la creación se deduce que Yahweh no dotó a los humanos de órganos sexuales con la mira puesta solo en la continuidad de la especie, sino también para que gozaran de ayuntamientos con pareja placentera
(Ramón Baltar).- La entrada triunfal en palacio y la concepción dualista del hombre determinaron que el cristianismo nacido como movimiento se convirtiera en institución. Entonces el lugar de las mociones del Espíritu lo ocuparon cuidados y cálculos mundanales.
Aunque el Divino Maestro les había enseñado a rechazar la tentación del poder, corruptor de mayores a escala industrial, los maestros de sus discípulos descubrieron la utilidad de contar con esa poderosa palanca para acelerar la instalación del Reino de los Cielos en la tierra. Una vez superados los escrúpulos, le tomaron tanto gusto a mandar que su piadoso propósito degeneró en ejercicio asinodal de la autoridad, y la política de Dios quedó superfetada con la de los hombres. Por la institucionalización pagó la ICAR un alto precio.
Aceptar el planteamiento del dualismo trajo consigo la maldición del cuerpo como inductor de toda maldad y la glorificación del alma como agente de todo lo bueno.
De la trascendencia de tamaña simplificación ideológica dan cuenta la condena de la Iglesia de las relaciones sexuales que no tengan finalidad reproductiva y su posición sobre los asuntos de la gobernanza de la sociedad civil. Las cuales enseñan incomprensión de la naturaleza humana y una hostilidad a la idea de progreso que no se espera de un gremio de vendedores de esperanzas utópicas.
Del relato bíblico de la creación se deduce que Yahweh no dotó a los humanos de órganos sexuales con la mira puesta solo en la continuidad de la especie, sino también para que gozaran de ayuntamientos con pareja placentera. Y el que piense otra cosa, tiene que negar la inspiración divina al Cantar de los cantares o tratar de interpretarlo en clave mística.
Si el cuerpo es caso perdido, cabe desentenderse de sus necesidades y ansias de mejora de las condiciones de vida, y así se explica la renuncia a jugársela en la lucha por la justicia social. Propuesta reaccionaria que refuerza la prédica de la salvación del alma como asunto individual.