Sería una pena que ahora el PSOE volviera sus ojos hacia ochenta años atrás y creyera que uno de sus enemigos a batir es la Iglesia Católica
(Nicolás Pons, s.j. ) Los vocablos Izquierda-Derecha vuelven, presurosos, a la escena. Y vienen no para ir de la mano y así escudriñar y solucionar los grandes problemas del país, sino que llegan para enzarzarse de nuevo en vanos idearios y quedar atascados en el camino.
El director de este Portal anunciaba el pasado 18 de junio y aquí mismo, la llegada de uno de esos bandos cuando decía: «Vuelve el PSOE de la mano de Pedro Sánchez y vuelve por donde solía: por sus fueros anticlericales».
De ahí, que recordemos ahora lo que el Sr. Sánchez expresó el pasado 18 de marzo en un mitin de Granada: que hay que derogar los acuerdos con la Santa Sede, que la Iglesia empiece a pagar los impuestos «que debe» y que la Religión deje de ser una asignatura evaluable, pues, según el partido socialista, debe ser «referencia» de la laicidad de España. Por otra parte, también la Sra. Cristina Narbona, nueva Presidenta del partido, declaró en el 39º Congreso del Partido Socialista (16-18 de junio 2017) que el PSOE aboga por la desaparición de lo que los socialistas consideran «privilegios de la Iglesia Católica».
El PSOE enarbola ahora su escudo de armas con esta frase SOMOS LA IZQUIERDA.
AÑOS NUEVOS, NUEVOS RUMBOS
Sería una pena que ahora el PSOE volviera sus ojos hacia ochenta años atrás y creyera que uno de sus enemigos a batir es la Iglesia Católica, que en aquel tiempo se echó, a ojos cerrados, en brazos de quienes a la sazón eran los enemigos de la Izquierda.
Han pasado ocho décadas de aquel encontronazo y todos hemos ido reflexionando sobre ese espectacular evento que nos trajo tanta desdicha y tanta incomprensión. Ahora, el mundo en que vivimos se ha transformado. Muchos eslóganes de aquel tiempo ya no nos sirven. Han nacido nuevos hombres. Y han sido sepultadas muchas ideas que propiciaron batallas e innumerables muertes. No hay ahora naciones -ni próximas ni lejanas- que estén dispuestas a echarnos una mano, para que una de las dos Españas sea vencedora; y la otra, la vencida.
Incluso la Iglesia Católica ha aprendido que, en su aparente victoria, quedó derrotada ante la otra mitad de su querida España. Ni olvida el clamor del cardenal catalán de la sede Tarraconense, Francesc Vidal i Barraquer (1868 – Suiza, 1943), dirigido precisamente a sus otros dos paisanos catalanes que, en aquellos momentos, llevaban la batuta de la Iglesia española, como eran el cardenal Isidro Gomà y Tomás, Primado de España (1869, La Riba, Tarragona – Toledo,1940) y Enrique Pla y Daniel, (Barcelona, 1876 – Toledo, 1968) obispo de Salamanca y poco después arzobispo de Toledo y Primado. Curiosamente un obispo vasco, Mateo Múgica, obispo de Vitoria (Guipúzcoa, 1879 – Zaragoza, 1968) se unió al estruendoso grito de Vidal i Barraquer a fin de lograr que la Iglesia Española no se rindiera a las órdenes de los sublevados, pues la Iglesia tenía que ser Madre de todos.
Han pasado ochenta años y la Iglesia confiesa ahora humillada que fue un error ponerse de una manera tan absoluta de parte de uno de los dos bandos, sin sopesar las consecuencias negativas que esto supondría.
INTENTOS DE LA IGLESIA DE ACERCAMIENTO HACIA LA IZQUIERDA
Dieciséis sacerdotes vascos no quisieron doblegarse al llamamiento de los obispos que querían que la Iglesia como tal estuviera en uno de los bandos y con la excusa de que se les consideraba nacionalistas fueron pasados por las armas. En Mallorca fue asesinado el sacerdote Jerónimo Alomar Poquet (1894 – 1937) a quien se culpó de ayudar a rojos mallorquines a embarcarse para Menorca, que estaba en poder de los rojos. Igualmente, el sacerdote Antonio Rosselló Sabater (1888 – 1966) que tenia un hermano socialista, alcalde de una población mallorquina, fue castigado con prisión. Otro sacerdote, Bartomeu Oliver y Amengual (1903 – 1993) fue sometido a Consejo de Guerra por haber protestado porque los fusilamientos se hacían en nombre de Cristo. Otros miembros del clero en la península sufrieron vejaciones por los sentimientos que mostraban contra el Movimiento y a favor de la izquierda.
Hay que recordar también que en los primeros momentos de la sublevación militar, los eclesiásticos más responsables del país y el episcopado español como tal, no apoyaron el llamado Alzamiento Nacional. Por otra parte, al principio de la guerra, Franco puso el tema religioso al margen de la contienda.
Conviene aquí hacer recuerdo también de que los dos mejores generales de la zona roja o de la llamada izquierda eran fervientes católicos, como fueron José Miaja (1878 – México, 1958) y Vicente Rojo Lluch (1894- 1966). Miaja tuvo un jesuita en su casa, como preceptor de sus dos hijas. El general Rojo encontró cobijo en Cochabamba (Bolivia) donde cumplía sus devociones religiosas en la iglesia de la Compañía.
Todos recordamos como el Papa Paulo VI (1897 – 1978) fue parco en alabar y bendecir el Régimen de Franco. Y lo mismo hizo en ese tiempo el que era Cardenal de Madrid, Vicente Enrique y Tarancón (Burriana, Castellón, 1907 – Valencia, 1994), sintiéndose ofendido el Jefe del Estado por ese rechazo que le hacía la Iglesia, después de haberla amparado tanto y en un tiempo tan largo.
Por su parte también, el escritor francés Georges Bernanos, católico intransigente, escribió en 1938 «Les Grands Cimetières sous la lune» sobre la represión por los nacionales en Mallorca, aunque éstos se enfurecieron contra su autor.
Albert Vigoleis Thelen, autor de «Die Insel des zweiten Gesichts» (pág. 470) confesaba que no todos los sacerdotes de Mallorca estaban de acuerdo con la divisa de «Viva España. Viva Cristo Rey. Viva Franco». Y menos aprobaban los fusilamientos que llenaban de consternación la isla.
INTENTOS DE LA IZQUIERDA DE ACERCAMIENTO A LA IGLESIA
Ya en plena guerra civil, se dieron algunos singulares casos. El Comité Militar local de Menorca, uno de los más violentos del bando de la izquierda, respetó durante toda la guerra la vida del Obispo de Menorca Juan Torres Ribas (+ 1939), que contaba 92 años de edad y 34 al frente de la diócesis. En la isla hermana, Ibiza, un amigo republicano salvó la vida, por amistad, a su obispo Antonio Cardona, a la vez que el padre y un hermano del obispo fueron fusilados. El Capitán Bayo, que desembarcó en Mallorca para conquistarla a favor del bando republicano, vio que las enfermeras que había traído de Barcelona fueron fusiladas por el bando nacional, pero salvó a un grupo de Hermanas de la Caridad, de Porto Cristo, quienes, despojadas del hábito, sirvieron complacientes a los rojos heridos, quienes también las respetaron.
El 25 de febrero de 1937, al comunicar el diario de Palma «EL DIA» que la víspera anterior había sido cumplida la sentencia de muerte dictada contra Antonio Mª Qués (presidente de Rotary Club), Antonio Mateu -exalcalde de Inca- y Emilio Darder (alcalde de Palma y católico practicante), anunciaba también que éstos habían solicitado y obtenido los auxilios de la religión. El Presidente, Manuel Azaña (Alcalá de Henares, 1880 – Francia, 1940), pese a mostrarse anticlerical, había tenido en el Escorial una formación religiosa intensa, tal vez demasiado clerical e integrista. Manuel Martínez de Irujo (Estella, 1891 – Bilbao, 1981) representante del partido nacionalista vasco, pese a entrar en el gobierno de Francisco Largo Caballero en 1936 (Madrid, 1869 – París, 1946) era un católico practicante.
CONCLUSIÓN
No toda la España izquierdista era un partido sin Dios y sin Iglesia. Es de aceptar que una mayoría de quienes luchaban a favor de la República estaban bautizados. Desgraciadamente, se mataban católicos contra católicos.
Como nota última, cabe resaltar que el secretario general del partido político PODEMOS, ante los hechos y directrices del Papa Francisco, ha tenido el gesto inesperado de expresar su admiración por el Papa Francisco y con esto parece apuntar que no está para enfrentamientos con esta Iglesia, cuyos destinos rige el actual Papa. El tiempo dirá.
Ojalá todos los que se sienten y manifiestan ahora SOMOS LA IZQUIERDA sepan reconocer que la Iglesia está a favor de todos y ama a cada una de las personas, sobre todo a los más desafortunados y a los más pobres, porque, según enseña la Iglesia, todos somos hermanos e hijos de Dios.