Fui descubriendo que, algo de ese sueño que me movía al mundo profesional de realizar un trabajo que tuviera sentido en el mundo, no lo iba cumpliendo
(Jesús Bastante).- De trabajar en el Ibex 35 a hacerse jesuita y capellán de Comillas. Ese es el camino vital del sacerdote Alberto Núñez. En este entrevista, Alberto desentraña las claves de su vocación, y cómo aplicar los criterios de «rentabilidad» para poder «invertir» en la fe, teniendo en cuenta, aclara, que «ningún estudio económico debe perder de visa que los que más pueden ser perjudicados».
Hoy nos acompaña Alberto Núñez, jesuita y sacerdote.
¿Qué se es primero, sacerdote o jesuita?
Antes de ser sacerdote, he sido jesuita durante siete años. Y, en mi caso, el proceso de ordenación ha sido relativamente rápido. Normalmente puede llevar diez, doce e incluso catorce años para que se produzca.
Tú ya ibas con la carrera medio hecha.
También he entrado un poquito más mayor, y otras razones han hecho que las haya cubierto un poco más rápido.
¿El entrar tarde, haber tenido, digamos, vida antes de entrar al seminario (al cardenal Osoro también le ocurrió), favorece? ¿Da rasgos definitorios sobre tu forma de ser de jesuita-sacerdote?
Sin duda. Cada uno somos hijos de nuestra experiencia y, desde luego, mi forma de pensar y de comprender el mundo tiene mucho que ver con lo que he estudiado, con lo que he trabajado, lo que he vivido. También, con los errores que he cometido.
Tampoco diría que hay un esquema mejor que el otro: creo que cuando sientes que Dios te llama, da igual los años que tengas. No me atrevería a decir que es mejor una cosa que otra. Te puede ocurrir con quince años. Cuando el Señor te llama y tú, desde la niñez le entregas tu vida, también me parece una cosa bellísima.
La vida y la fe es un camino.
Sí. Y creo que parte de la fe es descubrir que hay un protagonista. Que tú tomas muchas decisiones, pero hay un protagonista que está ahí y desde esa perspectiva cambia mucho la vida y la comprensión de tu vida misma.
Alberto es conocido por el proceso, que ha sido un tanto «sui géneris» para el común de los mortales porque no es una vocación al uso.
Tú vienes de un mundo diferente. Vienes de haber trabajado en empresas importantes como en el Ibex 35, y no sé si fue Gas Natural la última empresa en la que trabajaste.
Sí, En Gas Natural Fenosa.
No quiero centrar en esto la entrevista pero sí me interesa que, al menos como bagaje, nos cuentes un poco cómo se da ese cambio de chip. Cómo, estando en la cumbre, se abandona ese mundo que has conquistado y te va tan bien. ¿Cuál es el proceso?
En mi caso es el cruce de dos líneas: la primera, cuando fui a la universidad a estudiar y descubrí el mundo de los negocios, que me apasionó. He estado trabajando en Bolsa bastantes años, con todo lo que significa; es un mundo al que llegas y te sorprende porque es muy intenso y te atrae mucho.
A medida que iba cubriendo etapas, iba descubriendo que: muy bien, «pero». Y esa sensación del «pero»…
Al principio trabajas muchas horas al día, muchos fines de semana y siempre lamentas tener poco tiempo para otras cosas. Van pasando los años y te está costando, también, a nivel de familia y de poderte dedicar a cosas más allá del trabajo. Vas cubriendo etapas profesionalmente y…
Fui descubriendo que, algo de ese sueño que me movía al mundo profesional de realizar un trabajo que tuviera sentido en el mundo, no lo iba cumpliendo.
El tema de la Bolsa suena mucho a mercaderes en el templo, aunque igual exagero. Tenemos la imagen de «El lobo de Wall Street»: esa sensación de que el dinero está por encima de todo. La capacidad y la oportunidad de ganar, de conseguir…
Es cierto que las películas dan una idea un poco sesgada del mundo financiero, pero no hay que olvidar que este mundo financiero es la sangre de nuestro sistema económico. De eso no hay ninguna duda; vivimos una economía muy financiera y las decisiones de los bancos centrales o de los mercados, son determinantes a la hora de contratar o despedir personas, o de invertir en determinados negocios o no. Qué expectativas tiene el mercado, qué piden de mí los accionistas, etc.
Y eso es lo que ha permitido también el crecimiento económico tan fuerte estos últimos años. Y también de la crisis, de la cual parece que estamos empezando a salir.
Que el dinero rija las decisiones no solo del ámbito empresarial, también del ámbito político, me es bastante evidente. Creo que una de las primeras cosas que quieren los gobiernos es tener dinero para sus políticas sociales. Y qué es lo que genera el dinero: el crecimiento económico. Por eso, no es ninguna sorpresa que entre los partidos, a veces derecha e izquierda, hayan convergido en políticas económicas muy similares. Porque, al final, eran aquellas que a más corto plazo producían mayor crecimiento económico.
En el momento en que vas teniendo claro que el camino va por otro sitio, que Dios te está llamando hacia otro lado, ¿cómo lo vives, en tu ámbito de trabajo y en tu ámbito personal? ¿Cómo vas explicando esas dudas que vas teniendo?
Como decía es el cruce de dos líneas. Una es la que va, lentamente, creciendo después de quince años de actividad profesional donde vas diciéndote que, aunque esté muy bien, no te termina de llenar. Que no termina de cubrir la expectativa que iba alimentando desde el momento de la universidad o desde pequeño. Pero esto no me lleva directamente a la vida sacerdotal, aunque tuviera un componente de fe en la que iba creciendo.
Empecé a formar parte de un pequeño grupo cristiano, y aquí es donde viene el segundo gran acontecimiento de mi vida, que es el fallecimiento de mi hermano. Le descubren un cáncer, y en tres meses fallece. Dentro de ese dolor y de la agonía (porque fue una enfermedad y una muerte dura), para mí fue un momento de presencia de Dios enorme.
Eso, fue la fuerza: sentir cómo en medio de la tragedia humana, uno se encuentra de frente a ese misterio… Uno cree en Dios, pero lo encuentras de repente. Está ahí, delante tuyo…, lo estás percibiendo. Ya no es solo una cosa que te mueve, no. Te enfrentas a Él de bruces. Y esto es lo que me hace tomar conciencia para decidir que mi vida tiene que ser otra cosa. Es lo que inicia un camino, que aún tarda varios años en concluir, de empezar a mirar hacia afuera. No solo hacia el mundo profesional, ni siquiera hacia una ONG, como le pasa a otras personas.
A mí, esa presencia del misterio es lo que me encamina hacia un mundo dedicado a la fe y a entregar mi vida a Dios.
¿La Compañía fue la primera opción siempre, o fue una indicación de ese mismo camino?
Fue la primera meta que tenía ante mí, pero no fue en sí porque me sintiera llamado a la Compañía de Jesús en concreto.
Al final, Dios nos llama desde nuestra realidad. La mía era la de una persona que ha estado trabajando durante quince años en el mundo empresarial. Que ha viajado por muchos países del mundo, a veces analizando una inversión en España y otras en Asia o en América Latina. Una visión, donde el mundo está muy en la cabeza. Y yo sentía esa llamada de Dios, también, desde esa visión del mundo.
En ese momento inicial piensas dónde encaja esa visión, dónde puedes poner tu imaginación dentro del mundo religioso. Entonces, me vino a la cabeza inmediatamente la Compañía de Jesús. También, en parte, porque mis estudios universitarios se habían realizado en la Universidad Pontificia de Comillas ICAE-ICADE. Allí había conocido a algún jesuita.
Un jesuita, con el que me puse en contacto, me hizo leer algún libro de su fundador, san Ignacio, y de los primeros jesuitas. Y ahí, una frase que impregnaba todo el carisma ignaciano me golpeó con mucha fuerza: «hacer del mundo nuestra casa». Coincidía totalmente con mi visión del mundo.
Por eso, mi aproximación a la Compañía de Jesús no vino porque yo inmediatamente me sintiera llamado a seguir a Ignacio de Loyola, sino porque la forma que me dio el Señor fue una que encajaba mucho con lo que yo que yo descubrí y profundicé, que era el carisma de la Compañía de Jesús. Y al entrar en ella y conocerla más, fui confirmando que, efectivamente, era el modo concreto en el que me sentía llamado a seguir al Señor.
Estuviste un tiempo, creo que viviendo en El Pozo de Tío Raimundo.
Sí, allí estuve dos años. Y dentro de ese proceso, ir dejando algunas cosas de mi mundo profesional: yo seguía trabajando, ya en Gas Natural Fenosa, pero fui dejando algunas cosas. Una de ellas era mi casa, porque vivía en un chalé en las afueras de Madrid y me fui a vivir a El Pozo, esos dos últimos años, antes de entrar en la Compañía.
¿Con las monjas?
Una de las cosas que te llama la atención de El Pozo (yo no había estado nunca antes) aunque sea un barrio marginal que te suena, es que hay una serie de comunidades religiosas que hacen un trabajo callado y de entrega completa al barrio además de la parroquia, que era de la Compañía de Jesús. De esto yo no tenía noticia.
Y decides dar el paso para ser sacerdote: ¿Qué queda hoy del economista experto en Bolsa, de ese otro Alberto Núñez, en el sacerdote jesuita Alberto?
Hay mucho porque, como decía antes, forma parte de mi biografía y de mi aproximación a la realidad. A pesar de que desde fuera hay un cambio externo muy grande, sin embargo veo mi vida como un continuo. Y es cierto, como se dice, lo del zig-zag del Señor. Pero yo no siento ninguna ruptura. Y pienso que todo lo que he hecho ha sido para algo.
¿En qué medida mi historia condiciona mi ser sacerdote hoy? Pues de varias maneras:
La más evidente es que la Compañía me ha destinado a trabajar en la Universidad Pontificia. En las Alamillas en el Servicio de Pastoral. También, el año que viene comenzaré a dar alguna clase que tiene que ver, además, con mi actividad profesional pasada. Pero me han dedicado al mundo universitario y pude trabajar en Bolsa, porque había dedicado muchos años a esa actividad profesional y dedicado mucho esfuerzo universitario.
Hay, pues, un algo donde gracias a esa actividad y a ese empeño profesional mío, la Compañía ha valorado que ese currículum me hace apto para trabajar en la universidad.
Un segundo punto es, que aunque yo trabaje en pastoral que, en principio, uno lo entiende como atención espiritual o cristiana de las personas, mi visión sobre este aspecto es mucho más amplia.
¿Cómo es?
Yo, lo que percibo con mucha fuerza, de los jóvenes y de los profesionales que trabajan allí, es que la universidad no solo es un lugar donde vivir la fe como pueda ser tu barrio, sino que además es un lugar donde crecer. Donde dar sentido y encontrar a Dios en mi actividad profesional.
Muchas veces tendemos -y es uno de los grandes errores de como está planteada la enseñanza religiosa en las escuelas-, a encerrar lo religioso en una sola asignatura. Y que no permita que se impregne la fe de muy distintas maneras porque está en esa normalidad del día y en tu formación.
Yo no me quito la camisa de católico cuando me pongo a hacer periodismo. Es algo que va contigo.
Recuperar esto que tú estás diciendo es algo muy importante. Entre otras cosas, porque una de las intuiciones más profundas, dentro de nuestra fe cristiana, es que no solo es espiritualidad y encuentro con Dios que también, sino que es verdad.
Quizás hemos tenido una concepción de la verdad, dentro de la Iglesia, muy teológica y muy filosófica. Pienso que hay que recuperar la visión de la verdad desde la fe. Una visión desde la que podemos tener un conocimiento de la realidad mucho más profundo y mucho más amplio que desde la no fe.
Esto es muy importante en la sede universitaria, porque lo que normalmente uno escucha es, que la fe no tiene cabida en la universidad.
El falso debate entre fe y razón, mal planteado.
Y no se trata de creerlo, sino experimentar en tu propia vida cómo tu fe te da una visión más profunda de la realidad. Donde te das cuenta de que eso quiere decir que a la hora de impartir cualquier asignatura, el tener la fe no solo condiciona el método, sino que condiciona el contenido de la asignatura.
Y, también, te hace más responsable como alumno o como profesor.
Desde el punto de vista ético, claro. Pero, por eso digo que estoy superándolo. Pongo un ejemplo para que se me entienda:
La pregunta es: ¿por qué, desde la fe en Cristo, uno puede llegar a tener una visión más profunda de la realidad?
La respuesta: porque me sitúo desde los ojos de Jesús que ve la realidad desde la plena humanidad del ser humano. Desde la persona que sufre y padece todo el pecado del mundo.
Desde esa perspectiva, por ejemplo en clave económica, quiere decir que ningún estudio de la realidad, ningún estudio económico, debe perder de vista el punto de los que son perjudicados por esa realidad.
Has leído Laudato si’, entiendo.
Sí, partes de ella. Debo confesar que no la he leído entera. Pero, en cualquier caso, esta reflexión mía es al margen, aunque sea profundamente jesuítica.
Es mucho de la frase que a ti te impactó de san Ignacio de Loyola, que al final es hacer del mundo un lugar para todos.
Entonces, fíjese que en mi anterior trabajo, cuando hacíamos una inversión lo que mirábamos era, sobre todo el coste de la inversión, qué réditos iba a dar, la rentabilidad, el plazo de inversión, si iba a crear empleo o no… Pero lo que nunca se miraba era qué efectos perjudiciales provocaba esa inversión.
Cómo afectaba a las personas.
A personas, colectivos o (en clave del Papa Francisco) a la naturaleza. Hoy, muchas inversiones te obligan a un estudio medioambiental, por ejemplo. Pero porque te obliga la legislación.
Lo que quiero decir es, que nada de eso está excluido desde un análisis desde la fe. Hay que hacer todo el análisis que he comentado antes pero lo que implica, es considerar también toda la multiplicidad de efectos que produce esa inversión sobre los seres humanos y sobre la sociedad.
Por ejemplo, sobre la naturaleza. Desde este punto, uno puede decir, efectivamente, que incorporar una visión creyente me da una visión mucho más profunda de la realidad.
Me comentabas, antes de la entrevista, que en el proyecto de pastoral estabais como en cuatro o cinco puntos. ¿Cuáles son?
Como estoy recién llegado en la capellanía universitaria, he pasado unos meses de mucho escuchar y de hablar, y empezar a lanzar cosas. Como resultado de todas estas conversaciones con numerosas personas, he identificado cinco áreas de trabajo dentro de la pastoral.
Tal y como las denomino, la primera es «Creando comunidad cristiana», que correspondería a la visión tradicional en la que uno, intuitivamente, piensa cuando le hablan de la pastoral. Como es el cuidado de la dimensión religiosa de las personas que creen o que quieren profundizar en su fe. Implica todo lo celebrador, todo lo adoratorio y todo lo formativo, entre otras muchas cosas.
Un segundo punto, tiene mucho que ver con esto que acabamos de hablar. Yo lo llamo «Cómo profundizar en al misión educativa e investigadora de la universidad». Cómo la pastoral ayuda a profundizar en la misión educativa investigadora: un ejemplo, muy concreto, derivado en esta misma línea que acabamos de comentar. Estamos ultimando, ahora mismo, una cátedra de «pobreza energética» dentro de la universidad.
Esto comienza con unas conversaciones con el director del IIT, el Instituto de Investigación Tecnológica de la universidad, que es el organismo especializado en energía dentro de la escuela de ingeniería. Una conversación que surge dentro del conocimiento del mundo energético que hay en la universidad, en el que yo también me he dedicado, y la sensibilidad de la universidad ante un problema real, político y social de nuestro país, sin solución en este momento. Y la universidad puede hacer algo.
Y como resultado de estas conversaciones, nace un proyecto multidisciplinar de estudio de la pobreza energética. Por eso tiene difícil solución en España, porque implica tantas cosas que, desde una óptica solo sectorial, no se termina de resolver. Bueno, pues nosotros estamos lanzándolo.
Acabamos de hacer también una visita multidisciplinar a varios centros penitenciarios, donde vamos alumnos de trabajo social, de criminología, de psicología y, espero que el próximo año, además de derecho.
Distintas actividades, por tanto, que vienen a través de la pastoral o de conversaciones con otras personas del ámbito universitario.
Y teniendo en cuenta la formación que se da en en las carreras, en los grados de Comillas.
Así es, donde la pastoral aporta la sensibilidad a la misión multidisciplinar. Y ayuda a crear un trabajo de universidad frente a lo que ocurre en la vida. Donde, al final, tu departamento es tu horizonte.
Como decíamos antes, la universidad es, probablemente, el último ámbito antes de salir al mundo en el que hay un concepto universal; esa sensación de poder ver las distintas realidades y asumirlas en un conjunto. Porque luego, cuando entras en un trabajo, la visión túnel es, cada vez, más difícil de quitar.
Absolutamente. Y con una ventaja, y es que nuestra universidad, la Pontificia de Comillas, siendo una universidad que va creciendo, sin embargo, no tiene de todo. Con lo cual (hay 12.000 alumnos en la actualidad, si no me equivoco), esto te permite, todavía, actuar a nivel de universidad. Esto no es natural. Es, porque hay personas que tienen la visión.
Sí, pero que sería más complicado en una universidad de 200.000 personas.
Justo. En una universidad como la Complutense, objetivamente es más difícil aparte de que haya cosas que impidan esta visión, o no.
A la tercera línea, yo la llamo «Haciendo el bien y creando belleza». Se pensará que tiene que ver con el voluntariado. El problema del énfasis del voluntariado es que se pone en ti, en la persona que lo realiza. Sin embargo, en «Haciendo el bien y creando belleza», el énfasis se pone en tu trabajo. Y pienso que esto nunca hay que olvidarlo.
Y en lo que crea esa belleza; que la belleza viene del evangelio de Jesús.
Y en la recuperación de la belleza, además. No todo es técnica y eficiencia, también hay una dimensión estética.
En la universidad, hay un servicio muy fuerte que está haciendo un trabajo muy bonito, que se llama «Comillas solidaria», de proponer trabajos a los chicos. En este caso, se trata de complementarlo con otra serie de actividades desde la fe. Porque eso da un plus de motivación, una serie de actividades que no se plantean cuando la fe se deja a un lado, por ejemplo, el trabajo con Cáritas.
Sí, trabajos que, si les das un sentido, cobra relevancia e impregna más facetas de tu actividad y de tu vida.
Un sentido. Y, como digo, el trabajo con determinados colectivos en los que trabajas, porque lo realiza alguna congregación religiosa y, de otra manera, a lo mejor no tendrías la posibilidad.
Estamos haciendo, ahora, un trabajo muy bonito de identificar varios proyectos que, si Dios quiere, lanzaremos el próximo mes de septiembre.
La cuarta línea es el «Cuidado de dimensión humana y espiritual». Esto quiere decir que, en la pastoral no solo queremos intentar aportar a aquella persona que cree; también a toda persona que está en búsqueda, desde la tradición espiritual o religiosa a la que pertenezca. Es cierto que nosotros lo hacemos desde Jesucristo y nuestra fe.
Pero, Jesucristo se dirige a todos.
Eso es. La pastoral no tiene que ser, al menos desde mi visión y de la Compañía, algo solamente para los convencidos. También para cualquier persona que está en búsqueda. Y es un reto crear propuestas, específicamente, para estos colectivos. Pero queremos tenerla. Por ejemplo, hemos creado un espacio en la iglesia que tiene una sonoridad especial, y digo sonoridad porque es un espacio de música como lenguaje especial. Por tanto, tres días a la semana tenemos un espacio de música en vivo donde puede acudir cualquier persona, y escuchar un tipo de música que le ayude a un rato de meditación.
A la última de las dimensiones, yo la llamo «Acogida y diversión». Acogida, porque no hay que olvidar que una de las dimensiones más profundas del cristianismo es la hospitalidad. Hoy, la estamos desarrollando mucho.
Están a tope, aquí en España, con hospitalidad.es y demás.
Sí, como acogida de extranjero. Pero, en la universidad se trata de acogida a cualquier persona.
Porque hay mucha gente que viene de fuera. Que está de alquiler porque viene de otra ciudad y se siente muy perdida al principio.
Hoy tenemos, en la universidad, nada menos que 1.000 alumnos extranjeros entre Erasmus, universidad, etc. Representan el 10% de la totalidad de los alumnos.
Obviamente, también hay muchos alumnos españoles que se van fuera en un creciente número de intercambios. Un intercambio, además de ser una etapa de diversión y de conocer muchas cosas, a veces también es una etapa de soledad y de dificultad, donde quieres abrirte a otras cosas. Y aquí, lo que vamos buscando en la pastoral es abrir un espacio donde hay gente que te quiere acoger y que te hace propuestas para que te integres.
Y eso nos lleva a la primera línea, de la que nos has hablado, de apertura. De crear comunidad.
Eso es, creas también identidad y entonces, no te sientes extraño. Y además te puede permitir conocer a españoles. Porque, si vienes a España es porque algo tienes de interés por la cultura, o por la lengua. Cuántas veces hemos ido nosotros a estudiar inglés y hemos acabado reuniéndonos solo con los españoles, los italianos y hablando nuestro idioma, sobre todo.
Como ves, la acogida tiene dimensiones. Tiene la parte de humana, que se ocupa de la soledad, pero también tiene la parte de conocer el país, de hablar el español y de divertirte un poco. Y por eso, lo de «diversión».
La alegría.
La pastoral, para mí, bien hecha es divertida. Y lo es porque tocas lo más profundo de lo que somos. Y cuando esto ocurre, te entra la alegría. Descubres aspectos nuevos. Te hablan de un proyecto en el que no habías pensado… Por eso, yo le digo a mis alumnos: «aquí venimos a pasárnoslo bien». No solo solo para propuestas serias, profundas y… sosas. Nada de eso. También son divertidas.
Son parte de la vida, y la vida también es divertida o debería serlo.
Cuando haces un buen trabajo, te lo pasas bien. ¿O no?
Completamente de acuerdo. Y además, te ayuda a trabajar mejor.
Para llevar tan poco tiempo, está siendo intenso y está empezando a dar sus frutos.
Sí, yo estoy muy contento cuando miro atrás, hacia estos pocos meses de año académico. Tengo que dar muchas gracias a Dios por todo lo que estamos haciendo, pero también es cierto que, si las cosas se están saliendo, no es porque haya una sola persona detrás. La gran sorpresa es, que me estoy encontrando con alumnos, profesores y personal de administración y servicios, que colaboran.
La fuerza del trabajo de la pastoral, es la de los voluntarios. No son contratados. Hay tantas personas que lo están escuchando y se están sintiendo atraídos por las propuestas, que las están impulsando y dándolas a conocer. Yo hago todo lo que puedo, por supuesto, y la verdad es que son jornadas largas. Pero ver cómo las personas, con lo ocupadas que están (la carga lectiva de los profesores y de alumnos es tan alta), que el hecho de que haya gente que dedique tiempo a estar en pastoral, a impulsar ideas, al entusiasmo, es una cosa maravillosa.
Es esperanzador, porque la juventud y los estudiantes es un sector un tanto vilipendiado. Y hay gente que en su etapa de formación está ya deseando construir, y dejarse construir también, con esa alegría comentabas.
Es una cosa muy bonita. Muchas veces me hacen la pregunta de cómo es la gente y si me encuentro cómodo con los más jóvenes.
¿Cuántos años tienes, por cierto?
Cuarenta y siete.
Entonces, tampoco estás tan lejos.
Mi sensación, con los chicos con los que estoy trabajando y colaborando, es de que, para empezar, no son insensibles ante las cosas bien hechas y ambiciosas. Y en segundo lugar, tampoco lo son cuando se les da la posibilidad de trabajar en ellas.
De ser corresponsables.
Eso es; de que ellos también vienen a crear y no solo a ejecutar. Incluso, algunas de las ideas que estoy impulsando, han sido los alumnos quienes me las han proporcionado.
Pues, si te parece, emplazamos a cuando salga esta cátedra de pobreza energética o alguno de esos proyectos, para ir hablando de cómo sigue funcionando la pastoral.
Estupendo.
Muchas gracias Alberto, ha sido un placer.
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