Nosotros no nos dejamos impactar por el símbolo y nos obsesionamos con la alegoría, que no escucha ni sana, sino racionaliza, moraliza y anatematiza, derecho canónico en mano, disparando misiles de sí o no, blanco o negro
(Juan Masiá, sj.).- Si el recién fallecido Cardenal Meissner (q.e.p.d.) pudiera enviar desde su eterno descanso en la vida eterna un e-mail a sus díscolos compañeros del dislate anti-Francisco, tal vez el mensaje rezaría de esta guisa:
«Hermanos, no habíamos comprendido la parábola del sembrador:; el que tenga oidos para escuchar que entienda. El Papa Francisco habla en la Amoris laetitia como Jesús en el Evangelio y nos confronta con el símbolo de la escucha que discierne y la misericordia que sana. Pero nosotros no nos dejamos impactar por el símbolo y nos obsesionamos con la alegoría, que no escucha ni sana, sino racionaliza, moraliza y anatematiza, derecho canónico en mano, disparando misiles de sí o no, blanco o negro»
Este domingo 15 del Tiempo ordinario toca escuchar la perícopa de Mt 13, 1-23 (Salió el sembrador a sembrar su semilla…Mejor leer solo del 1 al 9).
Aprendamos de Jesús que nos lanza un símbolo para sacudir nuestra somnolencia y estimularnos con el enigma: quien pueda escuchar que entienda.
Como cuando el maestro de meditación Zen confronta al discipulo con un koan pradójico para romper su lógica y hacerle pensar sin pensar
Como el oráculo délfico que «ni dice, ni oculta, sino sugiere dejando perplejidad (ainissomai, en griego).
Como cuando Unamuno quería tanto a sus lectores que les sembaraba inquietudes practicando la «obra de misericordia suprema, despertar al dormido»…
La parábola tal como la contó Jesús termina en el versículo 9: ¡Quien tenga oidos, que escuche! Todo lo que viene a continuación desde el v.18 al 23 es un ejemplo de cómo la predicación primitiva convirtió la parábola en alegoría, atribuyendo significaciones para descifrar contraseñas: que si el terreno rocoso significa…, que si las raíces significan…, que si las zarzas significan,,,esto y lo otro, etc…
Con razón recomendaba Francisco en Evangelii gaudium que no prediquemos la homilía así: «La predicación puramente moralista o adoctrinadora y también la que se convierte en una clase de exégesis, reducen la comunicación entre corazones que se da en la homilía…» (EG, n. 142).
Ante los escrúpulos del ex-prefecto Müller, recuerda el cardenal Schönborn que lo importante es «escuchar»: «El clero debe escuchar como tal vez no lo hemos hecho antes, y escuchar a todo el mundo, a las personas en relaciones regulares y en las llamadas relaciones irregulares»
Habrá que aplicar a las «teologías de funcionario eclesiástico» lo que decía Paul Ricoeur de las filosofías faltas de hermenéutica; «no se acaba de dejar morir a los ídolos y apenas se tiene oidos para escuchar a los símbolos». Hoy diríamos a los «escribas o escribanos de curia»: «no se acaba de dejar morir el derecho canónico y apenas se tiene oidos para escuchar la gratuidad del Evangelio y nutrirse de lo sacramental».
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