La presencia de este Cristo que solo muestra muñones en piernas y brazos, es un recorderis para los colombianos
(J. Francisco Murillo, Bogotá).- 8 de septiembre de 2017, cuando los católicos celebramos el nacimiento de la Virgen María, el Papa Francisco, se hace presente en la ciudad de Villavicencio, capital del departamento del Meta y lo que conocemos los colombianos, como la puerta al llano y en general, el punto de entrada a la media Colombia.
El oriente de nuestro país, se distribuye entre la inmensa llanura, una extensa planicie, poco poblada, por sus sitios remotos de difícil acceso, con ganadería extensiva y algunos puntos de agricultura. En la parte sur de ese territorio, encontramos otra gran extensión, que es la selva amazónica, espacio, que por lógicas razones, también tiene una baja densidad poblacional, distante de los centros más importantes del país y en un conocido abandono, que se ha constituido en esos dos sectores, el propicio caldo de cultivo para la presencia de la guerrilla, el paramilitarismo, el narcotráfico y con todo esto, una de las zonas de mayor afectación para las víctimas del extenso conflicto de nuestra nación, del cual esperamos seguir saliendo con el actual proceso de paz que bien ha apoyado Su Santidad en esta visita.
A Villavicencio, días antes de la llegada del Papa, arribó el Cristo mutilado, resultado de la masacre de Bojayá. Este poblado, ubicado en el departamento del Chocó ( costa pacífica colombiana) presenció uno de los actos más desgarradores del conflicto que hemos tenido los colombianos. Era el mes de mayo del año 2002, cuando en medio de un enfrentamiento por el dominio del territorio, los guerrilleros de las Farc, considerando que las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia ( grupo paramilitar combatiente de la guerrilla) estaba refugiado en el templo del poblado, disparó un cilindro de gas cargado con explosivos, que impactó el techo e hizo explosión, allí murieron 119 personas, cerca de 100 resultaron heridas y todos eran solo ciudadanos indefensos, que lo único que deseaban era refugiarse, pues ya presentían el enfrentamiento feroz entre las dos fuerzas beligerantes.
La presencia de este Cristo que solo muestra muñones en piernas y brazos, es un recorderis para los colombianos: si existe esta imagen testimonio de un acto atroz, debemos pensar en cómo cesar las distintas masacres y en general los actos de violencia, pues son miles las personas muertas, lesionadas de por vida, afectados de diversas formas por los enfrentamientos violentos, millones los desplazados.
Para todos ellos, de manera especial, el Sumo Pontífice, quiso dedicar este día, en la ciudad de Villavicencio, que además tiene otra característica y es que también tiene relativamente cerca un conjunto de indígenas de los diversos grupos que existen aún en nuestro país, como minorías también afectadas por el conflicto, cuando no por el abandono del Estado y sus gobernantes, quienes en muchas ocasiones, antes que apoyarlos, los convierten en medios para practicar la corrupción y así apoderarse de los recursos que bien podrían ayudar a salir de la difícil situación de miseria en que se encuentran.
En este entorno, la celebración eucarística presidida por el Santo Padre sirvió también como telón de fondo, para beatificar a dos colombianos víctimas de la violencia: el obispo de Arauca ( territorio de los llanos orientales), Monseñor Jesús Emilio Jaramillo y el sacerdote Pedro María Ramírez, de Armero, ese pueblo arrasado por una avalancha generada desde el volcán del Ruíz en el año 1985. Monseñor Jaramillo fue asesinado en 1989, por la guerrilla del ELN ( Ejército de Liberación Nacional) y el sacerdote Ramírez, lo asesinó ( el día 10 de abril de 1948) la turba enardecida por la muerte violenta del caudillo Jorge Eliécer Gaitán, en un hecho que ocurrió un día antes del asesinato del presbítero.
El Papa, visitante, comprendiendo estos hechos, hizo una serie de llamados a víctimas y victimarios, que también nos tocan a quienes a la distancia hemos visto el conflicto, sintiendo por lo tanto el miedo y la desesperanza del mismo, pero sin sufrir las intensas angustias de quienes con heridas en el cuerpo y el alma, se han visto desplazados de sus territorios, amputados de sus extremidades, privados de la vida de sus seres queridos, amenazados por el solo hecho de sospechas y sintiendo la amenaza constante de todos los actores armados de este conflicto, pues el desarmado, el ciudadano corriente no tiene más argumentos que su inocencia, que para quienes impulsaron la guerra, no constituían una razón para aceptar.
En medio de la tensión normal por el tipo de encuentro y por la esperanza en el mismo, nos propone Su Santidad vencer la tentación de la venganza, pues de esta manera, los protagonistas de los procesos de paz, se hacen más creíbles: la paz, exige alejar la venganza, siendo ésta un sentimiento normal en el ser humano.
Nos hace un llamado a la bondad, todos podemos ser buenos y una sola persona que lo sea, es suficiente para encontrar la esperanza, ese gran valor para el ser humano.
Francisco, en este día dedicado a la Virgen, nos pide dar el sí, como la Buena Madre de Jesús lo dio, en este caso, debemos responder con el sí para alcanzar la reconciliación y la paz.
La participación de las víctimas, el pedido de perdón de algunos que fueron victimarios, el reconocimiento en el mismo acto del arrepentimiento que muestran quienes fueron protagonistas en bandos que se enfrentaron o la sola presencia de quienes sin tomar partido, fueron perseguidos, por esa falta de comprometerse con uno de los grupos enfrentados, se convierten en una manera de presentarle al Papa, nuestro proceso de paz. Una paz, que según decía ayer el Santo Padre, para la cual, no estamos solos, tenemos grandes compañías, entre otros, el gran guía de los católicos del mundo, quien con su carisma, sigue moviendo enormes grupos humanos, que entienden y asumen su mensaje, como la fidelidad al evangelio.
También cabe mencionar, el llamado del Papa a la reconciliación, el cual ha sido reiterado, en el día de hoy, lo mencionó así: «Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto», afirmó.
Seguimos alimentando la esperanza de la paz, la reconciliación, el perdón, el encuentro de la alegría, la pérdida del miedo y la búsqueda en el evangelio de Jesús de la razón de ser de los seres humanos, todo apoyado por el guía de la Cristiandad, el Papa Francisco.