Osoro y Paglia clausuran el I Congreso Mundial de Bioética de San Juan de Dios

«Id por el mundo y proclamad la bioética, para anunciar el Evangelio de otra manera»

"La Iglesia tiene que entrar en estos caminos, no podemos estar al margen", subraya el cardenal de Madrid

"Id por el mundo y proclamad la bioética, para anunciar el Evangelio de otra manera"
El cardenal Osoro clausura el Congreso Mundial de Bioética OHSJD

José María Bermejo: "Somos Iglesia, queremos estar en comunión con la Iglesia. No siempre les vamos a dar toda la razón, pero seremos un brazo de evangelización en nombre de la bioética"

(Jesús Bastante).- «Id por el mundo y proclamad la bioética, en el nombre de la Iglesia, en el nombre del mundo, para anunciar el Evangelio de otra manera, con los nuevos moldes que la sociedad nos está exigiendo». José María Bermejo clausuraba de este modo el I Congreso Mundial de Bioética. «La Iglesia tiene que entrar en estos caminos«, añadía el cardenal Osoro, uno de los grandes valedores de este encuentro.

«Aunque a veces esos caminos sean dificultosos o nos manchemos. No podemos estar al margen, porque esto es lo que nos enseñó Nuestro Señor, y es lo que el Papa Francisco nos está insistiendo», prosiguió el purpurado, quien definió el congreso como una muestra más de esa «cultura del encuentro» que la Iglesia, hoy, quiere seguir haciendo presente.

Más de 400 expertos de todo el mundo, convocados por los hospitalarios, que concluyeron sus tesis con una conferencia del presidente de la Pontificia Academia por la Vida, monseñor Vincenzo Paglia, y con el resumen del periodista Fernando Ónega, quien insistió en que «la Orden Hospitalaria sois un ejército de Paz y ayuda de 55.000 personas en todo el mundo«. A fe que es cierto.

«Si todos somos vulnerables que nadie sea vulnerado«. Esta es una de las principales conclusiones del simposio, organizado por la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Durante cuatro días, se han debatido todos los desafíos asociados a la pobreza, la salud o la dignidad humana: la enfermedad, el aborto, la eutanasia y los cuidados paliativos, pero también el drama de los refugiados, los menores o la educación. Todo en clave de «Iglesia hospital de campaña».

 

 

La conferencia de Paglia, con todo, pareció una charla fuera del congreso, aunque el arzobispo trató de definir el «amplio y complejo horizonte de la Bioética«. En su opinión, es relevante «ser capaces de discernir los signos de los tiempos, y reconocer los aspectos positivos de la nueva cultura de la liberad, la dignidad del individuo y el desarrollo de la ciencia y la técnica». Pero, «a la vez, hemos de ver la peligrosa deriva de una cultura hiperindividualista e hipertécnica».

En este punto, Paglia denunció «el proyecto ideológico que lleva a la autosuficiencia, y que puede llevar a un poder sin ética». Por primera vez en la historia, «el hombre posee los conocimientos científicos y médicos para disolver el vínculo que une matrimonio, familia y vida». «Lo que Dios ha unido, hoy el hombre piensa que puede romper y desestructurar, y cada individuo, imbuido por un delirio de omnipotencia, cree que puede reconstruirlo a su gusto. Y la técnica parece permitirlo».

Así, el arzobispo denunció la «reducción ideológica de la cuestión de género, las cuestiones genéticas aplicadas al principio de la vida, o nuevos horizontes abiertos de la bióetica», que abren la posibilidad de «manipular las estructuras genético-evolutivas». Hoy «se tiene el poder de intervenir directamente en la vida del individuo y las futuras generaciones, y la ambición de dominar la naturaleza se traduce en la voluntad de cada uno para controlar, moderar y fortalecer su ‘yo’ biológico».

Tres límites: el de la salud, con «una idea de medicina intervencionista, destinada sólo a unos pocos, que incrementará la brecha entre las poblaciones ricas y pobres»; el de la vida humana, ante el riesgo de «un proceso controlado y puesto totalmente en manos del individuo»; y el desarrollo de la inteligencia artificial, que «busca un ser humano más evolucionado».

 

 

«Necesitamos urgentemente una nueva cultura capaz de implicar y valorar todas aquellas tradiciones capaces de decir la verdad sobre la condición humana, y promover acciones concretas en los diferentes lugares en los que está en juego el valor de la vida», clamó Paglia, quien invitó a «reconocer a los compañeros de ruta».

«En un mundo globalizado es una obligación dialogar con todos para un nuevo humanismo que es totalmente necesario, que pone al hombre en el lugar central de la cultura, la política, la economía y también la Iglesia», insistió Paglia, quien advirtió que «la ética, separada de la ética, difícilmente podrá autolimitar su propio deber».

«La Iglesia está llamada a recibir en su profundidad las cuestiones que surgen en nuestras sociedades», añadió, siempre desde el concepto de «hospital de campaña». «El hospital es el lugar por excelencia donde uno se cura, es la gran metáfora de la hospitalidad, una categoría decisiva para acoger y promover al hombre en todas las etapas de su vida, sobre todo cuando está enfermo y débil».

«Hemos de oponernos a los que debilitan o eliminan la vida humana, o atentan contra la dignidad de la persona. En un mundo hipertecnológico e hiperindiviualista, la clave es dar testimonio del arte de encontrarse, volver a establecer y reconstuir relaciones, edificar comunidades abiertas, proporcionar herramientas para replantar estilos de vida», finalizó.

 

 

El periodista Fernando Ónega fue el encargado de las conclusiones-resumen de las jornadas, en las que planteó, en 18 puntos, algunos de los retos de la orden, y de la Iglesia, en torno a la Bioética. «Es una forma de ayudar a conseguir una sociedad más justa».

Así, la orden «considera prioritaria la hospitalidad de acuerdo con los principios de San Juan de Dios», y para todos. Excluidos, sin techo, inmigrantes y refugiados, y por supuesto los enfermos de antiguas y nuevas enfermedades, de viejas y continuas pobrezas.

Ante los enfermos, la Orden Hospitalaria «renueva su compromiso por el trato humano y sensible, su autonomía, minimizar el sufrimiento, y en el caso de terminales, por luchar por su vida y dar compañía y afecto». Ante los conflictos entre la ciencia y la conciencia, «propugnamos el diálogo constante», pero «sin aceptar ni las leyes ni los avances que no respeten los principios éticos. No todas las leyes son siempre morales». Y, ante las decisiones traumáticas, una petición de Ónega: elaborar un código ético que sirva de guía.

 


«La orden quiere seguir con su línea de actuación, una orden que lucha contra la vulnerabilidad y por la dignidad de la persona cualquiera que sean sus circunstancias», concluyó Ónega. Respeto, confianza, humanización, lealtad a los principios, compañía, con el objetivo de conseguir calidad de vida y felicidad, «por lo menos la felicidad posible».

Finalmente, José María Bermejo, presidente del Congreso, agradeció el éxito del congreso, y pidió que, después de éste, lograr «aterrizar y posibilitar una alternativa en red», porque «todos estamos en el mismo camino de San Juan de Dios».

«Hemos llegado al final sin perecer en el intento», apuntó Bermejo, quien relató algunas de las anécdotas del encuentro. Y, con la complicidad de Osoro, añadir: «Somos Iglesia, queremos estar en comunión con la Iglesia. No siempre les vamos a dar toda la razón, pero seremos un brazo de evangelización en nombre de la bioética».

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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