"Padre Carlos. El rey pescador", este fin de semana en Madrid, y el 2 de octubre, en Barcelona

Cristián y Pablo Razuk: «Bergoglio iba a las misas de Mugica y después, en el colectivo, debatía con la gente»

La obra de teatro retrata al "cura villero" asesinado por defender la causa de los pobres en Argentina

Cristián y Pablo Razuk: "Bergoglio iba a las misas de Mugica y después, en el colectivo, debatía con la gente"
Los hermanos Razuk, en los estudios de Religión Digital RD

El tiempo hizo que hoy las palabras de Francisco y las palabras de Mugica estén diciendo lo mismo. Hay algo ahí del espíritu de lo que se quiere trasmitir, que claramente está en comunión

(Jesús Bastante).- Cristián y Pablo Razuk son hermanos, productor y actos de «Padre Carlos, el rey pescador», una obra basada en la historia del padre Carlos Mugica, uno de los curas «villeros», y que este fin de semana se representa en Madrid, para después recalar en Barcelona.

 

Bienvenidos a Religión Digital. La obra ya está funcionando en Madrid, arrancó el 23 de septiembre en la calle Primavera, en el teatro El Umbral de Primavera. Después, vais a Barcelona. ¿De dónde sale la idea de hacer «Padre Carlos. El rey pescador»?

Como actor que soy, siempre estuve buscando personajes de los que me gustaría contar la historia. De alguna manera, cuando el actor busca sus propios personajes, quiere hablar de sí mismo. Esto es así.

Estuve trabajando cinco años con un personaje, Severino de Giovanni, que era una anarquista de comienzos del siglo paso. Era un italiano que fue a vivir a Argentina y que murió fusilado en 1935. Es una obra que a mí me gusta mucho y que, seguro, la vamos a reflotar.

Sentía que, en los modos de Severino, que hacía pie en la violencia como anarquista, como una de las ramas del anarquismo y como forma de comunicación y de reclamo, ya no me sentía cómodo. No lo estaba sintiendo como un camino. Y empecé a indagar sobre personajes…

 

 

 

Que querían cambiar el mundo sin acudir a la violencia.

Exacto, por lo menos un submundo. En cómo yo arranco, para que las cosas se emparenten con lo que yo quisiera sin que está la violencia como protagonista. La violencia me parece un camino que, a la corta o la larga, no es positivo. Y así es como aparece en el horizonte Carlos Mugica.

Tres años y medio de investigación después, barajando textos de distintos autores, aparecen Cristina Escofet -la autora- y José María Paulo Antonio -el director-. Y empezamos a trabajar durante casi un año. En total, pasaron cuatro años y medio de empaparnos de la vida de Mugica, con la suerte de tener a muchos familiares, conocidos, amigos y «enemigos», para hacerles pequeñas entrevistas y sacar lo más jugoso de la historia.

 

Es un personaje que todavía está muy vivo y presente en la historia de Argentina, en la triste historia reciente de Argentina.

Absolutamente, y no solamente su memoria, también su legado: su palabra y su acción.

Hay un montón de asociaciones que llevan su nombre y tomaron la forma de encarar el trabajo social a la usanza de Mugica, que terminó siendo un referente. Salvando las distancias, como la foto del Che con la estrella que significa un montón de cosas, la imagen de Mugica en diferentes lugares, es la síntesis de uno de los pilares que fueron -entre otros- fundadores de lo que se llamó los curas «tercermundistas».

Hay que pensar que hoy hablamos de los curas tercermundistas -los curas «villeros», como se dice en Argentina por su trabajo en las villas- y es algo habitual. Pero en ese momento, no existían. Hay algo ahí revolucionario, en relación directa al trabajo desde la Iglesia.

Cuando Mugica empieza a sentir que la Iglesia, con cierta formalidad conservadora, no era en realidad representativa de los que menos tenían, empezó a poner en duda, no su vocación, pero sí ese camino de llevarla adelante.

Esto es Mugica para mí: un referente de un argentino que teniéndolo todo, porque venía de una familia acomodada, tenía una vida social expansiva, era una persona que tenía belleza física y las mujeres se morían por él, que tenía un camino promisorio en el Vaticano…, pone todo eso en riesgo, en duda. De hecho, lo descarta y sale en búsqueda de los que menos tienen.

Yo no creo que Mugica nos pidiese a todos ese sacrificio, pero sí creo que nos pediría que abramos los «ojos del corazón» -como decía él-, y tratemos de dar una mano.

Si me permites, te cuento una anécdota cortita:

Una vez le preguntaron: «Padre, ¿por dónde empiezo a trabajar?»
Y él respondió: «Por tu casa, por tu familia. Fijate que, alrededor de la vera de uno, te están pidiendo algo aunque sea en silencio. Pero te lo están pidiendo.»

 

 

Que para arreglar el mundo, tienes que empezar por arreglarte a ti mismo y a las personas que tienes en tu entorno. Hacer lo posible para que lo imposible, cada vez, se vaya ensanchando más y convirtamos la utopía en algo realizable.

Esta es la historia de un hombre muy reconocido y muy polémico para algunos sectores, sobre todo en Argentina. Y un hombre de fe.

Pero, la obra no trata de la historia de fe del padre Carlos. Es, más bien, la historia de las de dudas que se plantea ese hombre. De la persona y sus dudas; si estará haciendo lo correcto.

Sus contradicciones y sus miedos.

 

Todo eso, también a nivel de producción: ¿cómo se traslada a las tablas en una obra de teatro? Y en unos espacios como los que utilizáis, que son más bien intimistas. Parece arriesgado, por lo menos.

C.- Creo que pasa algo con la obra que siempre comentamos: para nosotros cada función es una nueva misa donde vemos, y sentimos también, lo que le pasa a la gente.

Más allá de la familia que provenga y de la ideología que tenga, de lo que sienta y cómo esté parado en su vida en este momento, en los primeros minutos de la función la gente se conecta a una misma sensación, a un mismo sentir. Y que creo que es precisamente lo que busca la obra; que entendamos, y volvamos a los esencial en muchas cuestiones.

Sumarme a este proyecto desde la producción, no es solamente por la sangre que nos une ni por lo que comentaba Pablo del trabajo previo, del trabajo de Giovanni… Fue por el mensaje que tiene la obra.

La producción es algo que uno, muchas veces, va descubriendo, y otros podemos llevarlo en la sangre. Y cuando tu trabajo va de la mano con lo que siempre sentiste, no es trabajo; es la posibilidad de hacer algo por el otro desde un espacio en el que se puede comunicar de diferentes maneras.

También, me dio la posibilidad de empezar a analizar y replantear un montón de cosas que tenemos desde chicos: que lo llevamos, quizá en el ADN y hasta dónde realmente podemos romper con eso o podemos dejarlo a un lado y ver al otro en su necesidad -estoy citando textos de la obra-.

De hecho, con otro grupo de trabajo empezamos a hacer diferentes labores solidarias en Rosario, de donde somos nosotros en Argentina. Con un solo objetivo: dar una mano al que más lo necesita.

Movidas solidarias -como decimos nosotros- que te llenan de alegría y de orgullo, cuyo punto de partida es la obra, que a mucha gente como a mí nos cambió la forma de analizar la realidad. Y de ver realmente lo que pasa; ver al otro y ver las carencias que hay muchas veces. Y dar una mano, no ser indiferente.

 

 

Habéis llevado la obra, o parte de la obra, a Roma. Y creo que el propio Papa sabe que esto existe y os ha reconocido el trabajo. Porque él conoció y quiso mucho al padre Mugica, con sus dificultades.

P.- Con sus diferencias, sí. Porque lo más rico es que uno se va enterando, por gente que conocieron los dos, de que en su momento, Bergoglio iba a las misas de Mugica y se sentaba atrás. Recibía toda esa ceremonia, y después, cuando volvía en lo que llamamos el colectivo, el bus, iba debatiendo con la gente las cosas en las que coincidía y en las que no. El tiempo hizo que hoy las palabras de Francisco y las palabras de Mugica estén diciendo lo mismo. Hay algo ahí del espíritu de lo que se quiere trasmitir, que claramente está en comunión.

 

La vida de Mugica es imprescindible para entender el pensamiento y el pontificado de Francisco. Nos salimos un poco del arte para entrar en la reforma de la Iglesia. Pero es imprescindible para entender el concepto de Iglesia reformada, de Iglesia pobre para los pobres. Para conocer el movimiento de los curas villeros y entender la situación que se vivió en Argentina y cómo la vivió Francisco en un lugar difícil -porque no dejaba de ser jerarquía- en mitad de una jerarquía que no hizo, en la mayoría de los casos, lo que debería de haber hecho.

P.- Hay que pensar el momento histórico: es un momento donde venimos del «Mayo francés», de la Revolución cubana, de una serie de cosas donde se estaba cocinando, o por lo menos había una perspectiva de cocinar, un cambio global en cuanto a lo social, lo político y lo ideológico.

Y ese contexto donde se debatía si la lucha por la fuerza o no, aparece Mugica. Como otros; porque Mugica es, en todo caso, una de las caras visibles de un movimiento muy grande. En Argentina han desaparecido muchos curas villeros que hacían trabajo social y son desconocidos.

 

Para los que no lo sepan, Carlos Mugica fue asesinado.

P.- A los 44 años, a la salida de una misa en la parroquia de San Francisco Solano.

Como decía, era un momento en el mundo estaba buscando una brújula y viendo por dónde andar. En ese momento histórico donde las cosas no estaban claras, esta gente, los mugica, tomaron esta determinación de seguir trabajando desde ese lugar. Quiero decir con esto que, a día de hoy, son pilares desde donde seguir trabajando. Que quizá hay que tomar eso, y ver cómo está el mundo actual para, como decimos en Argentina, «barajar» idear de nuevo. ¿Aquí también se dice así?

 

Sí. Hay que mover la baraja.

P.- Exactamente: hay que moverla.

 

Venís a España, a Madrid. No sé si hay gira por algún otro lugar.

Vamos a Barcelona el 2 de octubre. Representamos en El Antic.

 

 

Y ahora, el 23, que ya ha pasado, y el 29 y 30 de septiembre en El Umbral de Primavera. Pueden encontrar las entradas en atrapalo y en el siguiente teléfono: 605 84 98 67

¿Por qué venir a España?

G.- Esta es la segunda gira.

P.- Vinimos febrero y marzo.

G.- Llevar esta obra es apasionante. Hacer pie aquí y empezar a trabajar en España es ir descubriendo no solamente lo que pasa con el público, sino también dar a conocer este trabajo que se vino haciendo hace mucho tiempo, casi cinco años de investigación. Es una obra que ya lleva cuatro años en cartel, que fue muy premiada en Argentina y que tuvo mucha repercusión.

P.- Estuvimos en París.

C.- Sí, en París en la UNESCO. Siendo la única obra presentada en su sede y coincidiendo con la cumbre del calentamiento global. Allí nos encontramos con enviados culturales de todo el mundo. Y la visión final es que, muchas veces, el lenguaje y la acción cuentan una historia más allá de que yo no entienda el castellano.

Creemos que en España, Barcelona y Madrid son escenarios fundamentales para contar esta historia, aunque mucha gente desconozca la vida de Mugica. Creo que es una buena oportunidad para darla a conocer, para que se entienda lo que era la propuesta.

Fíjate lo que pasa: esta obra, hace dos años era una obra con un contexto histórico, y hoy es una obra contemporánea, porque el momento está empezando a ser muy parecido.

P.- Un momento en el que las preguntas, las dudas, las penurias y las contradicciones, como que se ha multiplicado.

 

Un mundo con demasiadas preguntas sin respuesta y que afortunadamente, incluso en esa tesitura hay personas a las que agarrarse. No solo porque ofrezcan respuesta, sino porque son personas que están en búsqueda.

P.- Que proponen un camino. Después, lo que haga uno con ese camino es otra cosa. Porque hay un punto en el que uno no puede quedarse en el medio. Que hay que tomar una posición porque si no, lo que acontece socialmente, termina afectando. Y aunque a uno no le afecte directamente, al final, si le afecta a otro, también te está afectando a ti.

 

Estamos en un mundo global en el que hemos globalizado la economía para los ricos, pero no hemos globalizado ni la solidaridad, ni la acogida. Hoy se cumplen dos años del compromiso que todos los países de la Unión Europea asumieron con la crisis de los refugiados para acoger un ratio de esta población, y el plazo para cumplirlo. Y vergonzosamente, España solo admitió un 11% de lo que se comprometió, que ya era poco.

Esa sociedad de acogida, esa Iglesia en salida, todavía tiene mucho camino por recorrer.

P.- Hay alguna deuda, ¿no? Por eso mismo, en su momento vamos a reflotar «Severino» para traerlo a España. Severino era un inmigrante italiano que fue a Argentina, y yo quiero hablar también de los inmigrantes. Y de los migrantes, porque en América Latina hay movimientos permanentes de gente que sale en busca de un destino mínimamente positivo. Y no porque quieran dejar su tierra, sino porque, como tú decías, la organización económica es más lo que les quita o lo que los tiene contenidos para mal, que lo que les da.

 

Cada hombre y mujer del planeta tiene el mismo derecho de poder intentar ser feliz y vivir dignamente.

P.- Y otra cosa más por la que venimos a España es porque -voy a hablar por mí- yo me enamoré de Madrid. Vine la otra vez y salía a caminar como con una pertenencia extrañísima.

 

Nos pasa también a los madrileños, cuando vamos a buenos Aires.

P.- Eso es lo que me dicen los madrileños a quienes se lo comento; hay algo ahí, entre las dos ciudades. Son primas.

C.- Piensas: «yo ya estuve acá de alguna manera»

 

Pablo, Cristian, ha sido un auténtico placer.

Recuerden, 29 y 30 en Madrid, en Lavapiés. El 2 de octubre en El Antic, de Barcelona. Las entradas se pueden comprar en atrapalo.

P.- Y también en las salas, llamando por teléfono.

 

Ojalá sea un éxito y tengamos la oportunidad de vernos más y de seguir trabajando, cada uno desde nuestro ámbito.

P.- Os esperamos.

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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