Canadá ha permitido que en el referéndum de independencia vote solamente Quebec, no toda Canadá. Y el Brexit, que afecta seriamente a toda la Unión Europea, ha sido decidido por el Reino Unido en exclusiva
(Hilari Raguer, historiador, monje de Montserrat).- Se alzan diversas voces que acusan a la Iglesia de hacer política, desde la homilía de un monje o el manifiesto de unos cientos de capellanes, hasta la conferencia episcopal catalana o la española. Es el clásico sofisma de decir que hacen política quienes hacen una política que no es la tuya. ¿Hace política la Iglesia católica cuando en su doctrina social defiende unos derechos fundamentales? ¿Hacen política las Naciones Unidas cuando amonestan a España por violar unos derechos fundamentales?
Alguno nos pondrá la etiqueta de nacionalcatólicos. El nacionalcatolicismo exigía que todo español tendría que ser católico, apostólico y romano, y que todo católico tenía que ser españolista, y franquista. En cambio, nosotros no pretendemos que todo católico catalán tenga que ser independentistas, y menos aún independentista de mi partido, ni que todo catalán independentista tenga que ir a misa.
Hemos de distinguir las opciones políticas propiamente dichas (liberalismo, socialismo, comunismo, ecologismo…) de las opciones prepolíticas, que propugnan un país donde se pueden defender libremente todas las opciones políticas. Si lo prefieren, digamos patriotismo. Primero, el hacer; después, el cómo. El referéndum catalán no es una opción política, porque no defiende una ideología política concreta, sino un marco democrático en el que todos puedan defender la opción política que prefieran. En el caso de que Cataluña sea un estado libre, sus ciudadanos ya decidirán qué política prefieren, votando por un partido o por otro.
Se ha remarcado la transversalidad del nacionalismo catalán y del independentismo. El catalanismo no es, como desde hace años algunos sostienen, una entelequia de la burguesía para defender sus intereses, cuando perdieron las colonias. Históricamente ha ahbido un catalanismo de derechas, que va del carlismo y evoluciona con las bases de Manresa, Torras i Bages, Prat de la Riba, Cambó i Pujol; y uno de izquierdad, que arranca con el federalismo republicano de Pi i Margall y Valentí Almirall y continúa con Maciá, Companys y Maragall.
Defienden política opuestas, pero coinciden en una prepolítica, que es la defensa de las libertades catalanas. De este modo nace el movimiento de Solidaridad Catalana, contra la Ley de Jurisdicciones de 1906, con todos los partidos catalanes desde los carlistas hasta los republicanos federales, y solo quedan fuera los partidos dinásticos y los lerrouxistas; en las elecciones generales de 1907 conseguirán 41 de los 44 escaños. Es también transversal en el tiempo: con nombres diferentes, según las épocas: provincialismo, regionalismo, nacionalismo, soberanismo.
Si un grupo de personas, movimientos e instituciones católicas coinciden en esta reclamación de libertad para celebrar el referéndum, eso es una exigencia prepolítica. Después, libremente, cada uno seguirá la línea política de prefiera.
Esta coincidencia prepolítica no puede quedar afectada por la posición política que se adopte fuera de la propia comunidad, puede traer repercusiones. El señor Rajoy y la señora Soraya no paran de repetir, como un mantra, que lo que afecta a toda España lo ha de decidir toda España. Eso sí que es política, y política antidemocrática. Cuando Escocia ha reclamado un referéndum de independencia, el Reino Unido no ha exigido votar todos ellos. Canadá ha permitido que en el referéndum de independencia vote solamente Quebec, no toda Canadá. Y el Brexit, que afecta seriamente a toda la Unión Europea, ha sido decidido por el Reino Unido en exclusiva. La injerencia exterior sí que es política, y es una política integrista, integralista, nacionalcatólica y franquista.