"Sé valiente, la misión te espera", lema del Domund 2017

Monseñor Adolfo Zon: «En la misión, hay que sembrar, sin esperar la cosecha»

Belén Manrique, misionera seglar: "El Señor tenia un plan para mí y hacia él me fue llevando"

Monseñor Adolfo Zon: "En la misión, hay que sembrar, sin esperar la cosecha"
Adolfo Zon, Anastasio Gil y Belén Manrique

La felicidad está en darse a los demás, porque, cuando dejas la vida en manos de Dios, Él la convierte en una aventura apasionante y feliz

(José M. Vidal).- «Sé valiente, la misión te espera». Adolfo Zon, obispo en la triple frontera de la Amazonía, y Belén Manrique, joven periodista seglar, misionera en Etiopía, son dos muestras evidentes de la valentía de los más de 13.000 misioneros españoles, que entregan sus vidas por los más necesitados de la tierra.

El domingo se celebra el Domund y las Obras Misionales Pontificas, que dirige el sacerdote Anastasio Gil, organizó, como todos los años, una rueda de prensa, en la que participaron estos dos misioneros españoles, testigos «de la audacia misionera, con pasión y con mística, que hace presente el Evangelio donde no es conocido». Porque, como recordó Anastasio, «sólo del 18% de la Humanidad conoce a Cristo». De ahí que «la misión pertenezca a la entraña misma de la fe».

Adolfo Zon, que mamó su vocación misionera en el seminario de Ourense, de la mano de un sacerdote, Don Aurelio, que vivió por y para la misión, se marchó a Brasil, después de hacerse religioso javeriano, en 1993. Allí sirvió, en el Amazonas, primero como cura, durante 21 años. Y desde hace 5 como obispo, en la diócesis del Alto Salimoes, el corazón de la Amazonía brasileña, que hace frontera con Perú y con Colombia. Quizás, uno de los lugares más peligrosos de la tierra.

Como cura y como obispo, monseñor Zon «combina vida y Evangelio», trata de evangelizar y de vivir «la dimensión socio-política de la fe» y, sobre todo, «siembra, sin esperar la cosecha, porque Dios va haciendo crecer la semilla».

Su vida es sembrar, para conseguir una Iglesia, que gire en torno a cinco grandes urgencias: «Una Iglesia en estado permanente de salida, una Iglesia casa de iniciación cristiana, una Iglesia casa de la Palabra, una Iglesia comunidad de comunidades y una Iglesia al servicio de la vida plena».

El obispo misionero ourensano pone amor y humanidad en una zona donde hay todo tipo de tráficos: «Desde el tráfico de personas y animales, hasta el tráfico de drogas y el fenómeno, novedoso y desgraciado, de los suicidios de adolescentes y jóvenes».

Y lo hace con una enorme ilusión, que se refleja en su rostro siempre sonriente. «Estoy feliz y contento y sólo le pido a Dios que me dé fuerzas para responder a ese ‘Se valiente, la misión te espera'».

También espera, con ilusión, monseñor Zon el próximo Sínodo de la Amazonía, que acaba de convocar el Papa Francisco, en el que «reflexionaremos, sin duda, para ver como damos respuesta a una situación tan compleja y caminamos hacia la experiencia de una ecología integral». Como la que ya viven los 46.000 indios ticunas, que pueblan su diócesis.

Un obispo valiente y una joven periodista que no lo es menos. Belén Manrique lo tenía todo en España: una buena familia, amigos, trabajo y una vida uy cómoda. «Pero, no era feliz con esa vida. El Señor tenia un plan para mí y hacia él me fue llevando, poco a poco, para no asustarme», cuenta.

Primero estuvo de voluntaria en la India, hasta que, en la Pascua de 2014, que celebraba con su comunidad del Camino Neocatecumenal, se encontró «con Cristo resucitado» y decidió irse a la misión de Etiopía del misionero español, Christopher Hartley. Allí, tocó la miseria más absoluta y la degradación total.

«Mucha gente vive allí como los animales». Y contó el caso de las prostitutas, que terminan enfermas de Sida y abandonadas de todos, menos de las misioneras. Como Fatuma, prostituta embarazada de ocho meses, que ingresó en el hospital enferma de Sida, a la que Belén y su compañera iban a visitar y cuidar a diario.

Fatuma dio a luz y a las dos semanas murió, pero antes llegó a decirles a sus amigas misioneras: «Cuando salga del hospital, quiero ir a la iglesia a la que vais vosotras».

Belén sigue en Etiopía, ahora en la capital, Adis Abeba, segura de que «la felicidad está en darse a los demás, porque, cuando dejas la vida en manos de Dios, Él la convierte en una aventura apasionante y feliz».

Dos valientes, de entre otros muchos, que lo dejan todo y para siempre, para ser felices, ayudar y aprender de los pobres, los preferidos de Cristo. Porque, «tuve hambre y me diste de comer…» Y la generosidad española lo hace posible. El año pasado con más de 12 millones de euros recogidos en el Domund.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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