España es territorio-trinchera en la lucha de las ideas y en la aplicación de todo tipo de ingeniería social. España es occidente en supremo estado emocional
(Ángel Manuel Sánchez).- España es un extraordinario laboratorio en prácticas para Occidente, por su diversidad territorial y por el apasionamiento en el que se abandona al debate de las ideas. Y lo ha sido seguramente siempre.
Se dotó precozmente de una Constitución (1812), mudó de forma visceral su ropaje clerical en otro anti-clerical (Mendizábal), y fue escenario anticipado del combate entre los totalitarismos del siglo XX (Guerra Civil).
España es territorio-trinchera en la lucha de las ideas y en la aplicación de todo tipo de ingeniería social. España es occidente en supremo estado emocional.
En España se está produciendo un combate ideológico entre una posmodernidad mutada en pos-verdad totalitaria, en materialismo emocional, donde las emociones aspiran a tener espacio y autoridad políticos, y un racionalismo democrático de perfil cartesiano, donde las emociones no ocupan más espacio que el privado y civil, y no tienen reconocimiento ni político ni jurídico.
Nuestra democracia es un sistema político racional donde los principios y valores superiores (en nuestra Constitución la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político), y no las emociones, tienen reconocimiento político y jurídico, porque son racionales y necesarios. Proporcionan dirección, sentido y autoridad moral a las instituciones.
Padecemos una crónica y grave crisis institucional que llevamos arrastrando desde que estalló la crisis económica, y que nos despertó bruscamente de un sin precedente éxtasis de opulencia consumista, que atrajo además a millones de extranjeros que se instalaron en nuestro país y lo revolucionaron demográficamente.
Esa crisis económica que con mayor o menor éxito ha podido ser paliada pero no erradicada por parte de los Estados, ha desencadenado a modo de reacción, populismos y totalitarismos dormidos.
Existen graves contrastes de relación no pacífica. Contrastes entre civilizaciones (inmigración y terrorismo), entre generaciones (envejecimiento creciente y exaltación de la juventud), entre clases sociales (empobrecimiento de la clase media), y entre posicionamientos ideológicos (resurgen los totalitarismos).
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