El tema catalán, al final, es un tema de corazón y no de cabeza... La visión que ellos tienen de una república utópica, a mí me parece que se ha visto que es un pinchazo en el aire
(Jesús Bastante).- Un hombre de contrastes. Poderoso, pero de una familia humilde. Perseguidor, pero perseguido a la vez. Culto, ascético e íntegro, pero salpicado por los excesos de la corte. Son las claves del retrato que Pedro Miguel Lamet hace del cardenal Cisneros en su nuevo libro «El tercer rey» (La esfera de los libros), y que el autor desgrana para RD en esta entrevista.
Hoy nos acompaña un buen amigo de esta casa, Pedro Miguel Lamet. Bienvenido.
Gracias.
Hoy traes una buena noticia, porque todo libro lo es. «El tercer rey» es una novela sobre el Cardenal Cisneros, publicada por La esfera de los libros.
Estamos celebrando su quinto centenario.
Sí, hoy, 8 de noviembre, es el quinto centenario de su muerte.
Fue un hombre que vivió entre dos mundos, el final de la Edad Media y de la Reconquista, y el comienzo del Renacimiento. Un nuevo continente y una España imperial. Un mundo distinto.
Entre el mundo del cardenal soldado, que todavía lo era de alguna manera y el del cardenal culto, el cardenal del Renacimiento.
A veces se intenta comparar a los cardenales Cisneros y Richelieu. Pero no resiste la comparación.
Es la comparación, incluso para los propios franceses. Porque los historiadores franceses son los que han valorado más a Cisneros. Llegan a decir que en comparación con Richelieu, Cisneros era un hombre mucho más íntegro, menos corrupto. Un hombre que no mató, fuera de la guerra. Que no mató a sus contrincantes personales, como hizo Richelieu. Políticamente, es un personaje poco conocido y poco valorado en España.
¿Por qué crees que es poco valorado?
Porque hemos vivido de tópicos, generalmente; tú calificas a un personaje y ya se queda así para siempre.
La idea que el lector medio tiene de Cisneros, es de que era un hombre muy recio y muy duro. Muy asceta e intransigente. Que había hecho la famosa quema de libros, los coranes en Granada.
Que fue inquisidor general.
Lo fue, aunque casi nadie dice que suavizó mucho la Inquisición. Y que, además, es un prototipo, utilizado durante el franquismo, de unidad de España. De esa unidad de Isabel la Católica. Aunque en realidad lo que hizo, fue conseguir mantener el reinado de Isabel la Católica.
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Uno de los forjadores de unidad de las coronas de Castilla y Aragón.
Y que dejó la herencia a Carlos I de España, Carlos V, de una España unida.
Todos esos tópicos son los que funcionan, pero nadie profundiza en él. Además, tiene un anecdotario tan extraño y tan curioso de las cosas que le ocurren, que la gente se queda en eso, en las anécdotas.
No era un hombre, como decías, apegado al poder o que hiciera del poder una forma de vida, sino que su historia, su trayectoria vital, nos muestra que fue un ermitaño. Que pasó por muchas etapas.
Fue una vida en zig-zag: provenía de una familia sencilla, aunque se le busca abolengo entre los antepasados. Nació en Torrelaguna dentro de una familia más bien sencilla, que tenía una hospedería y que contaba con lo esencial. Él entra en la Iglesia para conseguir beneficios de algún modo.
Estudia primero en Alcalá y más tarde en Salamanca. Y a la vuelta de Salamanca, ve que su padre está trabajando mucho como una especie de notario, de abogado. Entonces se marcha a la Roma de los Borgia y allí aprende mucho, yo creo, de la diplomacia y de la sabiduría. Y sin entrar en la corrupción, aunque también la conoce.
Es un personaje que está en el centro histórico en el momento en que todo sucede. Porque está sucediendo el final de la Reconquista, el comienzo de ese imperio y, también muere pocos días después de que Lutero plantara sus tesis, en los albores de la ruptura de la cristiandad.
En ese sentido, se adelantó a Trento de alguna manera.
Después de Roma tiene que volver, porque muere su padre y lucha por tener un beneficio. El beneficio era un ceda que se quedaba libre, pero que tenía una serie de problemas con el cura. Y al final, Carrillo, que el arzobispo entonces vigente, le coge tirria y lo mete en la cárcel. Y estuvo allí siete años. Eso, casi nadie lo sabe.
Sale de la cárcel y, por fin, le hacen vicario en Sigüenza y comienza a subir en la Iglesia, a tener poder. Es un hombre muy inteligente; en Sigüenza hace muchas obras y crea una universidad. Y en un momento determinado piensa: esto de la vida, qué es. Y da el salto mortal de irse a una ermita en medio del campo, en un sitio de unos franciscanos que vivían como ermitaños, de la línea más radical y más rigorista. Y ahí se pasa otros siete años hasta que le llama Mendoza.
Y una vez que han hecho arzobispo de Granada al confesor de la reina, que es Hernando de Talavera, lo llaman a él para que sea confesor y se niega en un principio. Pero al final consigue lo más extraño que se puede conseguir en la vida cortesana, que es vivir como un franciscano y como un ermitaño dentro de la corte. Hay datos, como que debajo de la cama con dosel tenía un carromato con una madera para dormir en ella. O que debajo de las ropas episcopales llevaba un hábito que él mismo se zurcía.
Comía muy frugal, también.
Cenaba agua con hierbas. Pero, sin embargo, aprovechaba el tiempo mientras cenaba o le estaban afeitando. Llevaba consigo una serie de teólogos para discutir de temas bíblicos y demás.
La Biblia también la utilizaba como una solución, para cuando venía gente pesada a las audiencias y se enrollaban. En ese momento, cogía la Biblia y se ponía a leerla. Hacía unas cosas rarísimas. Era un personaje curioso.
Otro de los datos que la gente no sabe de él era su afición a las brujas, en el mejor sentido de la palabra.
Sí, porque un inquisidor aficionado a las brujas…
Cuidó de esas mujeres que a veces eran acusadas por la inquisición. La mayoría de ellas eran monjas o religiosas videntes. Hay una anécdota: al principio de su trabajo, cuando está cerca de Gibraltar mirando el Peñón, porque estaba haciendo la visita de los conventos. Allí, frente al mar, dice: qué bien si yo pudiera ser misionero en África y morir mártir…
Allí conoce a una especie de bruja, que era una señora que vestía de negro, y la consulta. Y ella le dice: no se preocupe, porque usted va a influir muchísimo en el mundo y en la historia de España. Le hace una anticipación de lo que iba a ser él. Más tarde va a tratar a una serie de monjas de estas, y alguna le dice que va a ser Papa. Se equivocan. Pero sí había ambiente para que así fuese.
¿Cómo logra influir Cisneros en Isabel de Castilla (fue confesor de la reina), pero también en Fernando. En ese futuro, que están creando y que se llama España?
Es más isabelino que fernandino, en el sentido de que va por la línea de unión religiosa y de reforma que fomenta la reina Isabel. Y a Fernando no le caía muy bien.
A Fernando le iba más el príncipe de Maquiavelo.
Claro. Y entre otras cosas, porque Fernando tenía una relación sexual fácil con muchas mujeres, y Cisneros no lo debía ver muy bien. Pero cuando muere Isabel, se da cuenta de que el cardenal es un personaje clave para él. Y como Fernando era maquiavélico, comprendió que necesitaba a Cisneros. Y Cisneros le va sacar castañas del fuego por todas partes. Y va a conseguir que, a través de la regencia, se siga viviendo la línea de Fernando.
Cuando muere Fernando, que quería que su nieto preferido fuera el sucesor pero los consejeros le convencen de que sea Carlos y que el regente sea Cisneros, Cisneros es regente. Él va a conseguir que ese consenso, esa unión de voluntades sea efectiva en un mundo corrupto con una serie de señores feudales con grandes ambiciones económicas y de poder, que coqueteaban con el emperador Maximiliano, que actuaban directamente y le puenteaban yendo con la corte flamenca, etc.
Pero Cisneros, en ese sentido, es un político y un diplomático -como subraya muy bien Joseph Pérez, el hispanista francés y premio Príncipe de Asturias- con una capacidad de verdadero genio político.
¿Qué hubiera pasado si no hubiera muerto, si hubiera conocido a Carlos y hubieran trabajado juntos?
Yo creo que eso hubiera sido difícil, porque Carlos venía rodeado de su corte flamenca.
Sí, pero no dejaba de ser un crío.
Ya, pero venía rodeado de su corte flamenca. Y la prueba es que Cisneros estaba muy ilusionado de encontrarse con él: salió, enfermo, con su corte -que es como arranco yo mi libro-, en parihuelas, con una bola de plata con ascuas encendidas para calentarse, por primera vez lleva botas (que él siempre iba con sandalias o descalzo) e intenta ir a abrazar al rey. Pero el rey se escapa; va a ver a su madre, va a un sitio y a otro, y no llegan a encontrarse.
Se muere, probablemente, por una trucha envenenada. Algunos dicen que esto no es muy plausible, porque es una tesis. Otros -que yo creo que son los que tienen más razón- dicen que murió de pena, de años, de trabajos y de no comer. Aunque, como dice una crítica de mi libro, es una buena dieta la que tenía entonces, y ahora sería envidiable.
Decías al comienzo, que es un personaje muy desconocido e injustamente tratado. El desconocimiento implica tópicos y apriorismos. ¿Qué se puede hacer para reivindicar la figura de Cisneros?
Darla a conocer. Hay una serie de manifestaciones estos días. Pero nada que ver con otros centenarios; esto no está saliendo en televisión, apenas se habla de él. Es triste, porque realmente era un hombre importante. Aunque solamente fuera por la Biblia Políglota Complutense, que es un monumento de la cultura impresionante, la creación de la Universidad de Alcalá, el descubrimiento del Rito mozárabe, que lo descubre y lo vuelve a rescatar en Toledo. Las obras arquitectónicas de Toledo, su trabajo en la Hacienda de cambiar los impuestos, su interés por la guerra, pero en el buen sentido, de crear incluso un ejército interno hecho de seglares, no militares, para el orden, porque había mucho desorden en España entonces.
Dio unos pasos verdaderamente importantes en la historia de España, como el preservar el Reino de Navarra, que lo que quería tomar De Albret de acuerdo con los franceses. El conseguir que se solventara la situación en Nápoles. Y una cosa muy importante: se entrevistó con Bartolomé de las Casas y le hizo caso en muchas cosas. Lo que pasa es que no pudo, porque el tema de los encomenderos en América era muy fuerte y había mucho maltrato de los indios. No pudo, pero él quería solucionarlo.
Creo que personalmente sigue siendo un enigma. El otro día, cuando presenté el libro, que tuve la suerte de que me lo presentara el cardenal Osoro, dije una cosa que a la gente le sorprendió: después de haber estudiado mucho y haberme leído toda la bibliografía que existe de este hombre y sus documentos originales, para mí sigue siendo un gran desconocido por dentro. Y es que ni con sus amigos más íntimos. Por ejemplo, Francisco Ruíz, que es el testigo de la novela, es un personaje que desde muy joven le acompañó en sus correrías. Acababa de hacer los votos como franciscano y le destinaron con él. Iban con un burrito, que se llamaba Benitillo, por los caminos de Andalucía para entrar en los conventos, a veces con gran dificultad, para reformarlos.
Él comentó los primeros datos del cardenal a los biógrafos. Bueno, pues de su infancia y juventud se sigue sabiendo muy poco porque era muy reservado. Y es un hombre en ese sentido profundamente enigmático. Yo creo que todo eso redundó en el tema de su beatificación.
Que está parado.
Sí. Se paró varias veces porque no había quorum. Era un personaje muy discutido.
También, yo creo que esa época histórica es discutida por razones distintas; a Isabel le ha pasado tres cuartos de lo mismo, aunque son personajes diferentes.
Fíjate en un personaje, contemporáneo suyo, que la diócesis de Granada acaba de abrir el proceso de canonización, Fray Hernando de Talavera.
El primer arzobispo de Granada.
Cuando escribí mi libro «Yo te absuelvo, majestad. Confesiones de reyes y reinas de España», tenía los dos confesores, porque los dos fueron confesores del reino. Y a mí me caía muy gordo Cisneros. En cambio, me encantó Hernando de Talavera, porque había aprendido árabe, porque le llamaban el alfaquí cristiano, porque dialogaba con los moros, porque tradujo el catecismo al árabe, porque utilizó por primera vez la lengua vernácula, el español. Porque murió perseguido por la Inquisición, el pobre… En fin, un hombre verdaderamente santo. Y podría ser el antagonista de Cisneros pero, al mismo tiempo, yo creo que hay puntos de contacto, porque parece ser que Cisneros le ayudó: al final no murió condenado por la Inquisición, lo que pasa es le habían perseguido, estaba hecho polvo, le habían metido en la cárcel a toda la familia y demás.
Con esa figura de Cisneros como estadista, como desfacedor de entuertos en cierto modo también, no puedo evitar preguntarte por la situación actual. ¿Qué haría Cisneros con la situación catalana? ¿Qué lecciones podía dar la vida de Cisneros, para entender lo que nos está pasando hora?
Evidentemente, Cisneros era un hombre unionista, en el sentido de que él mantuvo esa primera unión de Castilla y Aragón. Entonces Cataluña era un principado, perteneciente a la corona de Aragón. Nunca fue un reino aparte, y en ese sentido se puede decir que Cisneros hubiera fomentado la unión.
Pero, quizás, hay un punto que a mí me parece digno de tener en cuenta: él, en vez de enfrentarse a los nobles directamente, intentaba convencerlos. Fue un hombre que consiguió esa especie de consenso entre los nobles isabelinos y fernandinos. Pienso por ello que fomentaría el diálogo, como han hecho algunos de nuestros cardenales.
Yo creo que el tema catalán, al final, es un tema de corazón y no de cabeza. Y cuando entra el corazón, si tú te enamoras de una fea y además antipática, estás enamorado. Y no digo que Cataluña sea ni fea ni antipática, pero la visión que ellos tienen de una república utópica, a mí me parece que se ha visto que es un pinchazo en el aire. Que al final, se impondrá la sensatez.
El problema, como sabemos, es que los desenamoramientos generan más dolor que el propio enamoramiento en sí.
Claro, la herida. Curar la herida, ese es el gran tema para todos. Y todos tenemos que ayudar.
Pedro Miguel, ha sido un placer.
Les recomendamos vivamente la lectura de «El tercer rey» con La Esfera de los libros de Pedro Miguel Lamet. Reivindicar la figura de Cisneros y la novela, porque no hay que olvidar que es una novela muy bien documentada, propia de un escritor con la pluma de Pedro Miguel.
Muchas gracias Jesús.
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Hacía unas cosas rarísimas. Era un personaje curioso
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