Agustín Ortega

Ellacuría, Romero e Iglesia con el Papa Francisco

"Todo lo bueno, bello y verdadero"

Ellacuría, Romero e Iglesia con el Papa Francisco
Agustín Ortega

Fueron asesinados por los poderes de la historia ya que promovían una cultura, teología y pensamiento que ponía en el centro al Dios que se nos revela en Jesús. El Dios de la vida y dignidad de las personas, de la paz y la justicia con los pobres

(Agustín Ortega).- Estamos celebrando ya la semana del aniversario del martirio de I. Ellacuría, I. Martín-Baró y sus compañeros jesuitas que, junto a una trabajadora con su hija, fueron asesinados el 16 de Noviembre de 1989 en la UCA (El Salvador). Ellacuría y sus compañeros jesuitas fueron amigos e íntimos colaboradores del también mártir, y ya beato, Mons. Romero. Cuando fue asesinado Mons. Romero, Ellacuría y sus compañeros pro-siguieron su ministerio profético y misión liberadora.

En el seguimiento de Jesús, como Mons. Romero son mártires por causa del servicio a la fe en el Reino de Dios y su justicia con los pobres de la tierra. Fueron asesinados por los poderes de la historia ya que promovían una cultura, teología y pensamiento que ponía en el centro al Dios que se nos revela en Jesús. El Dios de la vida y dignidad de las personas, de la paz y la justicia con los pobres. Ellos impulsaron una educación y Universidad que, inspirada en la fe, estaba al servicio de las personas, de los pueblos y de los pobres como sujetos protagonistas de la misión, desarrollo y promoción liberadora e integral.

Una educación y cultura crítica, popular y concientizadora de la realidad con su conocimiento (ver), compresión (juzgar) y praxis (actuar) transformadora de lo real. Ellacuría y los mártires de la UCA con Mons. Romero caminaron en la fe e iglesia que, actualmente, nos está testimoniando el querido Papa Francisco. Una fe que siguiendo a Jesús desde la Gracia de su Espíritu, anuncia, celebra y va realizando el Reino de Dios que trae vida, dignidad, paz y justicia con los pobres de la tierra. Y que se opone al anti-reino del egoísmo con sus ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y de la violencia, a las idolatrías del capital y estado, del mercado y nación. La iglesia es el pueblo de Dios que, al servicio de esta misión evangelizadora, camina en la historia de la salvación, iglesia misionera y en salida hacia las periferias.

Es la fe e iglesia profética que anuncia el Reino de Dios con la promoción de la vida en todas sus fases y dimensiones, una ecología global, con la paz y la no violencia, la justicia social y global; con el desarrollo humano integral y los derechos humanos que se han de historizar para ser reales. Y denuncia a todos estos ídolos e idolatrías que niegan esta vida y dignidad de las personas, que causan la desigualdad e injusticia a los pobres, excluidos y pueblos crucificados.

La iglesia de Jesús es la iglesia santa y de la eucaristía que, como cuerpo de Cristo en la historia, se hace comunidad de amor fraterno e iglesia pobre con los pobres que son sacramento (presencia real) de Cristo Pobre-Crucificado. La iglesia a-cuerpa la fe y salvación liberadora en la realidad histórica. Y efectúa la santidad del amor y la justicia con el cuerpo de los pueblos crucificados por el mal e injusticia que, desde dicha fe profética, es el signo permanente de la historia. Es la iglesia de la misericordia que en la honradez con lo real, se hace cargo (carga y se encarga) de la realidad de los pueblos crucificados y de los pobres.

Desde este principio-misericordia, vive en la com-pasión solidaria con todo este sufrimiento e injusticia que padecen los pueblos, excluidos y pobres. Sirviendo a la caridad y praxis de la justicia liberadora en la búsqueda de la civilización del amor. La fe que se realiza en el amor, Don (Gracia) de Dios del que vive la iglesia teologal, tiene un constitutivo carácter público y social. Es la caridad política que promueve el bien común y universal, la justicia con los pobres y esta civilización del amor.

Es la fe e iglesia trinitaria que, enraizada en el Misterio del Dios Comunión y Solidaridad, se hace sacramento de comunión con Dios, con los otros en la justicia con los pobres y con esa casa común que es el planeta-tierra, creación de Dios. Viviendo así la ecología espiritual, moral, social e integral que rechaza el consumismo, la codicia y la dominación que lleva a la destrucción de las culturas, de los pueblos y de la vida del planeta con el caos ecológico. La Iglesia es sacramento de comunión de vida, bienes y luchas por la justicia con los pobres. La fe e iglesia de la esperanza, sacramento universal e histórico de salvación integral, que en ese amor fraterno, pobreza solidaria y justicia con los pobres nos va liberando: del pecado, mal e injusticia; de los falsos dioses del poseer, riqueza-ser rico y del tener que se impone sobre el ser, sobre la vida y dignidad.

La iglesia pobre con los pobres es signo de auténtica utopía y esperanza, que testimonia la civilización de la pobreza frente a la de la riqueza. Esto es, la humanidad nueva que busca la salvación en la entrega, amor fraterno y compartir solidariamente la vida, los bienes y las causas liberadoras de los pobres. Frente todos estos ídolos e idolatría del dinero-riqueza, poder y violencia que nos esclavizan. La iglesia de la civilización de la pobreza y del trabajo, de los pobres, obreros y trabajadores. En oposición profética a la del capital que no sirve a las necesidades, dignidad, derechos como es un salario justo y al destino universal de los bienes que está antes que la propiedad.

Una fe e iglesia que se incultura, que se hace inter-cultural, ecuménica e inter-religiosa en el diálogo y encuentro de comunión fraterna con los pueblos, iglesias y religiones. Acogiendo todo lo bueno, bello y verdadero que nos transmiten y en la unión con la búsqueda de la vida, paz, solidaridad y justicia. La iglesia es símbolo real de la tierra nueva y de los cielos nuevos que en el camino de la fe y esperanza con los pueblos sencillos, los pobres y excluidos re-vierte la historia. Y la lanza en la otra dirección del Reino con su vida humanizadora, plena y eterna. Todo ello es la belleza, verdad y bien del legado de Ellacuría con sus compañeros jesuitas mártires y Mons. Romero. Tal como, asimismo, nos está transmitiendo ese testigo de la fe e iglesia que es el Papa Francisco, sucesor de Pedro.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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